Es 30 de abril y acabo de enviarte una carta por correo. Son 404 palabras –sin tus dos nombres- que te llegarán en una semana. No planeé ninguna de las frases que leerás, van todas con comas y puntos espontáneos, como si bailáramos por primera vez tratando de conocernos los movimientos, por eso también van algunos tachones que tropezarán tus ojos. Sellé el sobre con una réplica de Penny Black. Sé que te gustará y te fijarás en ella antes de despegarla con tus uñas sin pintar. Esperarás a la noche para estar sola en tu cuarto después de que tu abuela se duerma creyendo que estás dormida y no comenzarás a leer sin buscar en el IPod algo de Lee Hazlewood. ¿Por qué todo en la vida debe tener una banda sonora? Si no musicalizáramos la existencia sería más fácil olvidar, no estaríamos expuestos a que nos asalten accidentalmente los recuerdos al escuchar alguna canción en la radio.
La escribí sobrio y mientras lo imaginé a él también, con pantalón de tela oscuro y una camisa manga larga que compró a fin de año en algún almacén liquidado hoy por la crisis económica. Espero lleve un bolso de cuero terciado y quepis del mismo color -cumpliendo con el estereotipo del trabajo-. ¿Mirará tu expresión al leer el remitente? ¿Lo despedirás con ternura y agradecerás dándole la mano? Pregúntale el nombre, considéralo una especie de soldado que cumple una misión importante sin hacer preguntas. Merece ser recordado.
Te advierto que va sin posdata, para que no pienses que ninguna línea es más importante que otra y así vuelvas a leerla un par de veces antes de dormir. Pocos escriben ya cartas como la que te envío, con la sutileza de ubicar la fecha en la esquina superior derecha antes de la ciudad: 30/04/2015, Bogotá.
Lo único que puedo garantizar es que cada párrafo está escrito con la formalidad necesaria para que puedas presumirles a tus amigas lo que alguien hace por ti, tal vez alguna de ellas te odie porque jamás le han escrito una carta de 404 palabras con buena ortografía. Hay gente que se muere sin recibir una postal de viaje y los únicos sobres que destapa son los que llegan de los bancos.
La carta que te envié va firmada sin apellidos ni promesas románticas. Van mis dos nombres a secas, para que sea lo último que recuerdes.
Jorge Luis.