Si bien no puedo decir que soy un poeta, si puedo decir que soy un amante de la poesía. Desde pequeño empezó mi gusto cuando estudié por primera vez en mi clase de español los recursos literarios y conocí figuras como la metáfora, las hipérboles o las aliteraciones. Me enamoré en ese momento de la poesía y de los versos que la profesora Adriana nos hacía leer del joven Neruda.
Comprendí la fuerza e influencia que tenían en mí aquellos versos y la manera que me hacían pensar mi vida de forma distinta y quizá romántica, con apenas 12 años.
Además, fui y sigo siendo un enamoradizo. Me perdía en un amor infinito lleno de quimeras por mis compañeras de colegio, acompañado de una timidez e inseguridad que me acompañaban en su momento, originada por mis frenillos, zapatos ortopédicos, gafas de pasta verdes y una pancita revuelta en sentimientos que me hacían sentir el Frankestein de Shelley.
A la sazón de unos versos, soñaba con ganarme el corazón de mis compañeras. El resultado fue desastroso y solo recibía papeles arrugados o caras extrañadas. Dejé mi gusto por un tiempo y lo practicaba a escondidas por miedo a sentirme distinto, rechazado o freaky.
El loco volvió cuando conocí a otro loco en la universidad y una noche compartiendo me preguntó si me gustaba la poesía y en efecto le dije que sí, acto seguido me declamó un poema de Juan de Dios Peza, Reír Llorando. Ya con unos vinos encima, no pude más que llorar y recordar con nostalgia a ese niño que le escribía poemas a sus compañeras de salón.
¡Que momento tan mágico!
Ahí volvió mi pasión y decidí agrupar a los locos que conocía en una sociedad de poesía llamada Los Cuentos Negros, en honor a José Asunción Silva y su obra perdida en la mar, que en noches de bohemia, en compañía de vino y humo, recorríamos los parques de Bogotá, “reconstruyendo” la obra perdida de Silva e invocando a buenos amigos como Omar Khayyam, Borges, Cavafis, Pessoa, Tagore, entre otros.
Desde entonces los 2 locos realizamos un juramento, que les quiero compartir:
¡Juro nunca dejar de ser poeta!
Juro honrar a Dioniso, a Baco y a Fu,
Festejar el cuerpo, la mente y el alma,
con cada poema, con cada canción.
Juro no hablar de las noches bohemias,
del vino, del humo, del verso de amor,
que aquí compartimos, unidos hermanos,
en esta gran trova de drama y pasión.
Juro perder a Rivera en la selva,
pelear con Homero, matar a Asunción,
hacer del presente mi ultima hora,
de mi humilde poema la mejor función,
¡Juro nunca dejar de ser poeta!
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