En el fragor de la contienda electoral se pierde la perspectiva de lo que le importa a los colombianos y al mismo país. A pesar que las elecciones son una herramienta de la democracia, en medio de la pelea por los votos, muchos se olvidan de esta, emprendiendo acciones que distan de las palabras. Como dice el refrán: dime qué presumes y te diré qué careces, quienes más hablan de defender la democracia menos hacen por preservarla o tener una conducta honestamente democrática. El Dane acaba de manifestar que el 55,6 % de sus encuestados consideran al país “medianamente democrático”, lo que parece confirmar que una cosa es hablar de ser democráticos y otra serlo.
En este momento en que ya llevamos tres semanas de haber pasado, sin mucho éxito el día uno de la jornada electoral (D1), en lugar de sentirnos felices de haber votado, de haber ejercido uno de los pocos derechos que esta democracia nos permite, el país está sumido en una incertidumbre y desilusión apabullante. Muchos nos preguntamos ¿qué se hizo nuestro voto? ¿a quién se lo dieron? o ¿simplemente se perdió? Y lo grave no es solo el nivel de decepción general sobre la transparencia de las elecciones, es si esa decepción se va a traducir en mayor abstención, porque ya ni el voto en blanco sirve, igual lo contarían como les da la gana. Eso es lo que está pasando.
Hablando de a quién le importa la democracia, ya hablé del nivel de abstención que hubo en el D1 de alrededor de la mitad de los colombianos, quienes enviaron ese mensaje deliberadamente. Es de prever que eso tiende a agregarse a quienes ahora, convencidos que votar no sirve para nada, no se van a dañar el puente festivo para ir a dedicar una mañana o una tarde para que unos cuantos vivos, que les importa todavía menos la democracia, no cuenten o cambien el destino de sus votos, en unos formularios cuyo diseño está afectando gravemente la democracia. ¿De que serviría mi voto y el de 2 o 3 de mi familia, si aparecen de un día para otro 500.000 votos de la nada?
Como siempre en este país, lo que pasa con el conteo no es culpa de nadie, la cabeza visible más protuberante, que es el registrador, achaca la aparición de votos a entendibles “errores” de esos formularios, pero no hay responsables y menos garantías de que esto no vaya a volver a pasar. A otros niveles de los garantes de la democracia en Colombia no hay quien por lo menos salga a transmitir calma sobre el proceso electoral, ni mucho menos a pronunciarse sobre acciones correctivas, para que esto no vaya a pasar en el segundo día, la primera vuelta de la Presidencia (D2). El país hoy se encuentra a la deriva en uno de los temas más importantes para una democracia: la plena garantía a quienes ejerzan el voto que se lo van a contar al candidato por quien votó, sin dejar un ápice de duda.
¿A quién le importa que ese proceso dé las garantías? No necesitamos que, como pasó con la violencia post paro y la inseguridad, nos muestren un año después quienes fueron los supuestos culpables. Si a alguien le importa la democracia en este país, ¡ya!, ¡hoy¡, antes del D2, debemos exigir que garanticen que ir a votar si vale la pena. Antes del D2, deben explicar claramente como aparecen 500.000 votos solo a un partido, si el “error” fue de los formularios, ¿Cómo están diseñados para que todos cometan “el mismo error” y que después solo lo encuentren a favor de un solo partido? Es que donde se embolatan 500.000 votos… ¿qué termina valiendo mi voto? ¡NADA¡ y eso ¿a quién le importa? A ¡nadie¡
Mientras la inacción, pasividad e indiferencia de quienes tienen la responsabilidad se toman el tiempo para llegar, como siempre, con solución o disculpa cuando ya las cosas pasaron, las actitudes de muchos candidatos, sus mentores, los partidos y muchos seguidores andan en las mismas: haciéndole esguince a la democracia. En otras palabras, diciendo unos que no hay democracia, pero participando en el proceso electoral y reclamando votos que le aparecen por todos lados; y otros, diciendo que si los eligen serán los únicos que defenderán la democracia. Pero no se ve que exijan transparencia en las votaciones del D1 y, bajo su mirada pasiva, ven a sus áulicos invitar a tomarle el pelo a los candidatos que recién llegan al debate electoral, así como patrocinando que los excluyan de los debates en que participan.
Si alguien dice defender la democracia, decir que es su adalid y su futuro protector, debe mostrarlo con hechos, no palabras. Si lo invitan a un acto para candidatos presidenciales y excluyen algunos candidatos, que incluso manifiestan abiertamente que quieren participar, deberían abstenerse de participar en solidaridad. Esto, además, sería una muestra de seguridad en que sus tesis y propuestas son de mayor aceptación para los colombianos. Pero no, dicen que van a defender la democracia, pero dan a entender que democracia es que todos voten por ellos, no que todos participen en igualdad de condiciones y garantías.
Como muchas leyes en Colombia, la mayoría están bien diseñadas, pero hecha la ley hecha la trampa. Los colombianos tienen la oportunidad de escoger en primera vuelta a conciencia a quien consideren, no pueden dejar que dos personas les digan por quien hay que votar. No se pueden dejar quitar la libertad de depositar su voto por quien quieren, para hacerlo por quien le dicen que lo tienen que hacer, para conveniencia de quien se lo dice o de quien lo ordenó. Por algo se dice, que se tienen los gobernantes que nos merecemos, la pregunta es ¿qué merecemos?
En medio de todo este maremágnum de información, no se oye una autoridad, una voz, una organización que trate de guiar a este país a consolidar una verdadera democracia; como en todo, prolifera la actitud de muchos de que los vivos viven de los bobos, que el que más asuste cree que va a ganar. En las redes, el susto, la amenaza, la incertidumbre cunde, incluso auspiciado por quienes deben propender por un ambiente electoral sano.
Los partidos políticos, como herramientas democráticas de la mayor importancia, están cada vez más desprestigiados. En lugar de coadyuvar a crear un ambiente de salubridad democrática, por medio de sus bodegas atizan los problemas relacionados, incluso con comentaristas de prestigio en radio, televisión y prensa contribuyen a llevar notas apocalípticas, si no votan por el candidato de sus intereses.
Si nos dejamos llevar a las urnas a votar con miedo, otra vez, serán 4 años más de polarización y al final otras elecciones en estas mismas condiciones de terror, pocas propuestas y una democracia cada vez más débil, lo que desafortunadamente parece no importarle a nadie.