Con música de Beethoven y Tchaikovsky, interpretada por la Orquesta Filarmónica Juvenil, bajo un sol fuerte y resplandeciente, tomó legalmente posesión de su cargo como Alcalde de Bogotá, el pasado viernes primero de enero, Enrique Peñalosa Londoño. Las piezas musicales, seleccionadas especialmente para la ocasión y dirigidas con maestría por Federico Hoyos, dieron una muestra concreta del talante que tendrá la nueva administración distrital, bajo la batuta de uno de los urbanistas más experimentados, reconocidos, respetados e influyentes del mundo entero, en la actualidad, durante los próximos cuatro años.

Y es que a diferencia de hace dieciocho años, cuando asumiera por primera vez el cargo de Alcalde Mayor, Peñalosa recibe, hoy en día, una ciudad profundamente desmoralizada, desordenada, deteriorada y perversamente polarizada que se debate constantemente entre la nostalgia por el pasado y la desesperanza hacia el futuro. No es extraño, entonces, que particularmente con la novena sinfonía de Beethoven, se haya querido transmitir un mensaje sincero de fraternidad y solidaridad ante los problemas que diariamente nos afectan como ciudadanos.

En este sentido, el discurso del Alcalde fue, antes que nada, un discurso humanista y mesurado, a lo largo del cual, se hizo especial énfasis en la dignidad de las personas y en la justicia social; en la libertad de expresión; en la protección de los ciudadanos más vulnerables y también de los animales; en el desarrollo de una sociedad civilizada e incluyente que nos brinde oportunidades a todos, donde se viva y no se sobreviva; donde se respeten las distintas orientaciones sexuales y se promueva un concepto distinto de la masculinidad; donde los niños desarrollen plenamente su potencial y las niñas no queden embarazadas antes de tiempo; donde se garantice el derecho a vivir sin miedo y se priorice el diseño urbano en función de nuestra propia felicidad.

Igualmente, fue un discurso realista que pese a señalar puntualmente los grandes desafíos que enfrentamos nos invita a unirnos y a participar como sociedad, de manera activa, para que, entre todos, superemos las adversidades con esfuerzo y sacrificio. Para que no solamente recuperemos nuestra autoestima sino también nuestra capacidad de soñar con una ciudad mejor y posible. Una ciudad que todos queramos y de la que todos nos sintamos orgullosos. Abundante en espacios públicos de gran calidad. Donde los ciudadanos prefiramos transportarnos en bicicleta y en transporte público. Donde se formen mejores seres humanos a través de la promoción del deporte, la lectura y la educación artística. Donde queramos vivir por siempre; inclusive, cuando de acá a treinta años, Bogotá sea un centro urbano irreconocible que haya triplicado prácticamente su tamaño.

Para ello, Peñalosa ha sabido rodearse de un equipo técnico, competente e idóneo con los conocimientos, la capacidad de trabajo y la vocación de servicio público que tanto se necesitan. Un equipo de profesionales comprometidos con la equidad y alejados de la politiquería, como él mismo lo dijera, que trabajarán arduamente para ayudarnos a conseguir niveles más altos de calidad de vida haciéndonos, por ende, más competitivos a nivel internacional ya que en un mundo mayoritariamente urbano este es un indicador que evidentemente marca la diferencia.

Sin embargo, tengamos presente que los cambios no se verán enseguida. Tomarán tiempo y requerirán de nuestra comprensión, compromiso y paciencia para que, poco a poco, vayamos solucionando nuestros problemas y Bogotá sea finalmente mejor para todos como estamos esperando.

Aunque de todas formas, ¡juntos somos más!

Twitter: @AJARAMORENO.