La muerte en la distancia es extraña porque no hay el ritual evidente de despedida en las exequias. Murió mi Pépé, mi abuelo paterno, después de más de 90 años de vida. Murió tranquilamente en su cama en Bogotá, en el instante de un suspiro que se llevó su alma y dejó su cuerpo ya agotado de tanto trajín. Murió y yo lo viví a miles de kilómetros, enviando y recibiendo condolencias a través de Facebook y Whatsapp.
Llorando y escuchando el llanto de mis seres queridos a través del teléfono. Anhelando acompañarles y al mismo tiempo agradeciendo en el fondo no estar con ellos, porque decir adiós en una Funeraria es muy duro, porque no sé si lo habría soportado.
Todo el tiempo tuve miedo de no llegar a sentir esa calma confusa cuando ha terminado el entierro o la cremación, que en el fondo está llena de alivio y resignación para asumir el duelo y continuar viviendo con el vacío de quien parte en el viaje inevitable.
Acordamos ir en familia a la Catedral de Notre Dame de Paris a la hora que sería la misa y la cremación. Casualmente a esa misma hora hubo misa allá también, con cantos a la voz de una soprano que elevó nuestra alma hasta colorearla con los tonos de los vitrales instalados a decenas de metros de altura.
La gracia del momento hizo correr lágrimas. Primero yo, en un llanto desbordado y luego cada uno: mi padre, mi madre, mis hermanas. El pecho me dolía mientras decía adiós en el entierro simbólico de quien fue el eje de mi familia paterna y mi gran influencia.
Pero también fue una despedida tranquila y agradecida por el abuelo que tuve, que me enseñó mucho de lo que soy hoy, con sus ejemplos y contraejemplos, su forma de inspirarme y contrariarme, su reserva y alegría desbordante.
Aún resuena en mis pensamientos su afirmación imperativa de que «mijita se va a mejorar de ese temblor» y «usted va a encontrar un hombre que me la va a cuidar, amar y respetar como se merece una mujer berraca como usted»…
Tantas cosas que me llenan de gracia. Gracia que me hace fuerte, incluso ante su partida. Gracia que nos da tranquilidad como familia para decirle adios a su cuerpo y abrirle un gran lugar en nuestra memoria.
En ese edificio majestuoso, después de las lágrimas mi corazón se relajó y agradecí mucho por mi vida y mi familia tal como han sido. Al llegar a casa me dí cuenta de que los días anteriores, e incluso hacía unos meses, había hecho poco a poco mi ritual de despedida a mi Pépé.
Le dije explícitamente cuando empezó a decaer, que podía irse tranquilo porque yo ya me estaba mejorando poco a poco y aprendí a convivir con mi temblor. Que conocí a alguien que me abrió el corazón y a quien le abrí el mío, con lo difícil que es eso en esta época de tanto individualismo.
Ajusté mi percepción para ver los detalles llenos de gracia en mi vida. Y así logré ver una pequeña mariquita en la silla frente a mí en esa gran catedral, que me lo recordó mientras sonreí por esas formas misteriosas como la belleza se nos manifiesta a veces.
Volví a mis lecturas para que el día después de su muerte, en el tren abriera la página de mi libro de Simone Weill y me encontrara con un pensamiento que me recordó que el vacío que mi abuelo nos deja a mí y a mi familia, se llenará de gracia con sus recuerdos y enseñanzas. “La grâce comble, mais elle ne peut entrer que là où il y a un vide pour la recevoir, et c´est elle qui fait le vide».
Encendí a diario mis velas para mis oraciones-meditaciones híbridas en mi Anarquismo Espiritual, dónde en mis llamados acudo a diversas metáforas para encontrar mi espiritualidad situada y reflexiva. Y trabajo a diario mi cuerpo para que conviva en tranquilidad y equilibrio con la enfermedad.
La calma del fin de las exequias por fin llegó, es más, nunca se había ido, y la muerte en la distancia me recordó el valor del distanciamiento. Una metáfora de que las pérdidas, las crisis y la enfermedad hacen parte del equilibrio y el secreto para asumirlas está en nuestros rituales, grandes o pequeños, solas o acompañados. Qué linda lección me deja tu partida mi Pépé, y contarlo es mi mejor homenaje.
Le invito a leer mis poemas aquí
Y a conocer algunas memorias sobre mi enfermedad aquí
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