ES LA DECISIÓN A TOMAR EN LA SEGUNDA VUELTA.
En la mayoría de países civilizados, unas nuevas elecciones dan un aire de esperanza, de renovación positiva, con mentes abiertas, ideas novedosas y planes de desarrollo para un mejor bienestar del país. En Colombia es muy diferente, pues, en medio de la polarización, más entre personas que entre ideologías, estas elecciones traen incertidumbre, temor y hasta miedo de que puede pasar según quien sea elegido, llegándose hasta a temer que nuestra democracia y nuestra economía pueda llegar a dejar de ser como la conocemos.
Otra vez, después de cuatro años, el mismo sentimiento y sobre todo el mismo miedo ¿hasta cuando nuestro país va a estar en estas? ¿Cuándo tendremos un buen gobierno que nos muestre claramente que no se requiere cambiar el modelo democrático ni económico, porque la ejecución impecable del que tenemos fue excelente, que los funcionarios de turno pudieron hacer las cosas bien y nosotros vivimos mejor?
Dejando a un lado las posibilidades de cambio de modelos, una de las principales cosas que se define este domingo 19 de junio, es cómo se van a financiar los próximos cuatro años de gobierno y la diferencia más protuberante entre las propuestas de los dos finalistas gira alrededor de lo anunciado en este título: hacer una Reforma Tributaria (RT) que, como lo anunció un candidato buscará recaudar la exorbitante suma de $50 billones de pesos, o la otra propuesta que considera una RT innecesaria, mientras $50 billones de pesos se diluyan en la corrupción, que impide que lleguen los beneficios al país y a los colombianos.
El candidato que habla de la necesidad de semejante RT aduce como su principal justificación disminuir la desigualdad social, que incluye bajar la pobreza. Para eso se encuentra rodeado de los congresistas que han estado en el legislativo los últimos 20 años haciendo RTs, unas más grandes que las anteriores, con este propósito. No obstante, el resultado de esa formula es la pobreza que se tiene hoy, agravada por semejante inflación, producto de las permanentes alzas, impuestos, aumentos de combustibles y servicios públicos, lo cual lleva a que la pobreza se traduzca en hambre, ya que con los precios actuales no se permite comprar lo necesario para comer, 1, 2 o 3 veces al día.
Por otro lado, es evidente que esos recaudos van a cualquier parte menos a disminuir la pobreza. Es más, si se mira una curva de cómo ha crecido la corrupción, esta ha aumentado paralelo a los topes de las RTs que se han hecho. Y es apenas lógico, si el PGN fueran $50B, la corrupción no podría ser de esa cantidad, ya que algo hay que dejar para que funcione el estado, ya con el presupuesto en $350B la corrupción es de 50B, pues con 400B la corrupción subirá a 60 o 70B.
Está más que demostrado que a más presupuesto aumentado por cada RT, mayor corrupción; como una bola de nieve. Así como que por mucho que se ha aumentado el mismo, la pobreza no disminuye, antes aumenta proporcionalmente. Si aumenta la corrupción y aumenta la pobreza, además de los efectos de hambre por el más alto precio de los alimentos, ¿qué beneficio puede pensar llegar a producir este candidato para el país? con la certeza de la experiencia de sus compañeros de propuestas, con quien seguramente tendrá considerables compromisos, que ya lo han hecho por 20 años ¡llevando a la pobreza actual!
Es mucho más lógica entonces la propuesta de llegar a evaluar el presupuesto nacional presente y moldearlo a las verdaderas necesidades y prioridades de los colombianos. Entre más se ajusten las partidas, los rubros, los proyectos y todas las actividades receptoras de presupuesto, menos cabida habrá para corrupción. Para eso, se pueden aprovechar los anuncios del presente gobierno de una excelente reactivación y un, según ellos, envidiable crecimiento económico, con los impuestos que genera, además de otras cosas positivas que hasta la fecha anuncian, pero no se traducen en beneficios o por lo menos en la disminución de imposiciones a los colombianos o congelar los infladores servicios.
Esta, es entonces la decisión que debemos tomar los colombianos, entre otras cosas, si elegir a quien quiere llegar a gastar a manos llenas, acompañado de los mismos de siempre en un desesperante continuismo y los compromisos con ellos, a costa de una mayor exigencia impositiva o, elegir a quien quiere llegar a optimizar el gasto, ajustándolo a estrictamente lo necesario, que de hacerlo como se anuncia incluiría, indudablemente, una reducción de la corrupción.
Una entrega de gobierno decente y sana es leal más con los colombianos, que con el entrante
Además de lo anterior en cuanto a la decisión, no podemos pasar por alto que hace el gobierno para entregar a quien llegue, lo cual no muestra un horizonte muy halagüeño, marcando una intención de propulsar una tendencia alcista bastante desfavorable para inicio del siguiente gobierno.
No tiene discusión que el combustible es uno de los determinantes más importante de la inflación, con los servicios públicos. Desafortunadamente están directamente relacionados con tasas y bonos que favorecen al gobierno, de manera que la pereza de los funcionarios del mismo de compensar estas con otras ganancias recibidas por encima de lo esperado, de ajustes a lo normal y la ya demostrada nula preocupación por los colombianos, hacen que se mantengan en constante aumento y con ellos la inflación, hasta llegar a niveles fuera de toda proporción, que sería absurdo tender a aumentarla aún más.
El anuncio del gobierno de aumentar progresivamente el combustible desde junio no parece de muy buena fe, en medio de la inflación, escudándose en un déficit fiscal, y que el Fondo de Estabilización de Precios de los Combustibles supuestamente está en déficit, como si ese fondo se alimentara por arte de magia, pues no, había y hay que alimentarlo y no venir a decir que está en déficit cuando no se hace nada para tenerlo en los niveles necesarios, a pesar de entradas adicionales publicadas. Estos aumentos, aseguran una escalada alcista en todos los elementos de consumo y la ya imposible canasta familiar. Esta tendencia unida a la incontrolable devaluación, va a hacer que este gobierno entregue no solo en una inflación real de dos dígitos, sino que además deja una tendencia grave al nuevo gobierno, como quien dice le deja un tiquete a una hiperinflación segura de una manera descarada y poco leal ante la situación que va a encontrar el próximo, pero más grave es que el que va a perder realmente es el colombiano y su comercio, que cada vez se lo ponen más difícil para la reactivación, lo que incluso afecta negativamente el recaudo de impuestos. Ojalá no sean otra vez cuatro años culpando el gobierno anterior.
Para esta desafortunada y sórdida medida, toman la ecuación de la economía nacional y solo afectan los indicadores negativos a la misma, no tocan los factores positivos; de manera que, siempre les da la necesidad de más costo de combustible, de más tasas, de más impuestos y todo en contra del colombiano. No tienen en cuenta factores como el, tan cacareado, crecimiento económico por encima de cualquier expectativa. Resulta que ese mayor crecimiento y sus cálculos incluyen unos impuestos y aumento de recaudo inusitado, ese no lo incluyen en la ecuación. Tampoco, que somos productores y que afortunadamente Ecopetrol con esta buena administración y buenos precios del crudo tiene buenas ganancias, ni la mejora en las proyecciones presupuestales de pasar de cálculo de U$60/Barril a 100 (cuando pasó lo contrario, los economistas colombianos de la misma gallada de los de ahora hicieron una RT para esa “debacle”, pero cuando es bueno ahí si no lo tienen en cuenta), las buenas ganancias del Banco de la República, que puede que no haya podido con el dólar, pero produce ganancias, todos estos y más factores que pueden incluir en una gran ecuación económica.
Esa ecuación se puede ampliar tanto como la imaginación de los economistas quiera, pero se requiere vocación de servicio, conocimiento y querer mejorar el bienestar de los colombianos, por encima de alimentar la corrupción y despilfarro. De una mayor reactivación y mayores ventas, calcular en cuantos impuestos adicionales se traduce y podrán ver que a lo mejor mantener los precios actuales de combustibles le puede producir más impuestos al tener mayores ventas y todo eso redunda en lo social, mucho más etéreo y difícil de medir, pero seguramente mejor que $180.000 de ayudas bimensuales. Es mejor que puedan comprar los alimentos con las entradas normales y con todas las empresas aumentando el empleo por la demanda de bienes y servicios (el gasto de energía del sector empresarial aumentó un 20% en la última estadística, mostrando mayor actividad industrial), que hacer cerrar muchos negocios y combatir la pobreza causada con subsidios, que a más altos precios solo son más hambre. Pero eso sí, para eso les toca pensar, correlacionar, y sobre todo querer el bienestar de los colombianos, deseo cada vez más escaso en los funcionarios públicos colombianos.
Tenemos entonces una gran decisión para este domingo 19 de junio, independiente de las posibilidades de cambio de modelo político y económico, en el esperanzador supuesto que no se dé, la principal decisión económica gira entre si le damos la chequera al que nos pide $50 billones adicionales de entrada para gobernar con los mismos de siempre, o quien nos asegura que con el presupuesto nacional existente puede manejar las finanzas de la nación y en el camino reducir sustancialmente la corrupción. Todo lo anterior, sin dejar de mirar muy de cerca como cierra el gobierno con responsabilidad hacia los colombianos, sobre cualquier jugadita para dejar en calzas prietas al gobierno entrante. Esperamos que sea lo mejor para todos y que podamos seguir sintiéndonos orgullosos de ser colombianos.