Tres días después de cumplir sesenta y nueve años, y de haber hecho el lanzamiento del que sería su último disco, el mundo entero se estremecía ante la noticia del fallecimiento del extraordinario y prolífico cantante, compositor, arreglista, productor, y actor británico, David Bowie. Nacido en el sur de Londres, el ocho de enero de mil novecientos cuarenta y siete, David Robert Jones, como verdaderamente se llamaba, daría mucho de qué hablar en la escena musical internacional durante más de cuatro décadas consecutivas. Su facilidad para romper esquemas, su versatilidad, y sus extravagancias ayudaron a que vendiera más de ciento cuarenta millones de discos, a nivel mundial, a lo largo de toda su carrera profesional.
Aficionado y muy probablemente iniciado en temas de ocultismo, Bowie consiguió crear además un universo cargado de simbología esotérica que quedó completamente plasmado en sus letras y videos. Blackstar, como se titula uno de sus últimos sencillos, no solamente tiene un aura del otro mundo sino que adquiere un significado especial con la muerte posterior del artista.
El video de la “estrella negra”, muestra de entrada el cuerpo de un astronauta tendido en el suelo. Un viajero interestelar que ha subido de la tierra al cielo en búsqueda de la divinidad. Es decir, en tránsito de lo humano a lo divino. Poco después, aparece un pentagrama. Una estrella de cinco puntas, signo de la omnipotencia y la omnipresencia, que desde sus albores ha representado también la perfección y la capacidad de controlar los cuatro elementos de la naturaleza.
Dentro del casco, hay una calavera, origen del pensamiento y, por lo tanto, del mandamiento supremo. Fuerza vital del cuerpo, el cráneo representa igualmente a Dios por ser la matriz del espíritu, la inteligencia, y el conocimiento. Con un significado especial para los masones: la muerte corporal como preludio del renacimiento a un nivel espiritual más alto. De ahí la tradición cultural de conservar para sí los cráneos de los muertos bajo la creencia de que este acto brindaría el poder espiritual que sus poseedores tenían en vida.
In the villa of Ormen, in the villa of Ormen, stands a solitary candel (…) in the center of it all, in the center of it all, your eyes… Simultánemante, al conjuro de la canción, se va haciendo referencia a su agonía, representada en una vela que se apaga; a la comunicación telepática con seres del más allá; a la apertura de un portal dimensional hecho por mujeres que se contraen y se estiran intensa e involuntariamente para finalmente caer rendidas ante sus pies como si se tratara de un hechizo que ni la muerte pudiera deshacer. En otras palabras, la puerta de entrada a la eternidad.
David Bowie fue sin duda uno de los artistas más talentosos que hayamos tenido el gusto de conocer. Intérprete del lenguaje onírico, dio rienda suelta a sus sueños, conocimientos, imaginación, y capacidad creadora para deleitarnos con relatos alucinantes, colmados de un vasto contenido, dignos de El Bosco o de Dalí.
Tramposo sagrado, hasta los tuétanos, ejerció la práctica de la cábala prácticamente hasta el día de su muerte. No en vano, coincidiendo con la celebración de sus sesenta y nueve años, saca al público, el día ocho del mes uno, un verdadero disco mágico que junto a los demás nos tendrá idolatrándolo y recordándolo gratamente por los siglos de los siglos. He ahí la magia del inmortal David Bowie.
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