Señores guerrilleros:

La soberbia con la que están asumiendo esta negociación de paz no les conviene ni a ustedes, ni al Gobierno, ni a nosotros los ciudadanos. No reconocer el secuestro que ustedes cometen permanentemente como una práctica deplorable, las acciones terroristas en buena parte del país, donde han caído inocentes, o se ha afectado la infraestructura petrolera, las amenazas a la población civil y evitar responderle al pueblo que ustedes reclaman proteger, es una seria equivocación.

Es una oportunidad histórica de reconciliación y de reinserción a la vida civil, la que el Estado, en todo su conjunto, les está brindando. Somos conscientes, incluso quienes de alguna manera hacemos parte de ese grupo de víctimas y que hemos vivido relativamente cerca las inclemencias del conflicto armado, que habrá que ‘tragarnos algunos sapos’ y hacer grandes sacrificios. Así ha pasado, de hecho, con el proceso de paz con las Farc –que espero llegue a feliz término muy pronto–.

Sepan ustedes que, para sorpresa de muchos, ha sido más fácil perdonar a la guerrilla por parte de las víctimas, que quienes no han tenido que vivir tan cerca el rigor de la violencia. Por eso, cada día cuesta más convencer a los colombianos de las bondades de llevar a cabo un proceso con ustedes. Les recuerdo que se trata de nuestros impuestos.

No es un favor que nos hacen, sino una oportunidad que les damos. Si lo entendieran, cambiarían la actitud con la que muchos quedamos atónitos cuando se hizo el anuncio por televisión del comienzo de las negociaciones con ustedes. Y que nos indigna.

Varias generaciones nacimos en medio de este conflicto absurdo en el que los fenómenos de la desigualdad, la pobreza, la exclusión y la falta de oportunidades fueron los primeros causantes, pero que luego –para efectos de los grupos guerrilleros– pasaron a ser el control de las rutas del narcotráfico, el negocio de las armas y la financiación a través de actividades delincuenciales como la extorsión y el secuestro. No podía ser peor el panorama.

Pertenezco a ese cada vez menor, eso dicen las encuestas, grupo de optimistas que cree que desmontar su franquicia (Eln) y la de las Farc nos permitirá destinar mayores recursos para la educación, la salud y la lucha contra la pobreza. Hoy, cuando los paramilitares han intentado realizar acciones terroristas en las ciudades, existen razones de sobra para que se comprometan con la paz, que es el fin último de una democracia.

No puede ser posible que aún estemos a la expectativa de si ponernos o no de acuerdo sobre temas que son de sentido común. Reconocer los delitos y la voluntad de diálogo del Gobierno es lo mínimo.

Ojalá que luego de leer esta carta se la compartan a sus colegas de las Farc, que, por cierto, a veces pareciera que actuaran con la misma capacidad de soberbia de quien no tiene ninguna deuda con las instituciones ni su pueblo. Llegó la hora de que definan y se comprometan a aprovechar la oportunidad histórica que les brinda el país. De lo contrario, será la fuerza del Estado la que deba continuar con su propósito de encausar el buen transcurrir del país. Una pena tener que llegar a ese extremo nuevamente.

Juan Manuel Ramírez Montero
j@egonomista.com / @Juamon