La educación a distancia es como el sexo en la adolescencia: Todos dicen que lo hacen, la mayoría no lo hace y los que sí lo hacen, no lo hacen bien. Estas palabras dichas en 1996 por Larry Cooperan, expresidente de Peer two Peer University, la comunidad educativa en línea más grande en el mundo, ya no son vigentes. Según Cooperan sobre sus mismas palabras, la educación a distancia, en línea o virtual, hoy en día, ya no es una alternativa sino la única opción en muchos países. En medio de esta pandemia hemos replanteado la educación tradicional y conocido una versión cercana a la educación a distancia. Nos tocó. Pero la educación virtual hace mucho ya no era un adolescente, sino un joven adulto con retos, sueños y temores, por supuesto.
Algunas cifras. En Colombia, según el Ministerio de Educación, el 44 % de los colombianos usan internet para capacitarse. Un poco más de 90.000 personas son estudiantes de educación virtual acreditada. Desde 2017 hasta este año, el crecimiento del mercado e-learning es de 10 % anual. Es decir, cada vez más las personas reconocen los beneficios de la educación virtual. Entre ellos, costos reducidos comparados con las exorbitantes matrículas de universidades tradicionales en Colombia; comodidad para el estudiante, que no tiene que desplazarse largas distancias y puede alternar con una actividad laboral y seguimiento personalizado de las instituciones, y libros académicos gratis o a bajo costo, entre otros beneficios.
Claro que la educación virtual no es para todo el mundo. Estudiar medicina o ingeniería civil en esta modalidad es casi imposible. Pero estar confinados por tanto tiempo ha hecho que veamos cuánto vale realmente la educación que estamos recibiendo. ¿Pagamos por un campus, prestigio o el peso del cartón en el mercado laboral? No sé. Cuento mi experiencia.
Estudio periodismo y ciencia política en la Javeriana de Bogotá, pero vivo en un municipio, Facatativá, que queda a dos horas en transporte público. Dos horas ida y dos horas vuelta, con suerte, a veces más. Estoy a punto de acabar mi paso por la universidad y creo que, a excepción de algunas materias prácticas de periodismo que implican usar equipos técnicos o materias de ciencia política que requieren salidas de campo, pude haber estudiado estas dos carreras desde mi casa.
Sin duda, la experiencia cotidiana de la universidad física es maravillosa. Pero creo que las instituciones que llevan más de veinte años trabajando en un tipo de educación que no implique ir todos los días, con horarios flexibles y educación personalizada, merecen ser más conocidas.
A manera de reflexión este blog busca dejar más preguntas que respuestas, ¿El país está listo para ofrecer educación virtual a más personas? ¿Las circunstancias harán que la gente prefiera migrar a la educación a distancia por sus beneficios? ¿Las universidades tradicionales y colegios tendrán que reinventarse después de toda esta crisis mundial? Lo único que sé es que la educación virtual es un adulto que no conocíamos del todo y hay que dejarlo de tratar como un adolescente.
Nicolás Rivera Guevara
@soynicolasrg