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El Fondo Nacional del Ahorro (FNA) es una institución bancaria creada, a través del Decreto Extraordinario 3118 de 1968, para administrar las cesantías de los empleados públicos y trabajadores oficiales con el fin de contribuir al bienestar de los colombianos, convirtiendo su ahorro en vivienda, que posteriormente se agregó también en educación.

Esto debería ser la principal preocupación del FNA, cuidar bien esas cesantías y no solo mientras estén como un capital de inversión en sus arcas, también cuando son aportados como parte de un préstamo para obtener esa anhelada vivienda, lo cual hace que la relación cliente FNA, como banco hipotecario, debiera ser de mayor cercanía y camaradería que la de un cliente normal con cualquier otro banco.

El FNA cuenta con un presupuesto de más de un billón doscientos mil millones de pesos que es distribuido en su Junta Directiva, encabezada por el Viceministro de Vivienda, con base en su visión de ser una entidad eficiente y sostenible que garantice productos y servicios de calidad, contribuyendo al bienestar de sus afiliados con la importantísima función misional de recaudar lo que los trabajadores colombianos, en especial del Gobierno Nacional, aportan durante gran parte de su vida trabajando por el país, esas cesantías de los afiliados son de las principales entradas para este fondo, unidas a los pagos de cuotas mensuales por los préstamos que se generan con base en estas.

Entonces, podemos ver que el FNA no fue creado para ayudar solo a la gente más necesitada, frase en boga para no apoyar al 50 % de la población en las actuales circunstancias y las que la precedieron, fue creado para “hacer realidad los sueños de vivienda y educación de nuestros afiliados”, de los trabajadores de todos los estratos, por la sencilla razón que en todos los estratos hay sueños y necesidades, siendo la vivienda uno de los factores diferenciales de su pertenencia a cada estrato.

Los préstamos, en general, son solicitados por las personas que quieren obtener algo que no se puede adquirir con el dinero con el que se cuenta actualmente, esto es particularmente importante en el caso de la vivienda, lo normal es que las personas que quieren superarse, hacen un préstamo para vivir un poco o mejor de lo que viven al hacer el préstamo, por juicioso que sea el cálculo que el afiliado haga, este se hace en el límite de sus capacidades, con la idea de que al ir progresando y ascendiendo, cada vez ese préstamo le sea más fácil pagarlo.

De manera que, a la hora de una crisis como esta, en todos los estratos se necesita solidaridad, en este caso para que los afiliados no pierdan su vivienda, ya que golpea muy fuerte todos los estratos, pero a la hora de dificultades de trabajo, entre más alta la cuota que tiene, mayor la necesidad de recibir alivios, para no amenazar la estabilidad de la familia, en su bien más preciado, su vivienda.

Lo anterior, demanda que el FNA sea consecuente con su misión en una pandemia que está afectando a todos por igual, para mantenerse fieles a ese lema de hacer realidad el sueño de vivienda, que debe guiar todas sus decisiones. El FNA no puede tomar acciones que resulten en quitarle la vivienda a los afiliados empleados del estado y quienes ya dejaron de serlo por edad u otra circunstancia. Porque son personas que confiaron en el FNA, sus pares, que durante años trabajaron para depositar allí sus cesantías, con la esperanza de tener una vivienda propia, que juiciosamente tomaron un préstamo, que llevan muchos años trabajando arduamente para pagar puntualmente su cuota. No pueden sus funcionarios, en una actitud mezquina, indiferente, indolente y falta de solidaridad, aprovechar esta situación de fuerza mayor, crear nuevas deudas o aumentar las existentes para supuesto beneficio adicional del FNA, ya que esto dificultaría aún más la situación de sus afiliados, agrandando el problema económico producido por la pandemia, en contra de todos los principios de su institución.

Tampoco puede el FNA ir en contra de lo ordenado por el Señor presidente en su alocución presidencial y a través del Decreto 493 de 2020 del 29 de marzo 29, en que claramente ordena conceder Periodos de gracia, con el fin de impedir la extensión de los efectos de la emergencia en los deudores de cartera hipotecaria, durante los cuales no pagarían las cuotas y estas, sin causar ningún efecto legal ni económico en el historial del préstamo, pasarían sin ningún interés adicional a ser pagadas al final del préstamo. En eso consiste la solidaridad que prometió, no se les está regalando dinero en efectivo a los afiliados, no va a salir un solo peso de las arcas del FNA, simplemente va a dejar de recibir durante tres a seis meses de gracia un dinero que llegará después, es más eso le da más posibilidad de que así sea.

Pero no, el FNA se niega a cumplir la orden presidencial, atrincherados en sus casas o quien sabe dónde, desde el inicio de la pandemia, su call center solo atiende para nuevos créditos, ninguna extensión permite que un afiliado ya existente hable con un funcionario del FNA, toca llamar como si fuera a adquirir un nuevo crédito y al solicitar información sobre alivios les responden que desafortunadamente no pueden hacer nada, que ellos lo van a llamar, como si los funcionarios de solicitudprorroga@fna.gov.co fueran de otra entidad, como quien dice los buena gente son los que atienden las nuevas víctimas y los malos los que se encargan de los que ya cayeron en sus garras.

Los actuales funcionarios del estado en el FNA no quieren ser solidarios con los otros trabajadores del estado y los que ya dejaron de hacerlo; como dice el dicho, no hay peor cuña que la del mismo palo, quieren usar la figura del Periodo de gracia para obtener aún mayores ganancias, para el FNA supuestamente, CERO SOLIDARIDAD, con el agravante que ponen en peligro la vivienda de sus colegas y excolegas, llevándolos sin piedad a una situación de muy difícil pago, al elevar las cuotas inmediatamente siguientes al Periodo de gracia.

En una absurda y despiadada maniobra no conceden ni tres ni seis meses, “conceden” dos meses pero, sin cumplir lo ordenado en el decreto de que se pacten entre los beneficiarios y la respectiva entidad, a partir del tercer mes le suben la cuota en una treintaiseisava parte del valor de la suma de los dos meses, más lo que varíe el UVR, una cifra indeterminada sin límite, obligando al afiliado, para poder aceptar, prácticamente a firmar un cheque en blanco sobre el aumento de su cuota mensual, por los próximos tres años. En otras palabras un nuevo préstamo a tres años con cuotas que unen los dos préstamos, a partir del tercer mes.

Lo anterior significa que, trabajadores estatales actuales y pasados, que juiciosamente hicieron el cálculo de una cuota en el límite de sus posibilidades, a partir del tercer mes tendrán una cuota de por lo menos el 10 % mayor, en que según el mismo Presidente, todavía vamos a estar afectados por la pandemia, entre 12 y 18 meses, contando la treintaiseisava más la incertidumbre de lo que suban el UVR, en un momento en que económicamente la situación puede ser aún más grave, en especial para quienes no recuperen su trabajo o como independientes no consigan trabajos esporádicos por hacer, eso es lo que el FNA obliga al afiliado a firmar para otorgarle el supuesto Periodo de gracia.

Dicen que situaciones como esta de la pandemia sacan lo peor de las personas, pero evidentemente también de las instituciones, que a la final son el reflejo de las personas que lo dirigen, o las que los mandan a ellos; hay que ver que tan arriba hay que ir a buscar la(s) mala(s) persona(s) que muestra su peor faceta a través de instituciones como en este caso el FNA, creada inicialmente para hacer el bien.

Tan mala es la actitud actual del FNA y de los miembros de su junta directiva, encabezada por el Ministro de Vivienda, delegado en su viceministro, que además de contradecir a su jefe el Presidente de la República, van en contravía de la misión de ambas entidades del Gobierno, una la de contribuir a mejorar la calidad de vida de sus ciudadanos disminuyendo el déficit de vivienda, mediante la financiación; y la otra, la de contribuir al bienestar de los colombianos convirtiendo su ahorro en vivienda, las “soluciones” que le ofrecen a sus afiliados en la pandemia, es convertir su ahorro en una impagable doble deuda, forzando la posibilidad que tengan que quitarle la vivienda, todo lo contrario de su razón de ser.

Con base en lo expuesto, la única respuesta posible a la pregunta planteada en el título es SÍ, el FNA perdió el rumbo, pero con ellos lo perdieron quienes los guían a un nivel más alto, quedan entonces otras preguntas por formular ¿Qué dice el señor Presidente de su orden de solidaridad convertida en abuso a los colombianos? ¿Cuál es la responsabilidad de los organismos de control encargados de verificar que cumplan con su misión y su papel en la sociedad? ¿Que hace el defensor del afiliado, o es solo una figura decorativa? Respuestas necesarias de manera urgente en momentos que se enfrenta tan grave amenaza. Están demorados todos en determinar si esta desviación 180° de su orientación misional obedece a simple ineficiencia, ineptitud, o a un malintencionado desespero por sacarle al afiliado hasta el último centavo y con qué reales intereses no dan los alivios como están ordenados.

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