Viendo desde un punto de vista apolítico y tecnócrata, las elecciones son una competencia en donde varios candidatos usan sus capacidades para llegar al final con la mayor cantidad de puntos posibles, que llaman votos, para alcanzar la meta primero y levantar el trofeo: el derecho a ejercer la Presidencia de un país, empresa u organización.
Como en cualquier competencia se espera que los participantes, sean varios en la ronda clasificatoria, o los dos que queden en la final, tengan exactamente las mismas prerrogativas, las mismas condiciones, las mismas responsabilidades y acepten y respeten las mismas reglas de juego.
En una competencia por puntos (votos), todos los competidores deben empezar con el acumulado de puntos en cero e iniciar a ganar votos con base en lo que van haciendo en el tiempo establecido para la competencia.
Normalmente cada participante cuenta con un equipo, el cual debe tener también las mismas herramientas, reglas, obligaciones y posibilidades para apoyar a su participante.
En toda competencia tiene que haber unos jueces, ojala nombrados por un organismo externo a cualquier equipo de los competidores, financiado por un ente independiente de cualquiera de los competidores o sus equipos.
Veamos entonces en esta competencia llamada “elecciones” como es la participación de un competidor que cuenta con la posibilidad de reelección contra otros que lo hacen por primera vez.
En cuanto al tiempo, el cual no puede ser manipulado, y por tanto no es tan grave en cuanto a viciar la competencia, el candidato que juega con la posibilidad de reelección, ha tenido su periodo para demostrar sus capacidades, cómo hace las cosas, qué resultados realmente produce, si cumple lo que ha prometido, entendiéndose las promesas como una de las oportunidades o posibilidades que tienen los candidatos para sumar puntos. También puede considerarse este tiempo un arma de doble filo, porque los candidatos que no han ejercido pueden prometer y no cumplir, mientras quien ya prometió, en caso de haber cumplido tendría ventaja, así como está en desventaja si en la competencia pasada prometió y no cumplió; por lo menos eso sería lo lógico si es una competencia sana.
En lo referente a empezar con el contador de puntos en cero, todos arrancan en cero menos quien lleva puesto el color de la reelección. El competidor de la reelección, que ejerce ya el cargo en disputa, cuenta con ventaja, pues está desempeñando el cargo por el que está compitiendo y tiene nombrados a los funcionarios de ese gobierno, que otorgan puntos (votos), de manera que estos que se están beneficiando de esos votos con un cargo y un salario también velan por el voto para asegurar su puesto. Es muy complicado que un funcionario en ejercicio, bajo el mando de un competidor, no vote por ese competidor, independiente de si el competidor lo hizo bien o mal, incluso así lo haya hecho pésimo; el funcionario vota por ese competidor por propio beneficio, a menos que le hayan quedado mal, lo hayan ofendido o definitivamente vea que es un peligro para la sociedad que representa.
De manera que, de entrada, el competidor vestido de reelección arranca la competencia, en el caso de Colombia con más de un millón de puntos en el momento de empezar la competencia, en una asociación con los que ha favorecido personal o grupalmente. Esto en una competencia no es sano, en automovilismo se da la oportunidad de salir en la pole en el primer puesto, con base en una competencia previa, pero no que lleve tres vueltas de ventaja.
Una de las herramientas de la competencia para todos es la publicidad, cada candidato con su equipo organiza una publicidad en la medida de sus capacidades, tratando de abarcar a todos sus posibles votantes, ojala pueda en todo el límite de la competencia, el territorio nacional. El participante de la reelección cuenta con dependencias del gobierno por todo el país, de manera que la publicidad de todas las instituciones quedan bajo su servicio, a modo de publicación de resultados, de estadísticas, de planes futuros y todo esto pensando de buena fe que lo que muestran es cierto, pero la ventaja sobre los otros candidatos es bien grande.
Toda competencia necesita un patrocinio y una logística que demanda un presupuesto que disponer, en este caso la principal para conseguir puntos es convencer más personas habilitadas para dar esos puntos, para lo cual hay que desplazarse a donde estén, sacar panfletos, publicidad, documentos, etc. Por bien preparado que esté un candidato nunca va a tener la cantidad de recursos que puede tener directa o indirectamente el candidato que participa por reelección.
En cuanto a los árbitros, el candidato de la reelección es el que provee los recursos a los árbitros para organizar la competencia y dice cuando, como y donde se los entrega. El Consejo Nacional Electoral, el árbitro de esta competencia, elige al árbitro principal, el registrador y mal que bien es un ente independiente que puede ser un buen árbitro, pero también como es el árbitro de otras contiendas, se desempeña como cuerpo consultivo del gobierno, teniendo durante el periodo, mucha más interacción con el equipo del participante de reelección que los otros candidatos que escasamente lo conocerán.
Por todo lo anterior y solo viéndolo desde el punto de vista de una competencia sin trampas, ni vicios, ni factores irregulares y menos ilegales, la reelección le quita cualquier sentido de justicia e imparcialidad en cuanto a las capacidades y posibilidades de los concursantes para ganar en franca lid esta competencia. Afortunadamente en Colombia la reelección quedó prohibida por evidentes razones que no son del caso mencionar. Pero en algunas organizaciones se mantiene, incluso algunas que son un reflejo del país en su problemática, algunas con la disculpa que si un dirigente es bueno al no permitirsele reelegirse se desperdiciría su capacidad, sin tener en cuenta que en esa misma organización hay muchos buenos e incluso solo se puede saber si se les da la oportunidad.
Como la competencia que estamos hablando son las elecciones y la reelección que estamos hablando es la del gobernante de turno, con todo el poder que eso conlleva, esas inequidades toman tamaños dramáticos que pueden no solo darle una diferencia grande frente a sus competidores, si no definitiva e irreversible, por bueno que sea uno o varios de los participantes o incluso por malo que sea quien participa con esa ventaja.
Si reelegir a un buen gobernante tiene normalmente malos resultados, reelegir uno ya malo, además de ser una evidencia de corrupción, puede ser catastrófico para una organización o un país.
En la medida en que la diferencia sea mayor en sus condiciones, más cosas irregulares se tienen que hacer para inclinar la balanza hacia el participante en busca de reelección y eso en la vida nacional se traduce en una sola cosa: corrupción. Pero también al ser toda la población afectada y ver que sus votos no están teniendo el peso que tuvieran que tener en la definición de una competencia justa, se crea una desinstitucionalización y desprestigio del ganador, lo cual debilita todo el sistema, en este caso afectando seriamente la democracia.