La Historia lo ha demostrado: «De tout temps la politique a été la science de l’absurdité«, desde siempre, la política ha sido la ciencia del absurdo, decía entre las dos guerras mundiales el escritor Stefan Zweig (1881-1942). Absurda, porque a muchos ciudadanos pareciera que les gustara lanzarse a los extremos, como se lanza uno a un pozo, buscando tocar fondo.

Y solo cuando se toca fondo, con una dictadura de izquierda o derecha, con un gobierno ultra liberal e individualista u otro benefactor y asistencialista, o cuando se vive la guerra en el patio de la casa, comienzan a surgir las preguntas y las opciones moderadas se hacen más visibles. Pero con todo y eso, los resultados de la primera vuelta de las elecciones presidenciales no me dan miedo e iré a votar.

No me da miedo, porque me siento parte de un proceso. Como país, por primera vez en nuestra Historia estamos viviendo lo que es la Democracia. Más de diez y nueve millones de personas votaron, algo nunca antes visto. Por primera vez, la izquierda y la derecha son rivales en las urnas y no con las armas. Es cierto, aún hay fallas y hubiera querido que ganara el centro. Pero no fue así, y al «ser parte» de dicho proceso, el cuento no es solo conmigo, involucra a todo un colectivo.

Para ver las opciones, sequémonos las lágrimas, pasemos la tusa y volvamos a las preguntas básicas: ¿qué es la política? En su definición amplia, refiere a toda actividad, arte, doctrina u opinión, cortesía o diplomacia tendiente a la búsqueda, ejercicio, modificación o mantenimiento del poder público, necesario para el funcionamiento de cualquier grupo social.

¿Qué montón de palabras, no? Llamo la atención sobre dos aspectos cruciales para lo que se avecina: la Acción o el hecho de actuar, idea que subyace a esta definición y el poder público como la capacidad que tiene el Estado para obligar a alguien a realizar un acto determinado.

Colombia es un Estado de Derecho, nos guste o no, y si somos consecuentes y jugamos el juego de la Democracia saliendo a votar en primera vuelta, no vamos a irnos a la banca antes de que termine el partido. Hay una responsabilidad a asumir más allá de nuestra decepción y lamentaciones. Hace parte del contrato social que como seres humanos, con la intención de convivir en sociedad, establecemos de manera implícita. Es un deber ciudadano. No caigamos en el extremo de defender solo nuestros intereses.

Siempre he pensado que, en toda elección presidencial, la primera vuelta corresponde al voto auténtico dónde la intención se acerca al objetivo, lo acaricia, lo seduce. Podemos manifestar nuestra opinión sin reparos, haciendo política en lo cotidiano, soñando un país diferente.

Pero en segunda vuelta la cosa se complica si no pasa nuestro candidato. Es allí donde la política no puede quedarse solo en la manifestación de una opinión. Lo vemos bien en la definición más arriba, es eso y otras cosas. En segunda vuelta, el voto tiene que ser estratégico. Y hoy, el sistema que le permitió a usted participar en esa primera vuelta, está en riesgo.

La frustración puede llevar a algunos a preferir quedarse en casa. O incluso a votar en blanco*, postura que respeto profundamente, pero, como dicen los populares dichos: «de nada sirve llorar sobre la leche derramada» y «el palo no está pa´ cucharas». Así sea doloroso, lo que está en juego ya no es su opinión, lo que está en juego es el bien común. Lo que está en juego es el mismo Estado de Derecho. 

No hay que ir muy lejos en el análisis para darse cuenta que los dos candidatos representan dos visiones de mundo muy distintas y sus ideas del “bien común” son radicalmente opuestas. La propuesta de poner la Biblia por encima de la Constitución y de eliminar la corte constitucional  son supremamente peligrosas. En este contexto, su voto ya no es suyo, es el voto de un colectivo. ¡Es absurdo pero así es la política! Y si por emocionales, jugamos a ser dignos y no votamos, estamos pecando por ingenuos.

Aunque no se sienta representado o representada, no olvide que, gane el que gane, será el líder del Estado, al cual usted pertenece, así no esté de acuerdo, y dónde usted también tiene un poder. Porque la Democracia no se reduce solo a unas elecciones.

Hay que actuar, no hay de otra. Hay que votar por el «menos pior», sí, pero es votar también por aquel que garantice la continuidad del Estado de Derecho, que nos da el derecho a manifestar nuestro desacuerdo y garantiza que seamos gobernados por leyes y una Constitución, y no por la arbitrariedad.

*No es claro si el voto en blanco será valido en segunda vuelta. Según expertos, técnicamente no tiene validez.
Ver el artículo: ¿Sirve de algo votar en blanco en la segunda vuelta a la Presidencia?

@caroroatta