La Tormenta Perfecta para alta temporada: Seguridad aérea deficiente, congestión y dólar por las nubes
Estamos ad portas de la temporada alta, en la que algunos colombianos todavía tienen la capacidad de disfrutar de vacaciones, usando el transporte aéreo. Sin embargo, al igual que en muchos aspectos del alistamiento del país para afrontar la temporada de invierno, conocida como «La Niña», el transporte aéreo no se preparó adecuadamente. Incluso, colaboró para atiborrar aeropuertos como el Internacional El Dorado, dejando otros aeropuertos del país casi sin uso.
Desde que se hizo el anuncio de «La Niña», muchas ciudades no tuvieron la precaución de limpiar desagües y prepararse para encauzar los lugares que históricamente se inundan, como las alcantarillas de vías y barrios. De manera similar, la Aeronáutica Civil no realizó el alistamiento que debía, según cuentan las mismas aerolíneas. Los aviones que se aproximan a ciudades como Bogotá, si hay mal tiempo (normal en invierno o con «La Niña»), no pueden aterrizar o en algunos casos despegar, congestionando todo el transporte aéreo del país, ya que el Sistema de Aterrizaje Instrumental (ILS) de categoría III del Aeropuerto El Dorado, que permite a los aviones aterrizar en condiciones de baja visibilidad, ha estado fuera de servicio y no dan razón de cuando quedará en servició ¿será antes de la alta temporada?
Esto se agrava porque algunas aerolíneas no le dan un tratamiento adecuado a sus pasajeros, aplazando o incluso cancelando vuelos. En lugar de ser parte de una experiencia de descanso y relax sin problemas para los vacacionistas, termina siendo una situación de estrés peor que en el trabajo, creada por la incertidumbre de si van a poder viajar, si van a perder un día de hotel prepagado, o si van a tener que pagar un día más de hotel por no poder regresar el día contratado con la empresa de aviación.
La congestión de aeropuertos como el de Bogotá, que según la IATA se encuentra ya en su límite de operaciones, es producida por la falta de criterio de la autoridad del ramo. La llegada de aerolíneas a Colombia se convierte en realidad en la llegada de aerolíneas a El Dorado. Todas esas empresas que llegan quieren solo volar desde Bogotá, lo que obliga a las personas de provincias que quieran salir al exterior, o incluso a otras ciudades de Colombia, a viajar a Bogotá, para desde allí hacer la conexión hacia su destino final.
El caso más reciente, el cual anuncié en un blog anterior y además se lo expuse desde antes personalmente al director de la Aerocivil, fue el de Jetsmart. Una llegada anunciada con tiempo que a la final decepcionó, en especial a las regiones colombianas. Una aerolínea que tiene la experiencia de llegar a países como Chile y hacer una red de vuelos regionales, a la final llegó a Colombia a hacer lo mismo que las otras aerolíneas. Llegó con unos precios increíbles la primera semana, que en pocos días se agotaron, y ahora es más costosa que las otras aerolíneas. Por lo menos en mis últimos dos viajes traté de viajar desde Bogotá por esa aerolínea y era más costosa y con horarios menos convenientes que las demás.
Se le explicó a la autoridad y en un blog anterior la necesidad que tiene el país de regionalizar el transporte aéreo y la oportunidad que se tiene con aeropuertos subutilizados como el de Corozal. Hasta el punto de estar casi vacío todo el día, con una de las pocas aerolíneas que queda, gracias a Satena, que opera de noche aprovechando las excelentes capacidades de ese aeropuerto. El resto del día, como dije en otro blog, Las Brujas asustan. Un aeropuerto con una situación privilegiada en el centro de toda la Costa Atlántica, por donde entró la aviación a Colombia, que hoy tiene menos tráfico aéreo que en las épocas en que Avianca operaba con una gran propuesta desde Barranquilla, con Corozal como su principal aeropuerto de conexión.
CZU, el aeropuerto de Sincelejo, la capital de Sucre, sigue subutilizado. La actual administración departamental paró en seco el impulso que traía la anterior, y la Aerocivil, con la promesa de invertir en el aeropuerto de Tolú, no le da la importancia que requiere el departamento. Hasta el punto que sus habitantes tienen que viajar al departamento de Córdoba para salir o llegar a Sucre, vergüenza de sincelejanos y sucreños. Sin contar las incomodidades de tener que viajar desde cuatro horas antes a la hora de cada vuelo y llegar a su casa dos horas después de llegar al aeropuerto, los habitantes de una capital de departamento del tamaño de todo el eje cafetero, en un país que quiere hacer del turismo su principal renglón de la economía. Los pocos cupos aéreos para la alta temporada desde hace un mes se están pagando por el millón de pesos, y eso por la aerolínea social del estado, a la cual nunca le llegaron los aviones prometidos y con una flota de aviones de 40 pasajeros cobra más que un vuelo en un A320 de Avianca a Montería, cuya distancia desde Bogotá es prácticamente la misma. Pero en un avión más pequeño es más costosa, para la aerolínea y para el pasajero, aunque no tanto como para el millón de pesos. Desde que inicia la compra la única tarifa disponible es la más cara, las otras aparecen como no disponibles a pesar de tener el avión todavía medio vacío (hace un mes, para diciembre).
La esperanza con la llegada de Jetsmart era que la Aerocivil aprovechara su experiencia regional en otros países y un aeropuerto como el de Corozal para operar una red con ese aeropuerto como hub, y de ahí volar hacia y desde Barranquilla; Cali (con gran demanda terrestre desde Sincelejo); Barranquilla, donde muchos sincelejanos estudian; Tolú y Mompox en aviones pequeños; Valledupar, Bucaramanga, Medellín, etc. Así, los sincelejanos no tendrían que viajar a Bogotá para desplazarse por vía aérea a Cali o Bucaramanga, congestionando innecesariamente el aeropuerto de Bogotá. Dejar que todos los vuelos de Jetsmart, a quien se le acaban de asignar las rutas, sean desde Bogotá es una torpeza mayúscula y una ineficiencia organizacional de la Aeronáutica Civil que hoy complica a la capital. Con el mal tiempo reinante, se congestiona innecesariamente la capital y aumenta el peligro de no haber tomado las medidas necesarias, para tener en servicio los equipos de seguridad aérea, que permitan a los aviones volar por instrumentos en malas condiciones meteorológicas. Pierde el país, pierden los viajeros y pierde Jetsmart, que hubiera capitalizado en solitario la aviación regional, pudiendo tener casi el aeropuerto de Corozal como exclusivo, salvo el vuelo casi diario de Satena, que podría seguir operando ahí, ya que la demanda da para todos.
Para completar la tormenta perfecta para la alta temporada, además del incremento del riesgo y congestión por la ineficiencia en la recuperación de los equipos de seguridad aérea, se tiene la devaluación del peso, con un dólar que llegó hoy a $4418.56. El impacto es considerable en los precios de los tiquetes durante la temporada alta, afectando tanto a las aerolíneas como a los viajeros. Muchos lo asocian solo con los vuelos internacionales, pero también incide en los vuelos internos o nacionales en Colombia. Las aerolíneas enfrentan gastos significativos en dólares, como en mantenimiento de aviones y partes importadas, lo que se agrega al valor hoy del combustible (con precio en su máximo valor). Para compensar los mayores costos operativos, las aerolíneas se ven obligadas a incrementar o aprovechan para subir las tarifas de los vuelos nacionales, lo que afecta directamente a los turistas. Con el incremento en las tarifas, la demanda de vuelos puede disminuir, lo que puede llevar a menos opciones de vuelo o una mayor concentración de vuelos en rutas más rentables, afectando como siempre a las regiones, entre ellas Tolú, así le hayan prometido obras para convertirlo en aeropuerto internacional, y CZU, cuyos habitantes como nómadas tienen que dedicar un día a un viaje de una hora.
La incidencia de un peso muy devaluado, y consecuentemente un dólar alto, tiene un efecto dominó en toda la industria aérea, tanto en vuelos internacionales como nacionales, impactando los costos operativos y, por lo tanto, los precios de los tiquetes. Esto afecta el turismo, que en el discurso es la prioridad de la economía colombiana de este gobierno, pero en la realidad es afectado negativamente por todas las decisiones que se toman en la realidad, que debilitan la moneda, que suben el combustible, que asignan rutas solo por la capital, que aumentan el riesgo por la afectación de la seguridad aérea y que a su vez congestiona un aeropuerto que al ser el centro de distribución casi exclusivo de todo el país, produce una bola de nieve en que los aeropuertos regionales y sus habitantes llevan la peor parte.
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