Cuando Julio Verne escribió «Viaje al centro de la tierra«, Islandia pertenecía al mismo territorio político que Groenlandia y las islas Feroe. Era un país extremadamente pobre, y su población estaba diezmada por el hambre, las enfermedades y las erupciones volcánicas. Aun así, este territorio estaba a punto de dejar sus peores años, poco tiempo después, proceso que inició cuando su pueblo se liberó oficialmente de Dinamarca.

Quizás por eso no es extraño que Julio Verne haya retratado a la isla como la retrató, en la ya mencionada novela suya, publicada en francés en 1864. ¿La ha leído alguna vez?

Recordemos rápidamente; el joven Axel y su tío, el irascible profesor Lidenbrock, encuentran y descifran cierto antiguo documento, en el cual se revela la ubicación de un pasadizo natural – un profundo cráter que conduce nada menos que al centro del planeta. En los meses siguientes a su descubrimiento, el sabio profesor y su sobrino cruzan cerca de dos mil doscientos kilómetros (más o menos lo que hay entre Hamburgo e Islandia – Hamburgo es la segunda ciudad más grande de Alemania) para llegar al sitio en cuestión; uno de los cráteres de monte Sneffels, en Islandia.

Más allá de los pormenores de la novela, que quisiera contar pero no lo hago para no dañársela a usted, querido lector, si es que no la ha leído, me llamó la atención la tristeza tan profunda que inspiraba aquel territorio inmenso y desolado, al leer la novela. Estos párrafos, por ejemplo, describen la ciudad capital (se llama Reykjavík, aunque la he visto escrita como de diez formas distintas). Le dice Axel al profesor,

– Entretanto, yo recorreré la ciudad. ¿No piensa usted visitarla?


– ¡Oh! eso me interesa muy poco. Las curiosidades de Islandia no se encuentran sobre su superficie, sino debajo de ella.


Salí y eché a andar sin rumbo fijo (…) No tardé en recorrer aquellas calles sombrías y tristes. A veces entreveía una mancha de césped descolorido, que semejaba una vieja alfombra de lana, raída a consecuencia del uso, o algo que parecía un huerto cuyas raras legumbres, patatas. coles y lechugas, sólo eran dignas de una mesa liliputiense. Algunos alelíes enfermizos pugnaban también por recibir algún rayo de sol.


(…) En tres horas recorrí no sólo la ciudad, sino sus alrededores también. Su aspecto general era singularmente triste. No había árboles ni nada que mereciese el nombre de vegetación. Por todas partes veíanse picos de rocas volcánicas. (…) Durante mi excursión, encontré muy pocas personas; mas cuando volví a pasar por la calle del comercio, vi que la mayoría de la población se hallaba ocupada en secar, salar y cargar bacalaos, que constituyen allí el principal artículo de exportación. Los hombres parecían vigorosos, pero tardos; una especie de alemanes rubios, de mirada pensativa, que se creen separados de la humanidad, infelices desterrados en aquellas heladas regiones, a quienes la Naturaleza hubiera debido hacer esquimales, ya que los condenó a vivir dentro de los límites del Círculo Polar Ártico. Traté en vano de sorprender una sonrisa en sus rostros; reían a veces mediante una contracción involuntaria de sus músculos; pero no sonreían jamás.

¿Se imaginan una ciudad, un pueblo… un país más triste? He pensado que quizás esta novela haya llegado a causar un daño real en la imagen del país, aunque, en todo caso, no estoy seguro de eso.

En fin.

Es natural que hoy en día, como uno puede imaginarse, la situación sea muy diferente. Pero lo curioso es lo tan diferente, y diferente para bien. Por lo menos hasta antes de la reciente crisis económica, Islandia ostentaba muchos títulos y reconocimientos mundiales del tipo «país con muy alta expectativa de vida», «excelente cobertura del sistema de salud», «altísimo nivel de vida», y etcétera etcétera etcétera. Que yo sepa, sólo les falta un buen sistema de carreteras, y eso es entendible dada la vitalidad casi animal del suelo islandés. ¡Si hace apenas unos años una erupción creó una isla! Algo así hay que verlo para creerlo.

Hoy en día Islandia está lejos de ser un territorio pobre y triste. La majestuosidad tan inaudita de sus paisajes atrae cada vez más viajeros, y las importantes fuentes de energía geotérmica (que toman el calor de las profundidades mismas del planeta) le permiten una independencia energética mayor que la de muchos otros países. Además, como posiblemente ha escuchado ya, es el primer país gobernado por una mujer homosexual declarada. Díganme ignorante, pero no se me ocurre algo que sea más progresista.

¿Por qué, entonces, situó Verne a sus personajes precisamente en Islandia? ¿Qué pretendía haciéndolos pasar por este frío país, dado que los expedicionarios estaban más preocupados por llegar al centro del planeta que por caminar sobre él?

No creo que el escritor haya pretendido proyectar una imagen desfavorable del país. Digamos, simplemente, que documentó y tomó en cuenta algunos datos necesarios y obvios desde el punto de vista de un viajero que llegue a la isla. Digamos que pensó que si existiera algún lugar en el mundo por el que se pudiera entrar al mismo, estaría en Islandia. Porque una cosa es segura; Islandia es un país interesantísimo desde el punto de vista geológico, y gran parte de la novela trata (con términos científicos y toda la cosa) de estratos, tobas, granitos, hullas… etcétera.

No había otro lugar mejor para entrar, de verdad ingresar, al planeta Tierra.

No lo había.

dancastell89@gmail.com

PD1: Era inevitable que Islandia apareciera en otras entradas de este blog. Aquí, algo relacionado con Sigur rós (un grupo musical), y aquí, en la parte inferior, un video de Björk.

PD2: ¿Será que nadie leyó la última entrada?