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“Que los del sur se queden en el sur y los del norte en el norte”.
“Les llegó la hora a todo ese montón de arribistas”.

(Reacciones pescadas en la red por ésta servidora)

Lo que está haciendo el gobierno de la capital colombiana está mal, muy mal. Y no me malinterpreten, no me estoy adhiriendo a las críticas “VIP” ni me he vuelto insensible. Es una buena idea, pero el proceder está mal porque es una imposición por donde se le mire y como tal, una imposición violenta simbólicamente que genera más violencia, enfrentamientos, maltrato y es cero constructiva, en especial para las víctimas a las que silencia y mantiene en el terrible ciclo de la victimización.

¿Por qué? Una de las grandes lecciones que nos ha dejado el siglo XX, a propósito de la conmemoración de la caída del muro de Berlín en estos días, son los múltiples problemas que trae imponer ideas, constreñir libertades, y no estoy hablando sólo de libertad de comprar, desplazarse, sino de la más importante de todas y sobre la que se basa eso que llaman democracia: la libertad de actuar y elegir. Los metarrelatos de izquierda y derecha fracasaron por eso, porque la vida busca la forma de rebasar los límites impuestos, en la naturaleza, la política, las clases sociales, la cultura, dónde sea.

Está mal porque en una jugarreta que quiere mover ideologías rancias, al gobierno de Bogotá se le fueron las luces queriendo imponer modelos de ordenamiento territorial europeos sin una planeación adaptada a nuestro contexto. Vivimos en un país que históricamente está marcado por el elitismo, aceptémoslo. Viene de nuestro pasado colonial, de nuestra independencia criolla, de nuestra república a medias. Y si no me cree respetado lector o lectora, le invito a que se pase un día por el Museo de la Independencia y se fije en la dedicación con la que en la Colonia se definieron razas y mezclas para que quedara muy claro en el lenguaje “el lugar de cada uno”. Y sí, llegaron los valores modernos “Libertad, Igualdad, Fraternidad” que llevaron a la Independencia. ¿Liderada por quiénes? Por la élite criolla y vuelve el juego de unos ciudadanos mejores que otros que se ha repetido en los partidos políticos a lo largo de la historia de nuestra maltratada “democracia”.

Y entonces, ponemos el grito en el cielo porque la gente estrato 6 rechaza vivir cerca de víctimas del conflicto armado. El altruismo no existe. Punto. Menos en la política. Bajémonos del bus de los indignados y tomemos distancia. La igualdad impuesta también es fascismo, le moleste a quien le moleste tal afirmación. Lo que más me sorprende es que en esa Europa que tanto admira nuestro Alcalde y en la que asumo inspira varias de sus políticas, lo cual respeto, hay otros modelos que han pasado exitósamente de la imposición a la participación y la negociación.

Pero vuelve la falla de los “intelectuales orgánicos” a los que como murmullo les resuena muy en el fondo de su cabeza la idea despectiva y también elitista de que somos un pueblo de élites ignorantes con las que no se puede negociar, o peor, de “indios brutos” al que hay que darle las soluciones en lugar de trabajar conjuntamente para plantear acciones y devolverle su autonomía. Y no lo digo yo, sino las críticas a las izquierdas en América Latina desde posturas, no de derecha, sino pragmáticas.

¡Cuánto no aprenderíamos de las lógicas de organización indígena si les pusiéramos cuidado más allá de retóricas chimbas! O si volteáramos a mirar formas de organización alternativas como las de las Comunidades de Paz o las organizaciones de mujeres que superan con creces el elitismo, el racismo, la violencia cuando se basan en reconocer al otro y respetarse. Cuesta, sí, mucho más que criticar desde los podios elitistas o populistas.

Cuánto nos serviría que las administraciones públicas, en especial las de izquierda, tomaran ejemplo de estas personas berracas y colombianas, que voltearan a mirarse el ombligo, sí el ombligo, y dialogaran con las enseñanzas de grandes de la sociología como Orlando Fals Borda y su investigación acción participativa, por mencionar sólo un ejemplo de una disciplina colombiana. O con la pedagogía de la liberación de Paulo Freire que desde un lugar parecido habló de la educación como una forma de empoderar a las personas. Mas el legado inmenso de estas posturas negociadoras que las han actualizado hasta hoy. Yo no soy técnica, ni administradora pública, pero no dudo un minuto que hay modelos y estrategias desde estas perspectivas que incluyen el trabajo colaborativo, el diálogo, el consenso. Es que hasta le acepto al gobierno de la ciudad que lo plantee como un Laboratorio para probar todo esto, aquí en nuestro espacio y tiempo.

¿Y las víctimas?, ¿las y los beneficiados? Sus voces no se escuchan y dudo que se les haya preguntado. ¿Estarán de acuerdo con vivir en esos guetos entre ricos con sólo diez años garantizados como “estrato 1”?, ¿se le medirán a dejar aún más atrás sus raíces y formas de vida abandonadas por culpa de la violencia?, ¿querrán de veras ser más subsidiadas que productivas cuando hasta ahora se está considerando la opción de darle, al menos a las madres cabeza de familia, la administración de algunos de los locales del gran complejo urbanístico? Seguramente sí se le medirán, porque cuando se trata de supervivencia uno se le mide a lo que sea, pero no es justo con esas familias.

Ésta es una ciudad elitista, eso no es nuevo. Aceptémoslo y superémoslo, pero con opciones concertadas, realistas y permanentes, ahí sí, en el lugar que sea. Eso es inclusión, incluir al que necesita ayuda y apreciamos, y al que es radicalmente diferente a nosotros, así sea para oír su desacuerdo. Eso es democracia. Son 30 mil millones de pesos que podrían invertirse mejor. En proyectos que no sólo les den una casa sino que les hagan productivos y plantearlos en conjunto con esos grupos de víctimas, acorde a sus necesidades, intereses, ideas, tradiciones. Devolverles la esperanza, aprender a organizarse si aún no lo saben, a reconstruir lo que se les ha arrebatado y si, darles mucho más que una vivienda salpicada de odio, ignorancia, racismo, elitismo, populismo y otro montón de «ismos» destructivos. Darles un hogar, una oportunidad. Se las debemos.

@caroroatta 

ACLARACIÓN: No recibo ninguna retribución económica o de otro tipo por parte de El Tiempo u otra organización por la escritura de este blog. Las opiniones aquí expresadas son personales.

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