Los colombianos vivimos con ilusiones sencillas, como no morir en un atraco o encontrar un trabajo que pague más de dos salarios mínimos. Vivir plenamente en este país no debe ser algo complicado, solo es necesario que las cotidianidades funcionen.

¿Cuánto podríamos lograr si el orden de las cosas funcionara? Si no tuviésemos la cabeza ocupada quejándonos del transporte público tal vez comenzaríamos a pensar en construir  transbordadores espaciales o encontrar la cura para el sida. Hay que agradecer que nuestras exigencias universales son diminutas y bastaría con que la ciudad dejara de robarnos tiempo para comenzar a sentirnos realizados. Solo en Bogotá, por ejemplo, un usuario gasta 41 minutos al día esperando el transporte público y más de dos horas en él.

De allí que tenemos sueños humildes, como llegar puntuales al trabajo o volver a la casa antes de las 9:00 de la noche. Tanta calidad de vida nos hace falta que damos gracias a Dios si logramos hacer una vuelta en el banco en menos de una hora.

Por esto los fracasos en los sistemas de salud, transporte y educación hacen que nos refugiemos en triunfos personales ajenos a la responsabilidad del estado. Nairo Quintana, James Rodríguez, Caterine Ibargüen y Jossimar Calvo salvaron este 2014, porque afuera de los escenarios deportivos el cuento es otro:

Dos policías atropellan a una menor y acusan a un carro fantasma;  un niño rico juega a rápido y furioso y mata a cuatro personas en un accidente en la autopista Norte de Bogotá; Andrés Felipe Arias se vuela de la justicia, un intendente conspira con las Farc para atacar a sus compañeros policías en Gorgona, el caso Colmenares aún no se resuelve y Luis Carlos Vélez goza de omnipresencia. Jota Mario amenaza desde hace cinco años con dejar la televisión pero se perfila para superar a Pacheco. Pachito Santos se lanza como alcalde y Hollman Morris –como no-, se siente con la capacidad de dar la pelea . Ojalá fuese cuestión de ganar el Mundial de Fútbol para que se arreglara tanto chiquero, pero nada en la vida es regalado.

Puede que los colombianos tengamos la actitud del país más feliz del mundo y creamos que las risas son nutritivas, pero en los últimos cinco años murieron  4.125 niños de desnutrición en La Guajira. El hambre no es un virus mortífero como el ébola, alimentarnos es una necesidad básica del día, por eso digo que acá algunos sueños tiene el tamaño de un plato de comida.

En 20 días se acaba el año y la celebración no será precisamente porque la sacamos del estadio estos doce meses, sino porque se viene otra oportunidad para hacer borrón y cuenta nueva. ¿Qué más se le puede pedir a la vida que dejar atrás un año vergonzoso?

Esperemos que en 2015 se firme la paz con las Farc y tengamos algo grande que aplaudir. Aunque si el articulado de Transmilenio llega puntual todos los días también conoceremos la gloria.

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