Soy de los que entran a un restaurante, miran la carta y si los precios pasan de $15.000 por un plato sencillo voy al baño, orino con furia sin levantar la taza hasta salpicarme los pantalones y salgo de ahí con la frente en alto. Mi sueldo como periodista no da para ese lujo. Este año el aumento del salario mínimo fue de $28.350 lo cual alcanza para un tarro de champú, una bolsa de leche, dos huevos y una libra de carne. ¿Y así piensan que la vida mejorará?

Deberíamos estar muertos del susto. Este año se acabó y 2016 llega con el mismo miedo al fracaso de los años anteriores y no se necesita ser Justin Bieber para fracasar, basta con las pequeñas cosas que salen mal. Fracasar es tener 25 años, ser profesional y depender económicamente de sus papás. Es no viajar a la costa en enero, no conocer Panamá, no tener casa propia con un palo de mango en la mitad del patio. Es pedir plata prestada, tomarle fotos a la comida con Instagram, son siete años de noviazgo sin matrimonio, es no tener sexo el fin de semana y también no saber tocar la guitarra. Todos fracasamos a nuestra manera, a cada uno nos llega la tristeza a diferente hora del día y no necesariamente un domingo.

Tengo varios colegas que confiesan que estudiar periodismo fue la peor decisión de sus vidas. Lo mismo he escuchado de abogados, médicos y administradores. Nadie se salva de que este país lo enferme y llene de frustraciones. Una amiga que estudió dos carreras en los Andes (Derecho y Economía), una maestría en Francia y quien además de estar muy buena habla inglés, francés y portugués, lleva un año desempleada. Siempre dice lo mismo, que “un amigo del amigo” la está ayudando, pero nada que la llaman. Pobre.

Colombia no ofrece mucho. Sólo dos canales privados, una ciudad con metro -qué triste un país en el que no hay trenes-, una pensión a los 60 años -muchos moriremos de cáncer antes de eso -, y un par de figuras que nos representan: García Márquez, James Rodríguez y Nairo Quintana -Shakira no clasifica por mala y porque siempre ha estado más del otro lado, sea cual sea-. En este país la familia es la única que puede ayudarnos porque el resto del sistema está diseñado para que suframos por amor, por encontrar un trabajo decente y pagar los servicios sin atrasarnos.

Triunfar es para unos pocos y si usted tiene 24 años y no es goleador en Europa entonces es otro ciudadano normal en un país normal. La vida no es hermosa como se ve en Instagram y acá cuando se termina la universidad el futuro da pánico, ya sea por no poder pagar un plato de $15.000 o por la posibilidad de encontrar una bala perdida.

 

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Ilustración: Tina Ovalle