LA OTRA CARA DE LA MONEDA DE LOS IMPUESTOS. Se celebró este 20 de Julio el día de la independencia de los colombianos ¿De qué? Del yugo español que restringía la libertad de nuestros antepasados y que, no menos importante, exigían grandes contribuciones de impuestos. Situación que se volvió insostenible para 1´400.000 habitantes de la Nueva Granada, que unos pocos españoles los mantuvieran sumisos con restricciones a la libertad e impuestos, sin recibir beneficios a cambio como sociedad, ya que los tributos se los llevaban para España, y lo que se trabajaba aquí y se producía no se reflejaba en mejora sustancial de la calidad de vida de los colombianos.
Uno quisiera pensar que todo eso cambió con la independencia y que 212 años después, viviendo en un país soberano, sin una fuerza extranjera que lo subyugue, vivimos felices, libres y con los impuestos justos para poder desarrollarnos como personas, familia y sociedad. Donde esos impuestos que se pagan van directamente a mejorar la salud, la seguridad, las vías, las áreas comunes o de recreación, y tenemos una vida tranquila, donde el estado no se mete a decidir en cómo caminamos, respiramos, qué comemos o bebemos, y cada uno está en lo suyo; si busca a los demás es para ser más fuerte como sociedad y obtener mejores resultados para nuestro desarrollo en conjunto.
Pero no, después de 212 años el escenario es mucho más parecido a la primera situación que a la segunda. La diferencia es que ahora casi en la misma proporción, o relativamente más pocos, subyugan a 50 millones de habitantes y los tributos, en lugar de irse para España, toman un rumbo a la dimensión desconocida, pero igual no llega en la proporción que debiera a mejorar la vida de quienes trabajan y les quitan una parte de su producido en forma de impuestos, siendo cada vez más difícil mejorar su calidad de vida. Incluso, en los más generales, como el IVA y adiciones a los alimentos y bebidas, dificultan comer y sobrevivir. El hambre y la sed hacen ya parte de las consecuencias del alto costo de los alimentos y bebidas en Colombia, que los dejan fuera del alcance de muchas personas en el país.
Siempre que se inicia el trámite de una reforma tributaria, quienes ocupan el gobierno de turno se desviven por demostrar que los colombianos somos unos irresponsables que no nos gusta pagar impuestos, que queremos vivir gratis, y algunos exagerados alcanzan a decir que no pagamos impuestos. Por eso inicié esta serie sobre los impuestos, mostrando que sí pagamos, y bastantes. Una vez aclarado esto, así como que con ellos está constituido el presupuesto general de la nación, la otra parte de la historia es si los colombianos que elegimos para administrar los entes nacionales y regionales los administran bien, si hacen lo que tienen que hacer con ellos, si son coherentes con el énfasis que le exigen a los colombianos que «lo responsable es pagar impuestos y que no quieran todo regalado», si también son responsables para administrar cada centavo para el bien común de la nación y cada uno de sus ciudadanos. Muy poco se ve que coloquen sobre el tapete lo que hace el gobierno con nuestros impuestos, algunas veces se toman la molestia de decir porque los aumentan, de manera muy general, sin ahondar mucho, porque generalmente no resiste el más mínimo examen.
Hablo de examen, porque nunca hay tiempo para analizar que ha hecho el gobierno con los impuestos, en especial últimamente que los gobiernos llegan directo a poner impuestos, sin haber gobernado, de manera que no se le pueden pedir cuentas anteriores, ni cuestionar cómo los usan. El filtro que hay para la aprobación de los impuestos se supone que es el Congreso, pero Reforma Tributaria que llega, de una u otra forma siempre es aprobada, por eso, últimamente, como en el caso del paro que se volvió violencia, la idea fue evitar que llegara al congreso y cuando llegó, la violencia arreció hasta que la retiraron, que fue la única forma de evitar que la aprobaran.
Ya todos los colombianos saben que, en ese filtro, no se surten instancias de análisis crítico, en especial con las reformas anteriores, llegan con una nueva, muchas veces con mensaje de urgencia para impedirlo, sin analizar qué pasó con la anterior, ¿sirvió?, ¿toda o parcialmente? ¿fue contraproducente? ¿llegaron los dineros a su destino?, pero ¿se usaron en lo que se había decidido? No, jamás se ha visto debates de análisis de la(s) reforma(s) anterior(es) y sobre eso decidir si se le vuelve a autorizar al ejecutivo aumentar el presupuesto, aún más, con base en un estudio detallado. Es claro que la plata nunca sobra, en el papel, pero no lo es menos que si se asigna en demasía, además de castigar innecesariamente a los colombianos, se incentiva la corrupción; si teniendo grandes necesidades la plata se desvía, ¿cómo será si se da más de lo que incluso se tiene planeado recoger?
Tampoco ese Congreso, que he llamado filtro, que también tiene funciones de control, hace revisiones periódicas de lo que se hace con los impuestos, por decir algo del presupuesto asignado formado por ellos. El tema prácticamente solo se toca cuando se les ocurre por cualquier motivo poner más impuestos, pero sesiones periódicas de revisión del cumplimiento de lo establecido en el momento de haberlos solicitado, no se ve. La responsabilidad del Congreso, la supervisión y control de lo aprobado en la reformas tributarias, es mínimo; que puede ser más irresponsable, en especial con los colombianos, que aprobar un nuevo presupuesto, y aún más, nuevos impuestos que los alimenten, sin saber que paso con los aprobados anteriormente?
Otro de los problemas de la responsabilidad del Congreso con los colombianos es acerca del concepto mismo de qué son y para qué son los impuestos y qué tanto derecho tiene a meterle la mano al bolsillo de los colombianos, para lo cual nunca debieran olvidar el origen de los impuestos o de las contribuciones a la sociedad para entre todos vivir mejor. Con base en los excedentes que cada persona o familia daba para tener unas comunidades más fuertes, luego países que se pudieran administrar y crecer mejor que cada habitante por su lado, era casi que voluntario de acuerdo con sus capacidades, lo cual no siempre funcionó ya que a partir de determinado momento no todos contribuían con lo que debían y tocó hacer algo, se crearon normas y leyes para ser lo más organizados posibles, pero de ahí a a que esas normas o leyes le quiten mas de lo que puede dar o incluso que ese impuesto lleve hambre y sed a los ciudadanos, indica que se está sobrepasando la filosofía de para qué son los impuestos y sobre todo representa una extralimitación de regulación, de quienes se eligen para gobernar.
No se puede ser lo suficientemente enfático en decir que por ningún motivo los impuestos pueden llegar a causar malestar general y muchísimo menos hambre y sed a todos los colombianos para con ellos favorecer a unos cuantos con subsidios u otras prebendas. Se debería poder exigir impuestos hasta no tocar la subsistencia general de cada individuo. Aunque suena lógico, con diferentes etiquetas engañosas que le ponen a algunos impuestos, los colocan inclusive por encima de la prioridad de la vida, incluso hasta la salud. Resulta que ahora la supuesta salud que puede dar un impuesto (grandísima mentira) es más importante que la vida. Si matan a muchas personas de hambre, cómo le van a mejorar la salud ¡Muerte es salud cero!
Esto nos lleva a la responsabilidad del gobernante, y su filtro legistativo, en no solo usar los impuestos ordenados apropiadamente para buscar el desarrollo y el bien común de la sociedad, también la de no sobrepasar la filosofía de los impuestos en su creación. Cada impuesto que se ordene, debe ser la contribución de cada persona o empresa para mejorar algo en el país y esto por ningún motivo se puede hacer produciendo daño en quienes se designa para pagarlos, que en casos como el IVA son absolutamente todos. Los impuestos deben ser sobre los excedentes de lo que produce, para contribuir con la sociedad, no un limitante a su mínimo vivir, a comer y beber de manera apropiada, a proveer la educación a sus hijos, a tener recreación y justo descanso en unas vacaciones (fomentando el turismo), no puede acabar con la posibilidad de progreso y realización como ser humano, de ir haciendo un ahorro que le permita en un futuro próximo o mediano acceder a una vivienda, a un medio de transporte.
La filosofía de la existencia de los impuestos no puede ser sobrepasada por la ambición de un gobierno de turno, que pierde la perspectiva de las necesidades de sus gobernados ante el establecimiento de planes fantasiosos, que a la final solo beneficiaran a unos cuantos, para lo cual no pueden dañar la existencia de todos y menos si esos planes nunca se llevan a cabo, pero los impuestos si se imponen. Para cada impuesto que se coloque se debe medir claramente la incidencia que tiene en quienes les toca pagar, incluso cuando se habla de la función social de algunos impuestos, se debe tener en cuenta el impacto social real no solo de sus efectos, sino también de su imposición y pago, lo cual pocas veces se menciona y que será materia de otro blog de esta serie.
Se aproxima el cambio de gobierno y con ello la amenaza de una nueva reforma tributaria, con la cual dos terceras partes de los colombianos no estamos de acuerdo, desafortunadamente los resultados oficiales de los votos en las urnas dicen que el nuevo gobierno ganó con 11 millones de votos. Se quiere tratar de desconocer que 10.5 millones votaron por la opción de que no hubiera reforma tributaria, que el presupuesto actual es suficiente, que lo que se requiere es disminuir el gasto público y la corrupción y el presupuesto alcanza y sobra, tampoco se tiene en cuenta quienes no confiaron en ninguna de las dos opciones de segunda vuelta y votaron en blanco o simplemente consideraron que ir a las urnas era perder el tiempo.
La responsabilidad con los colombianos es muy grande y la reforma tributaria es el primer paso de un gobierno que se presenta como el cambio (iniciar con reforma tributaria no es cambio), esta no puede llegar directamente a perjudicar a los colombianos con la esperanza de después producir algunos beneficios. Hay alarmas prendidas de carestía mundial, de una altísima inflación y devaluación que deja el gobierno saliente, las medidas con que inicia no pueden llegar a exacerbarlas ni a desconocer las alarmas, porque las consecuencias las pagaremos todos. Esta reforma tributaria, está prácticamente acabando con el periodo de gracia o “luna de miel”, que se le da a cada nuevo gobierno, de manera que presentar el mismo 8 de agosto una propuesta en contra de todos los colombianos, se saltaría directamente los 100 días que normalmente se dan de compás de espera para ver cómo van a gobernar, de hecho parte de esta profunda devaluación en que estamos ha sido causada, desde antes de recibir, por muchos anuncios que llenan de temor a los colombianos y actores internacionales. Un nuevo gobierno debe llegar con la esperanza de un nuevo futuro, pero mejor, no uno lleno de incertidumbre y temor.