Hace exactamente 18 años se presentaba por primera vez en Bogotá el aclamado grupo de hip hop mexicano, Control Machete. Yo tendría, en ese entonces, 17 años recién cumplidos y junto a mis amigos me dispondría a ir a verlos tocar al festival de Rock al Parque del año 97 como parte del cartel de bandas internacionales que vendrían a la ciudad invitadas por el programa de Cultura Ciudadana de la Alcaldía, durante cuatro días consecutivos.

Aunque la canción que inicialmente los hubiera lanzado al estrellato en Colombia fuera, ¿Comprendes Mendes?, yo sinceramente iba interesado en escuchar, Andamos Armados, en concierto, tema que aparecía de cuarto dentro del listado de canciones de su álbum titulado, Mucho Barato.

Lo que más me llamaba la atención de esa canción en particular era su contenido épico ya que relataba las vivencias urbanas de un grupo de individuos tan identificados y compenetrados entre sí que hasta dispuestos a hacerse matar estaban los unos por los otros en cualquier riña callejera por cuestiones de supervivencia, supremacía tribal o dominio territorial.

Yo creía saber exactamente a qué se referían los mexicanos con todos esos versos. Era mi último año de colegio y los lazos fraternales con mi grupo de amigos parecían estrecharse cada día más.

Eran momentos difíciles en materia de orden público y necesitabas definitivamente sentirte respaldado por alguien ya que en la calle imperaba únicamente la ley del más fuerte.

Mientas la tasa de homicidios de ese año nos posicionaba como una de las ciudades más violentas del mundo, con 47.2 casos reportados por cada 100.000 habitantes, las denuncias por hurto común nos hacían, a su vez, uno de los lugares más inseguros para vivir con más de 38.000 casos registrados.

Dos décadas han pasado desde entonces y una cosa podemos decir sin temor a equivocarnos: a pesar de que hemos dejado de matarnos tanto como antes (la tasa de homicidios de la ciudad se ha reducido progresivamente hasta alcanzar 17.4 casos por cada 100.000 habitantes el año pasado) hemos vuelto lamentablemente a los niveles de hurto común de aquella época con 39.000 casos.

Y algo mucho más alarmante todavía: las denuncias por lesiones personales están disparadas.

Según la propia Secretaría Distrital de Gobierno, en los últimos años, ha habido un incremento de más del 50% en la mismas llegando a registrarse un máximo de 47.000 casos en 2013.

Y aunque lejos de imaginarnos que el espacio público (calles, parques, puentes peatonales, etc.) y el transporte público (TransMilenio y SITP) fueran a ser los lugares que concentraran la mayor cantidad de eventos de esta naturaleza por encima de bares, por ejemplo, lo cierto es que andamos armados.

Seguramente, haya más de una razón válida para explicar el por qué de esta situación.

Sin embargo, no puede ser posible que habiendo logrado avances tan significativos en la reducción de la pobreza, la concentración del ingreso, el acceso a la vivienda y a la educación, entre otras cosas, sigamos empeñados en solucionar nuestros conflictos interpersonales a punta de golpes.

En este sentido, no me cabe la menor duda de que lo mejor sería aplicar el dicho aquel de “evitar no es cobardía” a cabalidad y hacer de la paciencia un estilo de vida con tal de asegurarnos un buen nivel de convivencia.

Que no zumbe el machete, que no salga el demente.

¡Cuánta falta nos hacen las lecciones de cultura ciudadana y autoregulación!

@AJARAMORENO.