En momentos en que cede un poco la pandemia con indicadores relativamente menores como el de 95 muertos diarios y la aplicación de 14´209.000 millones de dosis completas del esquema de vacunación, en los que el país tiene una crisis de migración en Urabá y llevamos unos años invadidos por inmigrantes venezolanos -que dicen que llegan a casi dos millones de personas- llega una nueva temporada de la serie Inmigrantes. Por convenio con los Estados Unidos, vienen en camino una cantidad calculada de hasta 4.000 inmigrantes, como parte de una campaña mundial para proteger a los ciudadanos afganos, especialmente a las mujeres, su vida y sus derechos.

Lo particular del caso, es que gran parte de los inmigrantes no vienen para quedarse en Colombia, vienen de paso de Venezuela hacia el sur o hacia el norte; vienen de Haití, la mayoría hacia el norte y de los que no pueden viajar por vía marítima de su mismo país se van al embudo continental de Panamá, a través de Urabá, empezando una larga travesía con el ánimo de llegar a Estados Unidos.

Cada paso de frontera, unos más peligrosos que otros, son una odisea para cada una de estas personas, que ya se imaginaran las condiciones en que estaban en su país para en medio de la pandemia arriesgarse a hacer semejante travesía, incluso pasando por Colombia, que hasta hace un par de semanas nos encontrábamos en medio de uno de los peores momentos de la historia, por la combinación de la pandemia y violencia sin control.

No se puede dejar de notar la política de inmigración de los Estados Unidos, donde ahora parece que hay inmigrantes buenos e inmigrantes malos y la incidencia que tiene en nuestro país, ya que ambos pasan por aquí. Se calcula el gasto en unos 1.300 millones de dólares anuales atender a la población migrante, según cifras de Migración Colombia.

Tenía pendiente un blog sobre la aglomeración de inmigrantes en Urabá, pero lo había guardado por la masiva llegada de vacunas de Estados Unidos a salvar el Plan Nacional de Vacunación y de pronto no era oportuno halar esa cuerda. Pero este si es el momento oportuno porque no sé si en reciprocidad a esa donación o a cualquier otra ayuda estamos en la increíble posición de ayudar en algo a los Estados Unidos, pero a la vez, tenemos el problema de estar saturados de personas que se dirigen a ese país.

Como siempre, los problemas deben ser planteados como una oportunidad y esta sí que lo es, ya que la mayoría de inmigrantes son temporales para nosotros y pueden llegar a ser definitivos para ellos. Bajo este contexto, es conveniente aprovechar este momento en que están hablando los principales expertos del tema, para tratar con ellos la situación de la aglomeración de inmigrantes en Urabá, pues su destino es el mismo, Estados Unidos.

Sería inhumano dejarlos pasar el tapón del Darién o dejar que se arriesguen en lancha para llegar a Panamá, sufrir luego en las fronteras de Costa Rica, Nicaragua, Honduras, Guatemala, atravesar todo México para llegar a la frontera de Estados Unidos y que no los dejen entrar, o a unos sí y otros no. ¿Por qué la cancillería no incluye en las conversaciones de los inmigrantes «buenos» para Estados Unidos, hoy provenientes de Afganistán, a los “malos” que tenemos ya aquí? ¿Qué tal si se establece una oficina de inmigración de los Estados Unidos en Urabá? Con esto se podría definir la situación de cientos de personas, aliviar el hacinamiento que tenemos en Necoclí y aprovechar los aviones que se regresan sin pasajeros de traer afganos.

Según informa Migración Colombia, los afganos van a estar aquí temporalmente, mientras se les hacen los trámites migratorios, de manera que se juntarían las funciones de todos los migrantes pendientes para ese país. Esa solución aliviaría mucho el problema a Colombia, a los países de Centro América y al mismo Estados Unidos, ya que se solucionaría el conflicto migratorio lejos de sus fronteras. De igual forma, se puede aprovechar los aviones que lleguen con afganos para que se devuelvan a Estados Unidos con los inmigrantes aceptados y en el siguiente, se les devuelve a sus países con venezolanos, haitianos y otras nacionalidades. Estas conversaciones podrían ser incluso multilaterales y del mayor interés de parte de todos los países involucrados en la atención de inmigrantes.

Otro tema, no menor, es cómo se va a manejar eso en Colombia. De acuerdo con lo que se informa en las noticias, los gastos que signifiquen los inmigrantes afganos van a ser cubiertos por los Estados Unidos, e incluso se ha dicho que estos ciudadanos ya tenían una historia de colaboración y/o trabajo con el país norteamericano.

Así mismo, serán alojados en hoteles en sitios por definir de la geografía nacional. Esperamos que sean bien escogidos, más por conveniencia país que por influencia política, o deshacerse del problema enviándoselo sin ningún planeamiento a mandatarios regionales. Que bueno sería que escogieran sitios en donde la industria turística ha sido más golpeada, que se contraten hoteles, posadas o albergues con economía deprimida por la pandemia; no sobra decirles que sean hoteles de propiedad de nacionales y se les dé la oportunidad de reactivarse con un contrato de uno, dos o más meses que dure el convenio con Estados Unidos.

Por otro lado, se espera que los contratos para alojamiento y alimentación no los vayan a administrar quienes han manejado mal la alimentación escolar o sean utilizados para malversar los recursos públicos. Lo que se requiere es reactivar la economía nacional. Ojalá que en los contratos se comprometan con la reactivación y creación de empleos, a no seguir dando recursos a quienes tienen sus intereses fuera en el extranjero -pese a ser colombianos- y, como establece la Constitución Nacional, acatar las leyes de este país. No es que vamos a acomodar nuestras costumbres y leyes a las de ellos, cosas que ya se han visto antes.

Como se ve, esta nueva temporada de Inmigrantes puede ser de mutuo beneficio, pero eso si, bien manejada. Que no vaya a ser motivo de otro escándalo al que terminando este gobierno van saliendo cada semana. Se requiere mucha organización, control, iniciativa y dolor de patria, para que esta situación sea aprovechada como una oportunidad y no se cree un nuevo problema.