A veces, algo realmente fuera de lo común sucede en la diplomacia.
La semana pasada tuve un descanso de la ronda habitual de compromisos políticos, diplomáticos, económicos y comerciales, y me encontré a 3.500 metros de altitud en los páramos de Boyacá con algunos científicos británicos y colombianos muy entusiasmados.
Estuve allí por el apoyo del Reino Unido al programa Colombia BIO. Uno de los aspectos más destacados de la Visita de Estado del presidente Santos al Reino Unido en noviembre de 2016 fue un tour al Museo de Historia Natural en Londres, durante el cual, él y el Príncipe de Gales cerraron un simposio sobre diversidad biológica entre el Reino Unido y Colombia.
La biodiversidad colombiana es famosa, un patrimonio precioso, no sólo para este país, sino para el mundo. El Reino Unido está comprometido con apoyar a Colombia BIO, que trata de registrar y proteger tal biodiversidad. Uno de los instrumentos para hacer esto es nuestro Fondo Newton-Caldas, un presupuesto de ochenta mil millones de pesos para apoyar la colaboración científica entre los dos países. Y uno de los programas que el Fondo apoyó fue esta visita de científicos de Kew Gardens que acompañaron a sus contrapartes colombianas en una expedición a los páramos de Boyacá, como parte de Boyacá BIO.
Cuarenta y cuatro científicos británicos de Kew Gardens participaron en esta expedición, lo que puede dar una idea del nivel de interés. A ellos se unió una cantidad similar de científicos colombianos, bajo los auspicios de la Gobernación de Boyacá, Colciencias y el Instituto Humboldt. Juntos, científicos británicos y colombianos, pasaron tres semanas recorriendo los páramos de Boyacá, identificando nuevas especies o nuevos lugares de especies conocidas; registrando y mapeando sus hallazgos, recolectando, analizando y preservando sus muestras. Identificaron cerca de 14 nuevas especies de plantas y recolectaron múltiples muestras que formarán parte de la colección biológica del Instituto Humboldt.
Los acompañé en el último día de la expedición. Me permitieron, incluso, recolectar una muestra -¡bajo estricta supervisión!-.
El sentimiento de emoción y logro era palpable. La expedición realmente sobrepasó los límites del conocimiento científico y -por lo menos a los científicos británicos- los aventuró a un territorio antes inaccesible por el conflicto armado. Este es uno de los ejemplos de las oportunidades que abre el fin del conflicto.
Muchas de las plantas que los científicos encontraron tienen usos conocidos medicinales, culinarios y otros potenciales. El área en el que estábamos es increíblemente hermosa, pero cerrada a los turistas por su propia protección. Algunas comunidades todavía viven allí y llevan una vida tradicional. Administrar y aprovechar todo esto en un desarrollo económico productivo y sostenible, incluyendo, por ejemplo, próximas expediciones científicas, producción comercial o turismo ecológico es a la vez un reto y una oportunidad.
Me habría encantado pasar todo el día en el páramo -y estoy decidido a regresar-, pero teníamos una reunión en la sede del Instituto Humboldt en Villa de Leyva. Esta es otra muestra de la extraordinaria biodiversidad colombiana y de una maravillosa paradoja histórica: una institución científica de talla mundial del siglo XXI alojada en un hermoso convento del siglo XVI. Allí, junto con la directora del instituto y su equipo, el director de Colciencias, representantes de la gobernación y de la alcaldía, y el líder del equipo de Kew Gardens, celebramos el éxito de la expedición y conversamos sobre futuras colaboraciones.
Al día siguiente estaba de vuelta en mi escritorio en Bogotá, retomando la actividad diplomática convencional. Este es un trabajo importante también, construir una relación estratégica para nuestros países y ofrecer programas que marquen la diferencia para los colombianos comunes. Pero al siguiente día, después de haber visitado los páramos, -tal vez temporalmente-, le faltó un poco de brillo.