A pesar de que vivo en Colombia cada día intento ser una mejor persona, pero es difícil no acumular tanto rencor con lo jodido que está el país. Uno puede ver al gobierno firmando la paz con las Farc y llenarse de esperanza pero esto se va al carajo cuando todos se burlan de alguien que denuncia un acoso sexual por parte un funcionario público. Aquí vivimos en un ir y venir de buenas y malas y al final nos adaptamos: terminamos indignados por Facebook pero hacemos matoneo por Twitter y así no es.
Nos gana la pereza, por eso vivimos esperando que vengan a salvarnos, que el uribismo acabe con la guerrilla o que Peñalosa recupere Bogotá. Siempre le exigimos a los demás –como en el amor-, pero entregamos poco de nosotros mismos. Pensamos que el mal está afuera porque nunca hacemos memoria del daño que hemos hecho desde que nacimos a quienes nos rodean. No sé, este país está mal y tampoco nos ayudamos, es como si poco a poco nos transformáramos en la gente que vemos en las noticias, esa que odiamos porque pensamos que tiene la culpa de que Colombia esté vuelta mierda sin ver que nosotros estamos tan untados como el resto.
Yo lo intento. Hace un tiempo dejo propina en todos los restaurantes a los que voy, no uso bolsas plásticas en los supermercados y cuando conduzco siempre dejo que los peatones crucen la calle caminando, sin correr, sin ese miedo colombiano a ser atropellados. Así busco algo de paz, trato de limpiar un poco lo que ha hecho este país con cada uno de nosotros desde pequeños. El secreto está en hacer bien las cosas cotidianas para que la balanza se incline un poco y no nos hundamos en el fango. No sé si tenga algo que ver con la conciencia, pero hoy quiero ser parte de solución. Así viva amargado me duele este país. Igual no tenemos más.
Tengo varios amigos que acabaron vendiendo droga, huyendo al extranjero o presos por algún delito y no necesariamente pertenecían a las Farc o a las autodefensas para terminar así de mal. Se trataba de gente normal, que de un momento a otro marcó mal la curva y se dedicó a hacer las cosas por el camino equivocado. Uno en Colombia comienza falsificando la contraseña para entrar a las discotecas y desde ahí para arriba piensa que adulterar documentos está bien siempre y cuando nos beneficie. Salvarse aquí es algo de todos los días, la situación está tan mal que delinquir es desde hace rato algo seductor y nuestro deseo de salir adelante como sea nos lleva a caer en eso.
Por mi lado me siento mal con este exceso de indignación al que estamos acostumbramos. Hace rato me cansé de hablar mal de Uribe, de Santos y de la Selección Colombia. Dejé de denunciar el mal como si yo fuese el Papa. He sido una persona mala en muchas ocasiones solo que pocos lo saben, en este país nuestros delitos cotidianos pasan de agache. Deberíamos dejar de gritar que el mundo está mal y dedicarnos a hacer el bien, así duela un poco es algo liberador. Y es gratis.