Después de tantas marchas, manifestaciones, disturbios, saqueos, violencia y bloqueos es apenas obvio ver que las autoridades nacionales no tienen la autoridad moral para decretar cuarentenas, ni aislamientos y si lo ordenan, no saben ni pueden controlar que se cumpla o como siempre terminamos cumpliéndolos los mismos, los que obedecemos la ley, pero incluso algunos de los que normalmente cumplen la ley, por necesidades personales o familiares, se verían obligados a incumplirlas si el hambre u otras necesidades se lo exigen.
La autoridad moral se ha perdido para muchas cosas en Colombia, los gobiernos, nacional y regionales, parece que tuvieran un reloj que marchara a una velocidad diferente a la del país y las regiones por la forma en que toman las decisiones. La reforma tributaria, que desde antes de ser presentada fue criticada y se mostraron ampliamente sus inconveniencias, por ser benévolo con ella, fue retirada 15 días después de lo debido como lo dije en otra entrega de este blog; la reforma a la salud, que no fue iniciativa del gobierno, fue hundida por lo menos tres semanas tarde por un congreso que también se queda atrás en su sentido de oportunidad; todos se han demorado al menos 4 semanas en disolver los bloqueos, empezando tímidamente a levantarlos al menos tres semanas después de lo necesario; las decisiones para entrar con la fuerza pública a controlar son tardías, normalmente las están tomando cuando la violencia está fuera de control y no con base en la inteligencia y prevención, en el momento en que surca el aire la primera piedra, que marca el fin de lo pacifico de cualquier manifestación.
Ni hablar de la toma de decisiones para acabar con el supuesto paro, que ya no es ningún paro y quienes dicen representarlo, ya no representan a nadie, ni a ellos mismos. Los promotores un día dicen una cosa y al día siguiente otra, primero dicen que los bloqueos no son por orden de ellos, pero otro día dicen que autorizan para que se levanten progresivamente y cuando muchos no le hacen caso, dicen que esos no dependen de ellos. Al final del día y de este mes largo de violencia, quienes pagan los platos rotos somos todos los colombianos, en medio de unos bloqueos que violan despiadadamente los derechos a la movilidad, a la salud, a la seguridad alimentaria y en muchos casos incluso a la vida; mientras quien los ordenó o dio pie para que lo hicieran no lo quieren parar decisivamente y las autoridades no pueden detenerlos o piensan que mostrando que los otros son los malos les va a dar réditos políticos en las próximas elecciones. El hecho indiscutible es que no los han podido parar o por lo menos aliviarlos con las herramientas constitucionales que tienen, ¿qué puede tener de difícil hacer caravanas por vías del país evacuando los puertos y garantizando el aprovisionamiento que el país necesita?
Toda esta falta de oportunidad en la toma de decisiones, que ha ocasionado manifestaciones, las pacíficas y las violentas, los saqueos y vandalismos, unido a la incapacidad de entidades gubernamentales y privadas de fortalecer los servicios domiciliarios, el teletrabajo, el tele comercio y la atención a distancia, han llevado al país a lo que algunos han llamado un doble tercer pico de la pandemia que tiene a muchas ciudades en el tope máximo de su capacidad de atención contra el covid. Sí, el COVID, esa pandemia en la que estamos metidos y que no fue tenida en cuenta al presentar al inicio de este tercer pico la reforma tributaria, que algunos con razón llamaron maldita; ni los mandatarios locales tuvieron en cuenta al autorizar marchas cada día ni ponerle horas a su duración, si es que lo hicieron, porque igual nunca terminaron o degeneraron en disturbios y violencia ya ampliamente repicada.
Ahora que se da una especie de partida a la reactivación nacional, a partir de este 8 de junio en algunas ciudades, los promotores del paro – que se levantaron de la mesa después de discutir durante un mes si iban a conversar o a negociar, sin conseguir absolutamente nada para los colombianos, mientras con los bloqueos dañaron la economía afectando a todos – llamaron a una toma de Bogotá para el miércoles 9 de junio, dirigido a dañar este intento de reactivación que tanto necesitan los colombianos. Solo hacer daño es lo único que se ve en las cada vez más malvadas intenciones de este grupo de personas que solo se representan a ellos mismos. La pregunta es: ¿las autoridades la van a permitir?
A muchas personas les parece inconveniente llamar a la reactivación en medio de la este pico de la pandemia, incluso yo estaría en desacuerdo con la medida, pero la cantidad de personas en la calle por tan diferentes motivos dejan sin sentido el tratar de hacer cualquier tipo de cuarentena, porque, como sucede con el porte de armas, solo terminan obedeciendo los que cumplen la ley, dejando las armas y en este caso la posibilidad de salir, a los que no la cumplen. ¿Qué mínima lógica tiene hacer una cuarentena en la que quienes trabajan, producen, ayudan y hacen algo útil por la sociedad sean los que cumplan dejando de hacerlo, mientras los que destruyen y no le hacen caso a la autoridad, ni esta se los puede exigir, dejan de cumplir esa restricción? ¿Qué lógica tiene ordenar que no se puede trabajar, ni hacer ejercicio, ni rumbear, ni prestar servicios y mover la economía, pero sí esté permitido manifestarse, violentar, robar, vandalizar y crear caos?
Siendo muy consciente de la necesidad de un mayor aislamiento para bajar este ya también largo pico de la pandemia, ante las circunstancias en que las autoridades han dejado llegar al país, ya no parece irresponsable aceptar que lo mejor es abrir la vida nacional a lo que cada uno necesite y a sus prioridades individuales o familiares específicas. No hay nada más perjudicial para una sociedad que sacar leyes, decretos y resoluciones que nadie cumpla o que sea más normal incumplir; además de lo ya expresado, estando fuera de control la posibilidad de aislamiento, cualquier tipo de cuarentena o restricción ya casi que es un absurdo, de manera que la apertura de toda la actividad comercial es casi que de obligada aceptación. Aunque mejor expresado sería que se autorizara el aislamiento que cada cual considere de acuerdo con sus capacidades y necesidades.
En ese sentido, no puedo dejar de recomendar a los colombianos conscientes, que son muchos, que hagamos entre todos el aislamiento que a cada uno las circunstancias le permitan, quienes puedan trabajar desde casa, quienes no tienen que salir, quienes no han sido vacunados, quienes tienen preexistencias, quienes no necesiten salir a algo vital, etc., por favor no salgan, por la pandemia primicialmente, pero también por la inseguridad rampante, ocasionada por los desmanes, por la creciente delincuencia, que hace parecer que las autoridades, ante tanta amenaza junta, se hubieran quedado en la mitad mirando sin saber cuál solucionar primero, pero todas siguen desestabilizando este país, hasta un punto cada vez más difícil de aceptar y dificultando un normal vivir.
La verdad es que ya estamos cansados de esta situación que vive el país, en la que unas autoridades elegidas para dar bienestar al pueblo están dedicadas a mostrar lo malo que sucede, a mostrar que los malos son los demás, pero muy poco a corregir y devolvernos la normalidad, llamando ya normalidad poder vivir los rigores de la pandemia, en una relativa tranquilidad, que a los gobernantes parece que ya se les ha olvidado que es lo que los colombianos queremos.
En cuanto a lo que nos ocupa que es la pandemia y que debemos hacer, se ha vuelto lo más urgente para muchos colombianos subsistir, de nada sirven medidas restrictivas que muchos desconocen e incluso hacen exactamente lo contrario, entonces debemos aceptar que los colombianos a la final deben velar por su propia decisión de exposición al virus, en la medida de las capacidades de cada uno, quienes ya fueron vacunados, que cada vez son más, exponerse un poco más a trabajar, producir, reactivar, ayudar a los que no lo han sido; igual, los que tienen algún grado de inmunización por haber sobrevivido al virus y los que definitivamente no quieran o puedan quedarse en casa que utilicen esa decisión para ser útiles a si mismos, a su familia y ojalá a la sociedad.