En mis entregas anteriores de este blog he hablado de las causas del paro, pero en este momento la atención no puede ser separada de las consecuencias y la violencia que se riega por toda la geografía colombiana. Así mismo, del sentimiento de impotencia de tantos colombianos y de la actitud cada vez más generalizada de rechazo a unas personas que, aunque no de todos eran voceros legalmente, al principio algunas de sus peticiones parecían representar lo que los ciudadanos aspiraban o resentían de la situación en el país.

En este momento esas personas, los dirigentes del paro, no solo cambiaron el rumbo, por lo menos el que aparentaban al principio, y pasaron de reclamar cosas que todos los colombianos querían – aunque desde el principio no todas eran queridas por todos – a pedir cosas imposibles de cumplir, con la obvia finalidad de mantener por siempre un protagonismo cada vez más negativo para el país y con consecuencias cada vez más graves para cada uno de los colombianos, que se sienten engañados por estas personas, por lo menos los que alguna vez les creyeron.

La violencia creada es como una bola de nieve que cada vez será más difícil de parar, ni dirigentes del paro ni autoridades van a llegar un buen día y decir ‘ok, se acabó’ e inmediatamente todo ese vandalismo y delincuencia desbordada va a parar en seco. Esto es algo que se debe parar ya y ninguno puede evadir la responsabilidad que le toca.

Los directivos del movimiento del paro no pueden creer que causar caos es un logro, en algún momento por su actitud y sus declaraciones pareciera que se sienten orgullos de tener un poder de mover a todo un país y esto sería algo digno de reconocer, pero no si esa convocatoria cada día degenera en violencia y caos, lo cual los vuelve cómplices. Que no lo hubieran sido el primer día, discutible y se basa en sus intenciones reales que nadie podrá conocer, pero del segundo día en adelante, cada vez que una manifestación pacífica se convierte en violencia, es toda su responsabilidad el no volver a citar marchas que al final del día solo terminen en violencia, pillaje y destrucción. Es que estamos hablando de más de 8000 manifestaciones públicas desde el día que citaron al paro, en 720 municipios, de las cuales 948 han degenerado en disturbios violentos y muchas en actos delincuenciales y afectaciones a bienes privados y públicos. No hay razón alguna para que los dirigentes del paro puedan evadir la responsabilidad de esto.

A partir de determinado momento, cualquier marcha que se ha presentado en el país ha degenerado en actos de violencia y en consecuentes acciones delictivas. Puede que el Comité del Paro no controle a todos los que salen a la calle, incluidos todos los que vandalizan, pero las marchas están dando pie para que aprovechen, de manera que ya hace rato pasó la hora en la que los dirigentes del paro debían dejar de llamar a manifestaciones, por ningún motivo, ni siquiera a marchas con actos culturales por la tarde que degeneran en violencia por la noche. Ya pasó la hora en la que los padres responsables eviten que sus hijos salgan a estas marchas, que los ciudadanos de bien eviten estar en la calle innecesariamente, tanto por los paros como por la pandemia, que no podemos olvidar que existe y que tiene al máximo el sistema de salud del país, que además del alto contagio, se ve afectado por la falta de insumos para prevenir y combatir la enfermedad, que las autoridades nacionales y regionales no permitan más manifestaciones o se pongan horas de autorización de las mismas por seguridad nacional.

Entre las principales responsabilidades de los dirigentes del paro está el de los bloqueos que algunos hacen ver como parte de las manifestaciones y reclaman que deshacerlo es violencia, pero no reconocen que al hacer un bloqueo están violentando los derechos de los colombianos a la salud, a la vida, a la movilidad, al comercio, a la paz, a la tranquilidad y a muchas cosas, incluso las que decían que causaban las manifestaciones. La principal responsabilidad de los dirigentes del paro es la de no haber rechazado los bloqueos, algunos pocos dicen que no es su responsabilidad, pero ninguno lo rechaza como una desfiguración del paro que exigen y que están causando unas pérdidas a los colombianos que alguna vez dijeron defender y que cada vez defienden menos, en esa exacerbación de un ego inflado por una pésima interpretación de algún logro del convocado paro.

El punto es que ya Colombia está demasiado afectada por las consecuencias del paro, de lo cual todos y cada uno de los colombianos debemos tener conciencia y entre más afecte la violencia campante, más debiéramos hacer todos y cada uno de los colombianos, para esto:

Primero que todo, claro está, los dirigentes del paro, si los vándalos y delincuentes realmente no hacen parte de su organización, deben condenarlos públicamente y además parar los llamados a manifestaciones hasta que se termine el último acto vandálico, bloqueo o cualquier actividad que afecte negativamente a los colombianos.

Segundo, las autoridades y las Fuerzas Armadas con base en inteligencia, respeto, uso proporcional de la fuerza, ejemplo y exigencia de respeto a la autoridad deben actuar para prevenir, controlar y resolver las situaciones en contra de las instituciones, la propiedad privada y todos los derechos de los colombianos. Es que dejar que la violencia se incremente en cada situación requerirá una respuesta proporcional, que a su vez será también cada vez más violenta. Las autoridades no deben permitir marchas que desde un principio terminarán en daños, a quién se le puede ocurrir autorizar una marcha de antorchas, adivinen ¿en qué termina? ¡Claro! En incendio de lugares, no hay que ser clarividente para eso, más bien son abiertamente cómplices de los incendios posteriores, o ¿en qué parte de la Constitución está que hay obligación de autorizar marchas con antorchas?

Tercero, cada uno de los colombianos, por pandemia y en prevención de la violencia, debe incluirse en un auto toque de queda hasta que termine esta situación de violencia, quien no tenga algo esencial que hacer en la calle no salga; por ningún motivo debe involucrarse en ningún tipo de manifestación, ni siquiera para la exaltación de la virgen, ni la paz, ni la defensa de nada que por bueno parezca, en realidad puede tener la verdadera intención de que al final se degenere en violencia.

Cuarto, los padres tienen una enorme responsabilidad en guiar a sus hijos, hacerles entender que pueden tener derechos y libertades, pero estas deben llegar hasta donde inician las del vecino. Aplicado a las manifestaciones, sus derechos y libertades no pueden afectar a las de otras personas que no tienen nada que ver con quienes causan sus inconformidades, cualquiera que estas sean y por amor filial, aconsejarles que en este momento cualquier participación puede afectarlos injustamente al quedar envueltos en una situación por fuera de su control. En estas manifestaciones cualquier cosa puede pasar y como padres hay que cuidarlos. Prevenir que algo les pase debe ser una prioridad familiar, pero como están las cosas también ciudadana.

Dicho lo anterior, es evidente que uno de los puntos más determinantes de la situación es el de los dirigentes del paro. Es necesario que se bajen de su ego, que asuman la responsabilidad de sus actos y que este fin de semana permitan que los colombianos – la mayoría nunca sintieron que los representaban y muchos de los que sí tienen claro que ya no lo hacen, solo a sí mismos y a una violencia desbordada – tengan un fin de semana tranquilo y a partir del lunes de manera magnánima anuncien que entran en un receso indefinido que permita al país una recuperación vital. Seguramente, el Gobierno seguirá dialogando con ustedes y sin presión de ningún lado se puede llegar a encontrar avances en cualquier cosa que sea lo que piden, que ya los colombianos no sabemos ni qué es. Lo único que se observa es que lo que sea que están buscando va en contra de todos los colombianos, convirtiéndose ustedes en este momento en los peores enemigos de Colombia.