CLARAMENTE este escritor estadounidense no conoció a nuestro actual presidente. Pero como ya no es posible siquiera escuchar la palabrita sin pensar en el susodicho, transcribo un párrafo del relato I, Robot (Yo, robot) en el que una científica opina por qué un reconocido mandatario, en el momento desaparecido, no pensaría en ejercer como presidente durante más de un periodo.
(…) La robopsicóloga asintió. «Veo que se entromete en mi campo-como tiene que hacerlo todo político, supongo. Pero siento mucho que terminara de esta forma. Me gustan los robots. Me gustan considerablemente más que los seres humanos. Si es posible crear un robot capaz de ejercer de ejecutivo, creo que sería el mejor posible. Por las Leyes de la Robótica, sería incapaz de herir a los humanos, o de ser tirano, corrupto, estúpido, o prejuicioso. Y después de haber servido un tiempo decente, se iría, así fuese inmortal, porque le sería imposible hacer daño a los humanos dejándolos enterarse de que un robot los había gobernado. Sería lo ideal.»
El político aquel en realidad no era un humano, sino una máquina. De forma que, si quisiera, habría podido ser un gobernante perpetuo. El primer gobernante perpetuo. Obviamente, es ficción.
La traducción es mía. Me disculpo si cometí algún error – espero haber conservado la idea.
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