Stoker, filme del ganador del gran premio del jurado del Festival de Cannes, Chan-wook Park, conduce las emociones al límite. Escenas que logran mezclar lo sexual y lo mortal en un rico contrapunto.
La obra cinematográfica se estrenó en el 2013 sin demasiado bombo. De hecho, su recaudación en taquilla, 9 millones 350 mil dólares, fue menor a lo invertido en su producción, 12 millones de dólares. Por fortuna, este no es un blog de economía sino de apreciación.
Stoker (o Lazos perversos, 2013) fue la primera hija hollywoodense del surcoreano Chan-wook Park, reconocido en el mundo por Oldboy (2003), flamante ganadora del mencionado premio de Cannes y alabada por maestros como Quentin Tarantino. Luego, su paso creativo de Corea del Sur a Estados Unidos acabó con una obra afortunada en lo narrativo y visual.
India Stoker (Mia Wasikowska, la misma que encarna a Alicia en el país de las maravillas) es una jovencita que acaba de enterrar a su padre. La relación con su madre, Evelyn Stoker (Nicole Kidman), es una sarta de reproches silenciosos y rencores latentes, mutuos, que las distancian tanto como las unen: al final de cuentas son las herederas de una fortuna familiar, que se basa en la imponente mansión en la que transcurrirá la mayor parte del largometraje.
Con el plato casi listo para saborear un drama burgués por excelencia, nos sirven el postre, encarnado por el tío Charlie Stoker (Matthew Goode), joven y apuesto seductor que se había mantenido distante de la familia hasta la muerte de su hermano. Con su llegada, los hechos se tornan sugestivos, pues deja la sensación de querer seducir a Evelyn (presa fácil, por su manifiesta soledad) y a India (adolescente que apenas comienza a descubrir su erotismo).
Lo que por momentos pareciera una intrincada historia de conflictos familiares (cómo no sentir esquirlas influenciadoras del maestro Ingmar Bergman), de a poco da paso a un thriller lleno de interrogantes y pistas falsas que en definitiva no llegan a confundir al espectador, aunque sí lo inquietan: por ejemplo, ¿quién, en este trío, podría haber matado a la ama de llaves para mantener un secreto que no debe ser revelado?
El uso de una temperatura de imagen fría (tonos azulados) aporta en la generación de unas sensaciones de vacío, soledad y desasosiego que contrastan por momentos con cortas secuencias cálidas (tonos amarillos), en las cuales el tío Charlie se convierte en una suerte de play-boy para llevar emoción a la críptica India; y para bajarle tensión al relato.
Cabe señalar que la fotografía (dirigida por Chung Chung-hon, el mismo de Oldboy) en algunos tramos es usada como fin expresivo en sí mismo, no como un medio de la narrativa. Stoker nos ofrece poesía visual, lo cual se valora y agradece en un esquema de producción restringido como Hollywood. Las metáfora visuales son un placer para quienes gustamos de la reflexión, y la más lograda de todas la encontramos en el seguimiento a los zapatos de India, que desde bebé ha usado el mismo modelo y sobre el avance del argumento podrá verse retada a subirse en los tacones de femme fatale.
¿Podrá la jovencita convertirse en seductora, o las enseñanzas y moral de su padre muerto prevalecerán?, ¿a qué clase de impulso tendrá que apelar el tío Charlie para conseguir que su sobrina se le destape sexualmente? Para resolver estas preguntas, el director echa mano de la sutileza y en algunas situaciones prefiere sugerir antes que mostrar, lo que da vida a una escena memorable: India y Charlie acaban tocando juntos el piano, al tiempo que ella no sabe cómo salir de esa encrucijada que la incita y a la vez la recrimina, ante la inminencia de lo erótico, del clímax…
La muerte, como en todo buen thriller, es uno de los ejes que engancha. Lo original en esta ocasión es que al coctel mortal se le agrega sexo e inocencia por partes iguales, dando como resultado una obra cinematográfica que no dejará de confrontar la moral de la audiencia, que termina por preguntarse si el placer de matar puede ser tan excitante como un buen orgasmo.
Todo lo previo convierte a Stoker en una obra digna de ser descargada de la web, comprada en una esquina por 2.000 mil pesos o pagada a costo pleno en una tienda de películas. Entonces, ¿se animan a descubrir el erotismo de la muerte?
En Twitter @felipemotoa