Por estos días vi ‘The Post’ (2017), una película ambientada en 1970, dirigida por Steeven Spielberg y protagonizada por Meryl Streep y Tom Hanks que describe el trabajo de los periodistas de ‘The Washington Post’ y ‘The New York Times’ al publicar los Papeles del pentágono, que contenían información del gobierno estadounidense sobre su participación en la guerra de Vietnam. En alguna de las escenas todos los periódicos se solidarizan con estos dos diarios publicando en primera página la revelación que, según el gobierno de Nixon, era información clasificada. Las imprentas a todo dar, los camiones con los ejemplares cayendo en la madrugada en la puerta de las casas y las tiendas, todo el país conociendo la verdad gracias a la prensa.

Sobre esta película, a propósito de la coyuntura, pensé que me entristece mucho que diarios como ‘El Espectador’ estén considerando imprimir solo la edición del domingo y que ya no circulen revistas como Don Juan —sin contar la orfandad con la que nos dejaron a los suscriptores de Arcadia—. Es, sin embargo, un capricho de mi parte porque el mundo cambió y la pandemia lo que hizo fue acelerar un proceso inevitable: leer el periódico en digital y no en papel. Eso no va a ser que la calidad del periodismo sea inferior, al contrario, ofrece otras herramientas que mejoran los contenidos. Pero da nostalgia. El papel es irreemplazable para mí. Abrir el periódico, doblarlo, rayarlo, cortarlo, sentir el papel, guardar alguna portada. Un ritual. Como periodista me gustaría haber nacido en la época de ‘The Post’ y que lo que se publicara fuera definitivo sin posibilidad a cambiar siquiera una coma, a diferencia del digital. Además, la adrenalina de correr con el cierre de la edición, escoger cada foto de acuerdo al tamaño del impreso y al final sentirse orgulloso de sacar un buen contenido en el papel.

Al iniciar su carrera literaria García Márquez se enteró en una cafetería del centro de Bogotá que habían publicado un cuento suyo en ‘El Magazín’ y pensó: “Me jodí. Ahora esto va en serio”. Yo veo que esto de los libros electrónicos, las suscripciones digitales, las revistas en PDF y la reinvención de los contenidos impresos, va en serio. Sin embargo, para mí nunca será lo mismo. Debe ser que tengo alma de abuelo en retiro, que podría pasarme un día entero leyendo revistas y periódicos sin tener que sufrir estar al frente de una pantalla.