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Hasta hace muy poco tiempo se creía que los delincuentes informáticos eran sujetos jóvenes, de no más de 25 años, con personalidades asociales y egocéntricas muy marcadas, movidos por el interés de acceder a información reservada, por el simple reto de romper esquemas de seguridad y por su necesidad de ser valorados en la comunidad del hacking. La imagen estereotípica del hacker es un jovencito de anteojos, que no se mete con nadie y que siempre al llegar a casa después de clases se conecta a la Red y, mientras come pizza y toma cerveza, se dedica a urgar sistemas ajenos y a ufanarse ante sus amigos por los logros que va alcanzando.
Sin embargo, ya muchas voces se han levantado y han advertido acerca de un cambio preocupante: investigadores policiales en otros países han encontrado numerosas organizaciones criminales dedicadas a hackear con fines eminentemente económicos, no egocéntricos. Christopher Painter, Deputy Chief de la CCIPS, en una reciente entrevista a Reuters indicaba cómo para el Departamento de Justicia «…aún existen los hackers solitarios pero cada vez más encontramos grupos criminales que se organizan en línea para atacar a sus víctimas a través de Internet». Estos grupos suelen cometer sus fechorías mediante el robo de identidades, el uso de tarjetas bancarias (de crédito y débito) y mediante el uso de botnets.
Estas organizaciones, buscando dinero a como de lugar, son contratadas por empresas que quieren información reservada de sus competidores, por narcotraficantes que quieren acceso a información guardada por las autoridades, por terroristas que buscan conocer planes de ataque en su contra… por novios celosos que quieren jugarle una mala pasada a su pareja, en fin, las posibilidades son ilimitadas. Y esto también pasa en nuestra Latinoamérica; casos se conocen acerca de organizaciones innombrables que han contratado grupos de bandidos informáticos para realizar las más variadas tareas.
Pregunto: sabemos con certeza si a alguien en Colombia se le ha ocurrido contratar los servicios de un grupo de hacking con el fin de tumbar el servicio de acueducto de una ciudad, o de tumbar el número 112 (emergencias de la policía) justo en un día de elecciones, o de apagar las luces de las pistas del aeropuerto El Dorado justo en la noche del 23 de diciembre? Estos escenarios no son imposibles y hasta ahora la OEA está tomando a nivel regional acciones y dirigiendo la iniciativa que debió surgir hace mucho tiempo.
Nuestro país es sumamente vulnerable a los ataques en línea; si los sectores bancario y bursátil siguen siendo vulnerables, el sector público, con su enorme cantidad de entidades en todos los órdenes, es una invitación a cometer un hack de viernes por la noche.
El hacking dejó de ser un juego de niños hace mucho tiempo; los hay todavía que lo hacen por diversión, pero lamentablemente entramos ya en la era de las grandes ligas.
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