Yo tenía entendido que pensar en inglés consistía en formular pensamientos en inglés. Y así lo creía, hasta que me hice la siguiente pregunta:
– ¿Los bebés recién nacidos piensan?
– …
No supe qué contestarme. Porque si lo hacen, (y al menos yo creo que sí) según ese punto de vista deberían estar pensando en algún idioma en particular. Y hasta donde yo sé, al nacer no se conoce idioma alguno.
Quizás algún médico neurólogo pueda ilustrarme al respecto, pero por ahora puedo dedicarme a divagar y de paso intentar explicar la posición a la que he llegado, luego de pensarlo durante algunos días. Ahora creo que es imposible aprender en su totalidad un lenguaje distinto al que se utiliza (o los que se utilizan) de forma permanente desde la infancia. Y es también muy difícil (e incluso imposible) dominar el lenguaje propio. Pues, para mí, cada lenguaje tiene una complejidad y profundidad tan grande que es imposible, incluso para sus hablantes ‘nativos’, llegar a conocerlo del todo.
Ahora bien; ¿cómo puede ser eso cierto?
Verán:
No se ustedes, pero casi siempre que leo algo, y con algo me refiero a casi cualquier cosa (una receta, medio libro, un aviso clasificado, tal vez…) intento inferir sutilezas según la forma en la que siento, o veo, que está escrito el texto. Es casi inconsciente y me parece incorrecto; quizás me equivoco en mucho de lo que supuestamente deduzco. Pero siento que una cosa es cierta: muchos de los significados que tienen las palabras y las oraciones se encuentran escondidos detrás de la pura literalidad, medio invisibles en medio de lo que las letras representan por sí mismas.
Se me ocurre pensar en un lector colombiano con conocimientos de indonesio. Este lector puede enterarse por internet del anuncio de la inminente ejecución de tres terroristas en ese país oriental. Pero probablemente nunca llegue a sentir (a través del texto), la aprobación implícita por parte del periodista frente a esta orden del gobierno indonesio, o (¿por qué no?) su indecisión ‘neutral’, de golpe fácilmente clasificada como complicidad por parte de un lector nativo. Como este lector es hipotético, es posible acercarlo al epicentro de la noticia; ya no será más colombiano, sino también indonesio. Veinte mil kilómetros son veinte mil kilómetros – ahora, seguramente ninguno de los dos conoce a la perfección lo que piensa el periodista. Pero, ¿está el indonesio más cerca de esa verdad? Yo creo que sí; su lenguaje y posición geográfica hacen más posible una educación y conocimientos un poco más cercanos al escritor original que los que pueda tener nuestro compatriota.
Fin del ejemplo. Espero haberme explicado. ¿Me equivoco en mi teoría?
Pues… ¿cómo saberlo?
Ese es el problema; seguramente ustedes puedan (si se ponen en esa tarea) intentar suponer qué pienso yo, en qué creo o qué me gusta. ¡Y muy seguramente se equivocan! Pero su visión del mundo, gran parte de la cual ha llegado a ustedes en español, les hace posible, por ejemplo, imaginarse mi voz o mi entonación (según el tono de mi escritura) mucho mejor de lo que podría hacerlo un estadounidense. O quizás puedan intuir el tipo de palabras que uso cuando hablo, así nunca hablen conmigo. Si escribiera un diario, y me leyeran juiciosamente durante un año, ¿no me conocerían más luego de finalizada la prueba? ¿Y quién tendría una imagen mental mía más aproximada a la realidad? ¿Un joven bogotano, estudiante de ingeniería? ¿O una mujer italiana ya entrada en años? La edad, la ubicación y el sexo son sólo unos cuantos factores que pueden cambiar la percepción que se tiene del entorno; el lenguaje también entra a hacer parte definitiva de esta construcción.
Dominar un lenguaje no implica únicamente hablarlo, escribirlo o monologar usándolo. Un lenguaje es una forma en la que codificamos el mundo como se nos presenta, para así intentar comprenderlo e interactuar con él; es posible aprender a entender la literalidad, pero el lenguaje es mucho más que eso. Va más allá de lo que se escribe e incluso de lo que se dice o piensa. Es posible, por lo tanto, aprender cosas que no están escritas, o imaginarse situaciones coherentes con base en un texto en el que dichas situaciones no aparecen por alguna parte (y esto aplica para todos los tipos de texto). La misma página impresa de una novela compuesta en español tiene significados distintos para un lector colombiano y para uno estadounidense. Es más; dos colombianos no entenderían exactamente lo mismo al leer la misma valla publicitaria (por ejemplo), pues cada uno ha tenido vidas diferentes, y ha pasado por experiencias distintas y muy personales. No pueden pensar igual – no son la misma persona.
Entonces, ¿cuál es el problema? Me pasa que si pienso en todo esto por un momento, siento que la comunicación es imposible del todo. Porque si la misma información tiene significados distintos dependiendo de quién la reciba y decodifique… ¿con qué fin expresar una idea, si nadie va a llegar a entenderla? Es algo bastante desesperanzador; ¿Qué hago escribiendo esto?
Me respondo. Puede ser que no sea del todo infructuoso dedicarse a oprimir teclas; aunque no pueda transmitir todo lo que he sentido durante el día, hay cosas (sentimientos, ideas, percepciones…) muy personales y menos trascendentes, que no llegan a quedar plasmados en el texto, así éste sea escrito por mí. Pero quizás sí sea posible explicar (gracias a la escritura y al internet), por lo menos cuál es mi duda y cuál mi posición.
Quizás.
Pues me parece que me enredé demasiado.
En fin. He leído este texto varias veces. Y sigo creyendo que ni siquiera nosotros podemos ser capaces de dominar el español; es tan vasto, tiene tantos matices… aún así, muchas de las relaciones mentales que llamamos pensamientos, y que son la base de nuestra imaginación y de nuestras ideas, pueden formarse en nuestra conciencia sin utilizar una sola letra – están hechas de imágenes, sonidos, y sabores, por ejemplo. Visto de esa forma, un lenguaje hablado y escrito es únicamente una manera más de descifrar lo que nos rodea – de fotografiarlo y guardarlo para, cuando pase el tiempo, no olvidar.
–
En toda mi vida no he leído mucho. Pero cuando conocí el Aleph mi precepción de la vida cambió. Quizás ya lo han leído; es un relato corto de Jorge Luis Borges. Pueden leerlo aquí. Según el contexto del relato, un Aleph es «uno de los puntos del espacio que contienen todos los puntos (…) el lugar en donde están, sin confundirse, todos los lugares del orbe, vistos desde todos los ángulos»… ¿Pueden imaginar una realidad más fantástica, un objeto más increíble y único, apasionante y (al mismo tiempo) absorbente y peligroso? Es pretencioso nombrar a este blog como aquel objeto, producto de la genialidad de Borges. Pero la tentación es grande; por lo pronto, esta página se llamará simplemente el aleph, así, en minúscula.
Esta fue una entrada más larga de lo normal – el tema me emociona. Espero, gradualmente, aprender a escribir. También espero publicar, además de los temas ‘duros’ (como el de hoy), entradas más ligeras, para disfrutar más y confundirse menos. Como decía mi profesora Mercedes, un texto no es sólo un texto escrito; el cine, cierto tipo de música y muchas imágenes representan textos interpretables por sí mismos. Así las cosas, no sólo encontrarán letras en el aleph.
En su Aleph, Borges pudo verlo todo. Espero que en el aleph se pueda encontrar por lo menos una parte de ese todo. Una parte interesante; una parte significativa.
Sean coherentes. Que estén bien.
dancastell89@gmail.com