En la historia del país, se han visto pocos debates que hagan una evaluación de las reformas que se han efectuado. Así, se presenta una reforma tras otra, sin verificar si lo que se pretendía se cumplió, cómo se cumplió y, aún peor, qué efectos reales tuvo. En especial para las reformas tributarias, que se han vuelto costumbre hacer en cada gobierno, algunos más desordenados que otros, que incluso han hecho varias reformas en un mismo periodo.
Este periodo gubernamental no es la excepción. Hay una reformitis aguda que no se puede tomar a la ligera, ya que se pretende «cambiar» completamente muchas cosas. Cosas que se han venido haciendo por mucho tiempo, pero que además se han venido mejorando paulatinamente por ensayo y error durante muchos años y que se quieren eliminar o cambiar de un tajo. Además, por algo completamente incierto, que no se sabe si es sano o no, buscando su aprobación por arreglos políticos, más que por un juicioso análisis de conveniencia país o legal.
Se necesita indiscutiblemente un análisis, ya que se quieren hacer tantas reformas, para lo cual se ve al congreso más preocupado en negociaciones burocráticas, y de beneficios propios, que en el análisis a profundidad y mucho menos se observa que vaya a haber una evaluación de reformas pasadas, lo cual en esta lluvia de proyectos es absolutamente indispensable. Ya se están presentando saltos al vacío como soluciones a situaciones y condiciones que están funcionando bien, no perfectas, bien, para cambiarlas por algo que muchos advierten que desperdician 30 años de avance prudente.
Esta situación presenta una sola forma de poder predecir el futuro, al que nos puede llevar las reformas pendientes en el legislativo, con alguna probabilidad de acierto. Esa forma es evaluar si la única reforma aprobada hasta el momento, la Reforma Tributaria, está arrojando los resultados que se esperaban y si esos resultados son buenos o no para los colombianos. Análisis que debería incluir el impacto en los más necesitados, a los que se suponía que iba a beneficiar; si solo se afectó tributariamente a los 4000 más ricos, como se prometió, o está afectando a todos los colombianos y todas las empresas; si está o no afectando la seguridad alimentaria; si se está impulsando el turismo, que anunciaron como el renglón de la economía llamado a reemplazar las exportaciones de combustibles, afectando la principal empresa del estado y sus contribuciones al presupuesto nacional; y tantas cosas que se esgrimieron para hacer aprobar semejante reforma tributaria, nunca antes vista en aumento de monto a recaudar, presentada de afán y aprobada sin muchos cambios al proyecto inicial presentado.
Una reflexión de esa magnitud sería un ejercicio serio por el bienestar del país, habría que ver que congresistas se le miden a gastar tiempo y estudio sobre lo aprobado, que no le arroje réditos personales o a su partido, solo buscando el bienestar del país. El argumento principal es evaluar si las propuestas que presenta el gobierno buscan los resultados que dicen, si son capaces de ejecutar lo que planean, si el país se está beneficiando o perjudicando por este ataque inmisericorde de reformas que buscan cambiar 200 años de vida republicana, en la cual, dicho sea de paso, muchos de ellos mismos han participado en construir el establecimiento que hoy quieren cambiar radicalmente, cuando en muchos casos no se necesitan giros de 180°, sino pequeños timonazos, o como en el caso de la reforma de la salud, hacer cumplir la ley actual, no una nueva que pueda acabar con un sistema de salud de 30 años de continuo mejoramiento, para supuestamente encontrar, de un momento a otro, el sistema perfecto.
En cuanto a la necesidad de la evaluación, muchos expertos dijeron que esa Reforma Tributaria iba a encarecer los alimentos y bebidas, perjudicando, como siempre, más que todo a los más necesitados, es evidente que tuvieron la razón los expertos externos al proceso, el nivel al que ha llegado el valor de los alimentos y bebidas está salido de cualquier proporción; muchos alimentos y bebidas quedaron fuera del alcance de gran parte de la población y no se ve ninguna acción para mejorarlo, ni para evitar la especulación de algunos avivatos que aprovechan el desorden de la subida de los elementos que se aumentan por impuestos, salarios, gasolina, energía, peajes, etc. para subir todo; incluso lo que no es afectado (si algo queda por fuera) o subir exageradamente los productos y servicios afectados.
¿Estamos los colombianos de acuerdo en darle prioridad a una supuesta disminución del etéreo déficit fiscal a costa de un real déficit alimentario?
Otros expertos anunciaron que los impuestos a los tiquetes, a las tasas aeroportuarias y al consumo iban a afectar el turismo, ni siquiera se tomaron la molestia los pobnentes de rebatir, solo los dejaron incluidos y hoy vemos unos de los efectos más catastróficos en ese renglón, con el quiebre de dos aerolíneas. También, hasta el momento, están pasando desapercibidos innumerable cierres de restaurantes, esta es otra crisis en ciernes, que no es tan escandalosa por que no afecta simultáneamente a cientos de pasajeros y mucho menos alguien ha pagado por adelantado su comida antes del cierre, simplemente uno va a su restaurante favorito o a uno que hace rato no iba y se encuentra con un local cerrado.
Se puede debatir mucho que la única causa de la quiebra de las aerolíneas no fueron la reforma tributaria y el alza de combustibles, pero da la casualidad que se les dijo que iba a suceder y sucedió, algo tiene que ver entonces, y a esa evaluación se debe adicionar la falta de control y exigencia a las aerolíneas, no solo de cumplir con el contrato de viaje, también la falta de cubrimiento nacional, por clara deficiencia de las autoridades aeronáuticas y de transporte del país. Porque además de la reformitis aguda, el país está sufriendo de la más increíble paralisis en esa área. Normalmente, lo más difícil es construir infraestructura, pero actualmente, en cubrimiento aéreo, lo único que falta es voluntad de las autoridades; están los aeropuertos recién actualizados en muchos destinos nacionales y no hay una autoridad que logre un balance en la asignación de rutas y slots, dejando a las aerolíneas volar solo a las ciudades principales, sin exigir volar en compensación a los recién actualizados aeropuertos de ciudades intermedias, o incluirlos en otras rutas.
Especial mención se debe hacer de otra medida del gobierno, que requiere urgente evaluación antes de seguir aprobando reformas, esta es el alza de la gasolina, en la cual se antepuso la supuesta responsabilidad fiscal sobre la seguridad alimentaria, es absolutamente necesario analizar si vale la pena por bajar un par de puntos el intangible déficit fiscal, causar el hambre de tantas personas que pasan dificultades para llevar el pan a la mesa, ver si es la única vía posible, incluso si es la mejor o hay otras. Es que como lo he dicho en varios blogs, los factores externos en Colombia a muchos economistas les sirven solo para usarlos de disculpa de sus errores cuando afloran las crisis y no para prever y ajustar sus medidas económicas. Si se anunció que iba a haber inflación mundial, dificultades en las economías y aumento en el costo de vida, se cae de su peso que lo indicado no es incluirle a la economía alzas e impuestos innecesarios, por caprichos de mejorar cifras que los ciudadanos no sienten, para infligir un aumento deliberado de ese costo de vida con decisiones y factores internos que si los flagelan en la su cotidiana realidad.
Afortunadamente ya se cayó la reforma política, que pretendía perpetuar en el congreso los actuales miembros, a través de listas cerradas y la prioridad de ellos para encabezarlas, entre otras; lo que con la casi defunción de la Reforma de Salud y la demora en aprobación de los otros proyectos pendientes, por actitudes un poco mas permisivas de participación y el filtro de algunos partidos, ha mejorado la percepción nacional e internacional, ganando un poco de confianza en nuestra democracia, haciendo ceder un poco la lacerante espiral devaluacionista en que se tenía nuestra moneda.
La recomendación es, obviamente, hacer un alto en el camino, en el afán de la reformitis, para evaluar la reforma tributaria ya aprobada en el congreso, para ver si las iniciativas que llegan de parte del gobierno pueden llegar a rendir los frutos que ellos anuncian al presentarlas; o si, como en el caso de la seguridad alimentaria y el turismo, el remedio es peor que la supuesta enfermedad.
Esto es fundamental antes de meterse de cabeza y a toda velocidad en la fabula de un sistema de salud perfecto creado de la noche a la mañana, para reemplazar uno muy bueno, susceptible de optimizar con ejecutoria, que se viene mejorando paulatinamente durante los últimos treinta años, incluso con una ley que no se cumple a cabalidad, como tampoco se cumpliría completamente una nueva ley; o antes de una reforma laboral, que ya los mismos ponentes dijeron que no va a producir empleo, prioridad nacional con un desempleo en dos digitos, para incluir medidas que muchos dicen que si lo va a disminuir.
Estamos jugándonos el futuro del país en bienestar y estabilidad social, para lo cual no se pueden tomar decisiones ligeras a pupitrazo, con base en supuestos, ya derrotados ampliamente por juiciosos argumentos de los expertos e incluso por el clamor popular.
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