John Gregory Ardito, capo miembro de una familia genovesa en la ciudad de Nueva York, fue perseguido arduamente por la Fuerza de Tarea Conjunta Contra el Crimen Organizado del FBI; en la investigación en su contra se utilizaron todos los medios imaginados, incluyendo los tradicionales micrófonos, que fueron incluso instalados en los 4 restaurantes frecuentados por él y sus asociados (Brunello Trattoria, Mario’s, Agostino’s y The Marina, todos en New Rochelle). Ardito, con la obvia paranoia de alguien dedicado a sus negocios, descubrió micrófonos en 3 de esos restaurantes en julio de 2003 y el FBI tuvo que, silenciosamente, remover los restantes.
Como consecuencia de esto, Ardito y su gente decidieron empezar a reunirse en 12 restaurantes adicionales, en el interior de vehículos, en la casa del mismo Ardito, en una tienda de vehículos, una oficina de venta de seguros, una joyería, un consultorio médico, un barco y en vías públicas.
Los agentes se encontraron entonces en una aparente sin salida: acercarse a él implicaba un riesgo muy alto de perderlo y necesitaban prever sus acciones y conocer sus movimientos en detalle. Ardito y sus hombres evitaban las conversaciones telefónicas, fueran o no a través de sus teléfonos celulares; así que los agentes federales recurrieron a una ingeniosa forma de obtener la información que requerían: convertir el celular del mafioso en un micrófono, en uno de los tan conocidos bugs (para el caso de los celulares, se conocen como roving bugs). De hecho, desde 1997 la National Recoinassance Organization indicó que «un teléfono celular puede ser convertido en micrófono y transmisor de las conversaciones que tienen lugar en su cercanía».
¿Cómo lograron esto? Primero, consiguiendo las órdenes judiciales del caso durante 2003 y 2004, de la Juez de Distrito Barbara Jones; en el punto que nos interesa, decían «y para interceptar comunicaciones orales que ocurran en lugares usados por John «Buster» Ardito que son de impráctica especificación» y hablaban de «un dispositivo de escucha colocado en el teléfono celular».
Ahora bien, sobre qué era este dispositivo hay dos posiciones:
– Una característica del teléfono mismo que utilizó el FBI para convertirlo en un micrófono, es decir, en un oído que escuchaba y transmitía todos los sonidos a su alcance.
– Software instalado en el teléfono que permitió al FBI activar su micrófono y escuchar los sonidos alrededor del aparato.
Existe discusión entre expertos en seguridad acerca de cómo fue convertido el teléfono en un roving bug; los unos consideran que el FBI pudo fácilmente acceder al aparato (durante una reparación, por ejemplo?) y los otros critican que la batería de un micrófono pequeño difícilmente habría durado todo el tiempo durante el que el se hicieron las interceptaciones. Adicionalmente, afirman que es posible descargar e instalar software en algunos modelos de celulares, sin el consentimiento o el conocimiento de su usuario; ejemplo de esto son, de acuerdo al consultor en contrainteligencia James Atkinson, los aparatos Nextel, Samsung y el Motorola Razr.
Como haya sido, un documento del Juez de Distrito Lewis Kaplan indica cómo el celular servía de micrófono y transmisor así se encontrara apagado «interceptando las conversaciones dentro de su rango sin importar en dónde se encontrara». Adicionalmente, el juez afirmó que «(m)ientras que un aparato móvil hace que la interceptación sea más fácil y barata que frente a un micrófono estático, no significa ni implica nuevas inquietudes frente a la privacidad… simplemente elimina la necesidad de realizar repetidas entradas a lugares e instalaciones de aparatos. No invade zonas de la privacidad que el Gobierno no podía alcanzar por métodos más convencionales«.
Más herramientas para la lucha contra los delitos, que mucha falta hacen por estas latitudes. Igual no es que sea una técnica precisamente «nueva», pero en nuestro país todo suele llegar con unos añitos de retraso… 🙁
Carlos S. Álvarez
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