¡La independencia de poderes parece no incluir el Congreso!
Se terminó el receso legislativo, empezando bajo la nueva norma a sesionar un mes antes. Sin embargo, aún no estamos seguros si la agenda legislativa está planeada y elaborada exclusivamente por un Congreso autónomo, y si en su ejecución se mantendrá la independencia del Congreso, como parece estar haciéndolo el Poder Judicial. No podemos dejar de repetir que en esa autonomía de los tres poderes está basada nuestra esperanza de continuar en democracia.
Es bien sabido que un proyecto de ley puede ser presentado por miembros del Congreso, Senadores y Representantes a la Cámara; el Gobierno a través del Ministro del ramo, la Corte Constitucional; la Corte Suprema de Justicia; el Consejo de Estado; el Consejo Superior de la Judicatura; el Consejo Nacional Electoral; el Procurador General de la Nación; el Contralor General de la República; el Defensor del Pueblo, proyectos relacionados con derechos humanos y protección ciudadana; y hablando de ellos, los ciudadanos, pueden proponer proyectos de ley, siempre que el número de ciudadanos sea equivalente al menos al 5% del censo electoral vigente. Pero, de todos los mencionados, únicamente el Congreso tiene la autoridad para aprobarlos y convertirlos en leyes.
Por eso, solo el Congreso de la República es responsable, sin agravantes ni atenuantes de que se hagan o dejen de hacer las leyes. Es su deber y responsabilidad total, única e indelegable. Por lo tanto, sus decisiones deben ser tan autónomas como se les está exigiendo al poder judicial y como recientemente se ha apoyado a la Corte Suprema de Justicia en su clamor de independencia, para tomar trascendentales decisiones. Vale la pena señalar que no se escucha una sola voz del Congreso solicitando autonomía para sesionar y decidir.
Pero no solo no lo solicitan como el poder judicial, más homogéneo en su conformación en el sentido que todos son juristas que conocen perfectamente la ley, la democracia, sus derechos y deberes. Por el contrario, el senado en lugar de hacerlo basa la mayoría de sus pronunciamientos, lejos del contenido de cada proyecto, en cómo van las cuentas de acuerdo con el apoyo de los partidos. Incluso exigen que, desde las cabezas de estos, así no sean congresistas, les lleguen instrucciones y acuerdos, para su decisión, algunos podrían argumentar que soportados en la ley de bancadas. Sin embargo, esto muestra que la autonomía del poder legislativo es la más débil de todos los tres poderes, sin ninguna duda.
Es bastante difícil tener autonomía cuando ni siquiera sus propios miembros la desean o les importa poco tenerla. Esto se evidencia cada vez más en las sesiones del Congreso. En la Cámara de Representantes, miembros del ejecutivo llegaron prácticamente a presidir sesiones y sus votaciones, incluso en una, o varias, a llamar la atención en el sagrado recinto por la forma en que se votó. Mientras en sesiones del ejecutivo, como las reuniones de ministros, jamás se ve un congresista o un magistrado detrás de cada ministro diciéndole que hacer, y en una sesión de la corte no se ve ningún ministro ni congresista influenciando sus acciones.
Lo visto en las sesiones de la Cámara de Representantes, como se mencionó en un blog anterior, podría considerarse como el grado máximo de sumisión del legislativo por parte del ejecutivo. Esto puede atribuirse a la falta de experiencia del Presidente de la Cámara y a su marcada inclinación política. Pero otra historia es en el Senado, que está dirigido por un curtido parlamentario que debe saber cómo hacer respetar el Senado y el Congreso completo cuando se encuentre en plenaria. A pesar de ello, ya se ven ministros andando como Pedro por su Casa en el Senado y no parece haber una diferencia marcada con la inexperiencia de su par de la cámara baja.
Para ambas cámaras, con el avance y la difusión del uso de las redes sociales, se ven congresistas rasgarse las vestiduras en los micrófonos y hablar de que van a hacer, lo que ellos saben que los ciudadanos quieren; pero, a la hora de votar, sabiendo de antemano como están las cábalas de cada proyecto, o se quedan haciendo quorum para que la mayoría gané, en contra de lo que quiere la gran mayoría de colombianos, o algunos descaradamente votan en contra de sus alharacas radiales o post de Twitter(X). Uno de los casos más notorios y recientes ocurrió en la reciente moción de censura contra la Ministra de Deportes, ya destituida en ese momento. Ocasión en la que, los congresistas costeños, incluidos barranquilleros, se expresaron acalorada y desafiantemente contra la decisión de no pagar la cuota para que se realizaran, por lo que se perdieron los juegos, pero a la hora de la decisión ¡no votaron a favor de la moción! Esto se vió acompañado desde lejos por la débil posición del Alcalde de Barranquilla y el silencio del Gobernador del Atlántico, lo cual ya le costó al primero uno de los peores resultados en las encuestas.
Un Congreso sin dignidad pone en riesgo la independencia de poderes
No siendo suficiente que los ministros, sus asesores, sus secretarios y todo el que pueda supervisar el trabajo de cada congresista, pululen y anden a sus anchas en el congreso, se trajeron cinco embajadores de Colombia en lugares tan lejanos, y con pasajes tan costos, como desde Londres, Francia, Países Bajos y Suecia, junto con el cercano Brasil ¡a presionar a los congresistas! Ni voy a preguntar quien pagó sus viajes y me imagino que recibieron viáticos en su propia casa.
Con todos esos funcionarios dando vueltas por el Congreso y, más intensamente en estos días en el senado, surgen las preguntas: ¿dónde queda la independencia del poder legislativo? ¿y la del Senado? principal protagonista en estos momentos, ante el fracaso tan protuberante de la Cámara en reformas como la de la Salud que pasaron con todas las “arandelas” posibles.
Es crucial resaltar la responsabilidad del Presidente del Senado en velar y exigir la independencia de poderes, especialmente durante las sesiones y votaciones. Ya no hay la disculpa de la falta de experiencia, es solo cuestión de cumplimiento, tanto de la Constitución de Colombia como del Reglamento Interno del Congreso, que establecen claramente la obligación, del presidente del Senado, de controlar la entrada de agentes externos durante las sesiones legislativas. Su papel es fundamental para garantizar que las decisiones tomadas sean verdaderamente autónomas y reflejen la voluntad del pueblo colombiano
En el reciente plantón patriótico frente al Palacio de Justicia, se defendió la independencia de poderes y se evitó que grupos de presión entraran o volvieran a sitiar a los magistrados, quienes sí se hacen respetar y no permiten la entrada de agentes externo a sus sesiones. Sin embargo, en el Congreso esto no se aplica. Si llegara a realizarse una manifestación o plantón frente al Congreso, sería para exigirle que tenga dignidad, que cumpla la misión para la cual el pueblo los eligió, como es la de legislar autónomamente. No deben convertirse en títeres de ningún agente externo al Congreso para sacar leyes que solo benefician a dichos agente, en contra de la voluntad y conveniencia del pueblo colombiano.