Despiertas el 24 de diciembre a las 11:00 de la mañana y caes en cuenta de que no has hecho las compras de Navidad. Te conoces y sabes qué buscar en el centro comercial para no decepcionarte, por eso no te afanas y te bañas hasta el mediodía. Como no tienes pareja y eres libre de decepcionarte, el precio del regalo tampoco te inquieta. Cualquier cosa vendrá bien, desde un surtido de calzoncillos negros hasta esa nueva tableta con luz integrada que baboseas en las tiendas virtuales.

Anuncian por la radio que las bicicletas para niños comienzan a agotarse en los locales infantiles y alcanzas a alarmarte por los padres víctimas de la escasez. Te preguntas cuántos pequeños con el corazón roto al recibir patines, balones y robots pero ninguna bicicleta. Y aunque la noticia despierta un poco de angustia, al tiempo te agradeces por no tener hijos. Una vez tuviste tres pero ya no están. Fue en una de esas visiones con tu pareja después de tener sexo duro. Te proyectaste con los pequeños en el estadio de fútbol y desayunando en la panadería y todo sería perfecto. Jamás se te cruzó por la mente que los juguetes se pueden agotar un 24 de diciembre, entonces agradeces que el proyecto de casarse y tener hijos se viniera abajo cuando comenzó a venirse abajo, un alargue hubiese podido terminar en matrimonio.

Vas por el pasillo del centro comercial y te atropella la gente que camina rápido. Recuerdas cuando mercabas de afán para la cena navideña donde tus suegros. Se reunían allí por un trato: el 24 en su casa y el 31 en la tuya. Y aunque todo era amor, ambos se irritaban en silencio cuando les tocaba de visitante.

Pero ahora las cosas mejoraron, por eso pasarás Navidad solo. Te llegará la medianoche en casa viendo televisión en calzoncillos negros. Y mañana darás una vuelta en tu bicicleta nueva.

@jimenezpress