Tres años para transitar hacia el final de la polarización.

Al término de un primer año son obligados los balances que, en este país, fueron evitados, olvidados o dejados a un lado, por la gran cantidad de escándalos de ambos polos, que ocupan las noticias del acontecer nacional. Este balance, para no enfrascarnos en peleas polarizadas de que hicieron, quienes son más culpables, si fue porque dejaron las cosas así, o porque no los cambiaron como prometieron, continuándolos con peores resultados, el tema hoy es mirar que hacemos para alistarnos para el final de los tres años que faltan, o mejor dos para las próximas elecciones presidenciales.

Hace un año terminó el periodo del gobierno anterior que, como lo dije en su oportunidad, era una ocasión de lujo para que el partido que gobernó demostrara que eran la mejor solución democrática disponible. Esos cuatro años fueron el desperdicio político, económico y de desarrollo más grande de la historia política del país. A su vez, habían recibido el gobierno de un partido o tendencia, aunque digan que ahora es la primera vez que gobiernan, completamente desgastada, que demandaba urgente hacer las cosas de manera diferente.

En el gobierno anterior, fueron cuatro años sin corrección del rumbo, nacional, de partido, o de la ideología, si es que algún partido la tiene. El gobierno anterior se dedicó a apagar incendios, se engolosinaron con la tragedia de la pandemia, que mimetizó el mal rumbo que llevaba ya la economía en su inicio, perdiendo muchas oportunidades, iniciando por la de ser diferentes y sobre todo contundentes en demostrar que la orientación ideológica del polo que representaban era la mejor opción de gobierno para nuestro país. El principal problema es que la tendencia ideológica real era diferente a la que esgrimieron en campaña y solo fueron una continuación y copia de quienes remplazaban, incluso con muchos de sus mismos funcionarios.

Representaban supuestamente la derecha, pero ni ellos mismos se la creyeron; las leyes y decretos que promulgaron fueron de izquierda, las acciones eran de izquierda o socialistas y estaban más preocupados de agradar a la izquierda y centro, que a quienes votaron por ellos, muchos sí de derecha, al menos en lo que gritaban en la plaza pública y en su apoyo a la elección y esperaban que se gobernara en consecuencia, lo cual no solo no ocurrió, sino que se hizo completamente lo contrario y gobernando como lo hubiera hecho la oposición, obtuvieron malos resultados, que curiosamente hicieron al final que esta fuera elegida, o por lo menos terminara en el gobierno, dando razón a quienes le dijeron todo el tiempo que eran un gobierno de transición.

Después de esos cuatro años perdidos, ese partido enfrenta su peor crisis, hasta el punto que muchos candidatos regionales, otrora principales protagonistas, defensores y funcionarios, hoy se presentan a esas elecciones por firmas o independientes, considerando una mácula presentarse por ese partido, que ha llevado a la conclusión que se encuentran en un claro ocaso, o su clausura inminente.

Al final del gobierno anterior, igual que en las elecciones presidenciales anteriores a esas, quienes ahora gobiernan se presentaron con la consigna del cambio, solo con más énfasis en esta palabra. Para la mayoría de los colombianos lo importante era cambiar, la diferencia en la decisión estaba en quienes podían hacer el cambio para bien, y quienes para empeorar. Proceso al final del cual terminamos con el gobierno que acaba de cumplir un año.

Un año en que el cambio escogido no satisface y en solo este lapso ya se está buscando otro, que ni siquiera nos atrevemos a llamarlo cambio para no caer en lo mismo. Nadie ha encontrado hasta hoy una palabra que muestre el gran deseo de cambiar para bien y que no se llame cambio, buscando sinónimos como que no podemos seguir en lo mismo, y ahora buscando que se cambie, para no ser igual a este, ni al anterior gobierno, lo que evidentemente deja fuera del juego ambos polos.

Es que este último año, no es diferente de los anteriores, copian o lo continuan igual, con la disculpa, igual antes, que a sus contrarios no les parecía mal en el periodo anterior y si les parece malo hoy. Muchos comentaristas políticos y económicos perdieron credibilidad, atacando la gestión anterior y avalando la presente, o viceversa, siendo prácticamente lo mismo, aunque ahora los resultados sean peores, por ese efecto acumulativo de colocar impuestos sobre los anteriores; de reducir las libertades, ya reducidas previamente, lo que ya las hace insoportables; de acumular inflación y devaluación sobre la que recibieron; de incrementar el gasto público sobre el ya recientemente aumentado; o subsidios sobre los previamente creados, a pesar que ya se superaron muchos índices de reactivación de antes de pandemia; entre otras cosas, pero quien mucho copia poco piensa.

Todo lo anterior nos lleva hoy a una gran oportunidad, que en las crisis aparecen, pasaron cuatro años con el gobierno de un polo, que llevó a los ciudadanos desesperadamente a pedir un cambio y por el otro lado, en este año, ya se ha demostrado que ese cambio no llegó, o por lo menos lo que ha cambiado no es para mejorar, de manera que este otro polo tampoco funciona. Ya cubrimos la oportunidad de gobierno de ambos polos y ninguno de los dos llena las expectativas ¿que nos queda? buscar nuevas alternativas por fuera de los dos polos, pero ciertas, no de los mismos que se disfracen de independientes, o por firmas.

Puede que para estas regionales no sea posible encontrar nuevas opciones, aunque hay algunas que se han desmarcado de estos dos polos, algunos de palabra, esperamos que si llegan a ganar en las regionales, muestren que son mejores que los dos polos que nos llevaron a la situación actual. Pero si no se logra para estas regionales, la mejor opción debe ser que no sean de la misma tendencia o grupo del gobierno actual, porque el poder seria total. Así como en los tres poderes se necesita independencia y contra peso, entre las regiones y el poder nacional se necesita filtro y complemento.

Volviendo a las elecciones de 2025, es claro que debemos empezar ya lo que debemos hacer en estos dos años. Empezar ya a encontrar liderazgos, completamente diferentes, independientes y autónomos de los dos polos que nos tienen en este grado de inflación, devaluación, inseguridad y perdida de libertades que está volviendo invivible el país. Para esto es necesario que se dejen identificar claramente, si siguen con el mismo lenguaje de los dos polos a descartar, así no hayan sido de esos movimientos, la tendencia polarizadora continuará y el que gane será asimilado por uno de los dos polos, siguiendo en las mismas. Un lenguaje y actitud más propositivos que confrontacionales es el primer indicio de esa renovación política que se requiere.

Se debe mostrar una identidad propia, sin los apelativos ni las expresiones extremistas de siempre, se requiere un lenguaje nuevo, orientado a mostrar las soluciones y acciones que piensa emprender más que a demostrar que es mejor que los anteriores, si gasta su tiempo en compararse es porque no tiene soluciones, con tantos problemas que tenemos, solo hay tiempo para presentarlas, evitando las peleas esteriles.

Se busca alguien que vaya decididamente tras el desarrollo; la conectividad nacional; que muestre algo bueno para el futuro; que entienda que no se le escoge para poner más impuestos que ya llegaron a su tope; que proponga soluciones sin atacar a ninguno de los dos polos; que muestre la vía a una mejor calidad de vida, que la polarización, la corrupción y su burocracia mediocrizantes nos han arrebatado; que se vuelva a hablar de mayor productividad, que es el verdadero ecualizador de oportunidades. La única forma de transitar hacia el fin de la polarización empieza con la actitud, su lenguaje y sacarla del discurso, para incluir todos los factores que nos llevan al bienestar de los colombianos.