Lo digo porque no sé cómo hay mujeres que se dejaron convencer con eso de que la igualdad de género consiste en no satisfacer a su pareja. No hay prueba más cruda de lo necesitados y sumisos que somos los hombres que ese momento en el que nos arrodillamos y metemos la cara en medio de sus muslos, podrían atravesarnos la columna cervical con una daga que moriríamos felices y con los ojos cerrados. Caeríamos entregados.
El problema está cuando uno deja de ver al otro como un pedazo de carne, cuando eso es lo más hermoso de la juventud, el deseo –con los años llegan los compromisos del trabajo, la casa y los hijos y nada más pesado que vivir para algo diferente a uno mismo-. Hay especialistas que recomiendan tener sexo para mejorar el estado físico y quemar calorías, como si tirar con quien amamos fuese una fórmula médica. Cuando uno quiere pasa el fin de semana encerrado con su pareja follando, viendo muñequitos y pidiendo pizza a domicilio, no hay mejor espacio para el amor que la cama, el resto son formalidades.
Lo complicado para quienes creemos en el amor es tirar con personas que jamás vamos a amar. Es difícil, yo soy de los románticos que solo tienen sexo con mujeres con quienes existe cierta conexión, esas con las que uno puede –paradójicamente-, pasar toda una tarde, o incluso meses, hablando en una cama sin coger. A veces lo importante en realidad son otras cosas que uno jamás entiende pero que llenan el alma, porque para liberar las ganas y no sentirse solo existe el porno y las amigas de la universidad –que son tesoros que también hay que cuidar-.
Soy partidario de ese amor real con personas que aceptan sus errores y traumas, nada más aburrido que quienes intentan luchar contra lo voluble del ser humano. Es difícil, porque las mujeres aman las películas de drama y al tiempo les cansa que un hombre entre en existencialismos. Así de complicada es la cosa, es la doble moral de las emociones, pero no se les puede culpar por ser.
Da cierto pesar eso de no poder amar como se quiere, por andar pensando en la forma se olvida el fondo. Qué angustia, con lo bueno que es tomar vino, escuchar I want to know what love is y cantar desnudos frente al espejo hasta terminar sudando de tanto culiar. Es lo que ordena Dios, amarnos.
Ilustración: Tina Ovalle