Pocos creían que Donald Trump podía ganar las primarias republicanas que le permitirían convertirse en el abanderado de ese partido para jugar en las próximas elecciones presidenciales de Estados Unidos contra Hillary Clinton (la más probable ganadora por el lado demócrata). Incluso un alto funcionario de ese país me dijo que apostaba a que ese candidato se “desinflaría” comenzando el 2016. Se equivocó. Lo que suceda este martes en el que votarán 13 estados (más el territorio de Samoa Americana) será trascendental y definitivo para los comicios.

Lo que está en juego en esta maratónica jornada corresponde al 22 por ciento del total de la convención nacional, o sea 865 delegados demócratas y 595 republicanos. En la mayoría de los casos, votarán miembros de ambos partidos, salvo estados como Colorado y Samoa, donde decidirán solo los primeros, y Wyoming y Alaska, en los cuales arribarán a las urnas los segundos, exclusivamente. En todo caso, al final del día, los demócratas habrán definido el 24 por ciento de los delegados a la convención, incluido el 2 por ciento actual. Por su parte, los republicanos habrán escogido el 30 por ciento de sus delegados, incluido el 5 por ciento de este año.

¿Y cuál es el poder de los latinos? Precisamente, este martes deciden varios de los Estados con alta presencia de población hispana. Por ejemplo, Texas y Colorado tienen 39 y 22 por ciento, respectivamente. Otros como Virginia, Georgia, Massachusets, Oklahoma y Wyoming oscilan entre el 8 y el 11 por ciento. No menos importante resultan Tennessee, Minnesota, Arkansas y Alaska, donde la presencia latina está entre 5 y el 7 por ciento. Lo que uno esperaría es que muchos de estos votos se distribuyeran entre candidatos como Hillary Clinton, Bernie Sanders y Marco Rubio, pero lo cierto es que, aunque parezca mentira, Trump se beneficiará de una parte de esta tajada del ponqué.

El argumento de algunos de los latinos es que “dice la verdad”, “se atreve a revelar lo que otros no” y que “su visión de empresario es clave para Estados Unidos”. Sin embargo, la verdad es que Trump es un candidato sin propuestas ni argumentos, egocéntrico, desenfocado, fabricado en Hollywood, superficial, materialista y, lo más grave, sin experiencia en lo público. Su candidatura se ha dedicado a conquistar a aquellos ingenuos televidentes de realities y consumidores de donuts que aún confunden a Colombia con Columbia.

Aunque sus afirmaciones han resultado excluyentes para las comunidades de latinos, musulmanes y asiáticos, su soberbia ha cautivado a miles de indecisos. Con ideas improvisadas y frases explosivas como construir un muro para separarse de México, o habilitar zonas especiales para los musulmanes, este empresario ha logrado mantenerse en la agenda mediática.

Creo que Estados Unidos tiene la oportunidad de elegir a una mujer (por primera vez) con experiencia, visión de país y una enorme cercanía con la población latina. Y los hispanos, el momento perfecto para demostrar que cada día se convierten en una mayoría que exige atención y respeto por su clase trabajadora, pero, además, que rechaza cualquier manifestación de nepotismo, racismo y exclusión.

Juan Manuel Ramírez Montero
Consultor y analista
j@egonomista.com