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Hace un par de meses me monté en una avioneta que tenía un sistema de pago inusual, pero de una lógica absoluta: me cobraron según mi peso. Pesé 76 kilos y pagué 440 mil pesos. Llegué a mi destino, estuve cuatro días en una lancha, de 6 a. m. a 6 p. m., comiendo comida fría bajo la lluvia eterna del Chocó. Para el regreso, me volví a subir a la balanza y pesé 72 kilos. Al regresar a mi casa y a la oficina y volver a ver a la gente que me ve todos los días, nadie podía creer lo gordo que me veía. “Llegaste muy gordo”, me decían, sin saber que había perdido un kilo por día de lancha.
Algo más raro me pasó mucho antes, hace seis meses. Viajé a España, al País Vasco y a Cataluña, y me propuse a comer lo que me diera la gana. Y así fue: gambas, tres o cuatro cervezas por día, foie gras. Un día, en Bilbao, pedí cinco platos, uno tras otro, en Rio-Oja, que se convirtió en mi restaurante favorito del mundo entero: pies de ministros, cigalas, escargots, foie y bacalao. Y un bloque de helado en una copa de whisky. Y cinco o seis vasos de sidra. Al regresar a Bogotá, la gente no podía creer lo gordo que estaba, mientras que yo, en silencio, celebraba que le había ganado un hueco al cinturón. ¿Qué creo que pasó? Que por comerme unos almuerzos dignos del imperio romano, en la noche me comía un pedazo de jamón, un gazpacho o nada en absoluto, además que las maratónicas caminatas de turista debieron surtir algún efecto.
Por eso, llevo varios meses pensando que, en efecto, la gordura es una enfermedad mental, no del gordo en cuestión, sino de la gente en general, que al no tener otra cosa que decir, dicen estupideces como “qué gordo estás”, cuando, en realidad, se me están cayendo los pantalones. Y no es que subestime los problemas y los malos hábitos alimenticios, pero creo que ya nos pasamos de la raya, porque una cosa es estar con veinte kilos de sobrepeso, y otra es que tengamos un peso normal, pero todos nos vean gordos, como anoréxicas.
Yo mido 1.78 m de altura, y tendría sobrepeso si llegara a los 80 kilos. Hoy peso 72 kilos, pero todo el mundo me quiere enviar al quirófano. Por eso la gordura es una enfermedad mental hoy en día: el temor que le tenemos deformó la realidad. El mundo ya no es como antes. Vivimos con miedo, vivir con miedo no es vivir y, además, nos deja vulnerables al imperio de los gimnasios, las pesas, las pastillas, las malteadas y los televentas. El miedo a la gordura es un gran negocio. En pocos años será tan rentable como el narcotráfico, si es que ya no lo es ahora.
En el mundo actual, cada día tenemos menos cosas de qué hablar. Nos vemos con nuestros amigos a charlar o salir a comer, y no tenemos nada de qué hablar porque ya sabemos hasta cuántas veces fuimos al baño gracias a Facebook o Twitter. Así, lo único que hace la gente hoy es comparar qué tan gordos están sus amigos en comparación al avatar de sus redes sociales, y bueno, tomarse selfies en el ángulo en que más flacos parecen. Así, frente a los profesionales de las selfies, el resto del planeta somos unos marranos. Felices, pero marranos.
“Simón, estás muy gordo, tienes papada”, me dicen tres o cuatro veces por semana, y no sé qué quieren que haga, porque no tengo papada por comer, sino porque mis tías abuelas, mis abuelos y mi papá tienen papada. Así, por más que deje de comer, trote o levante pesas con el mentón, la papada va a seguir ahí, soy un esclavo de mi genética, como las nalgas de Sofía Vergara.
La gordura es, entonces, una epidemia. Y la única cura es que la gente se compre un perro, un gato, un marrano, un pony, un pez, o se consigan un novio, una novia, un amante o un trabajo, para que tengan una vida y dejen de estarle diciendo al mundo “¿qué te pasó? ¿Por qué estás tan gordo?”.
Un consumidor bien informado, nunca sera engañado. Aconsumar Fco J Pâreja V
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Muy bueno, conciso y sobre todo real.
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Veo que lo rectificaste, y borraste el comentario …. a ques se lee major? De Nada! …
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Totalmente de acuerdo!! Que buen blog, espero ver mas..
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Pues no se que tan cierto sea esto, porque yo estoy pasadita un tris de peso y de añitos, otro tris, pero yo mentalmente soy joven y delgada, así me siento.
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una cosa que pocos saben … la grasa pesa menos que el musculo …yo entre al gym pesando 83 kilos y buena barriga … meses despues desaparecio en gran media la barriga y pesaba 90 kilos …
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Claro, la grasa ocupa un gran volumen y pesa muy poco. El músculo es el que de verdad pesa, allí radica la habilidad de ser, más musculo que grasa 🙂
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