«En noches de vigilia, tendido boca arriba en la hamaca que colgaba en el mismo cuarto en que estuvo condenado a muerte, (el coronel Aureliano Buendía) evocaba la imagen de los abogados vestidos de negro que abandonaban el palacio presidencial en el hielo de la madrugada con el cuello de los abrigos levantado hasta las orejas, cuchicheando, refugiándose en los cafetines lúgubres del amanecer, para especular sobre lo que quiso decir el presidente cuando dijo que sí, o lo que quiso decir cuando dijo que no, y para suponer inclusive lo que el presidente estaba pensando cuando dijo una cosa enteramente distinta, mientras él espantaba mosquitos a treinta y cinco grados de temperatura, sintiendo aproximarse el alba temible en que tendría que dar a sus hombres la orden de tirarse al mar.»
En ese momento las tropas que tiene al mando se ven cada vez más disminuidas por sus enemigos y por la vida en la selva. Media página más tarde el coronel Aureliano toma una taza de café sin azúcar que no había pedido, y una vez más son los infinitos conocimientos de su madre los que lo salvan de morir envenenado con nuez vómica.
Porque dos días antes Pilar Ternera había leído en las cartas, sin entender muy bien el mensaje: «Cuídate la boca».
dancastell89@gmail.com
PD: Leo por ahí que están abiertas las inscripciones para un concurso llamado «A terminar el cuento». Dice algo, pero no es demasiado. Oportunamente informaré, para el que le interese, si llego a tener más información.
PD2: Me llegó un correo con la información del concurso. Pueden escribirme si quieren, y lo reenvío.