En el día de San Valentín usted ve amor por todos lados. De cualquier lugar salen rosas rojas y corazones, pero cuando uno le pregunta a la gente si vale la pena entregarlo todo y dar la vida por la pareja la mayoría responde que no, que el amor es una cosa y ser idiota otra.

Ya estamos acostumbrados a querer a medias porque en las relaciones nos ha ido mal. Todo porque nos dimos cuenta de que nada es para siempre y que al final las cosas por lo general terminan dejando un tufo gigante a mentira. Por más de que creamos que nuestra relación es mejor que la historia de The Notebook, la vida siempre nos va a demostrar que acabaremos como Ryan Gosling en Blue Valentine. Hay que ver esa película, necesitamos aprender que en el amor se pierde más que en el póker.

Quienes celebran San Valentín con sus parejas están convencidos de que lo de ellos es único e irrepetible. Y no hay que culparlos. Es normal. Usted encuentra parejas perfectas, con miles de fotos en Instagram viajando por el mundo entero, besándose con los atardeceres de París al fondo, fotos con 300 likes y comentarios de gente que los envidia por ser el uno para el otro. A veces caigo en la trampa y creo que de verdad sus historias serían un best-seller, pero es cuestión de meses para que todo se vaya al carajo. No sé como, pero sin importar las situaciones o momentos felices compartidos, la gente se separa. Sospecho que es porque todos nos cansamos del otro en algún punto y son pocos quienes hacen algo al respecto. Tengo una amiga que lleva dos años con el novio, ya no está enamorada de él pero continúa en la relación porque le da pánico quedarse sola. Así somos, confundimos el amor con llenar vacíos.

Yo dejé de celebrar San Valentín desde que me partieron el corazón. Desde entonces veo a las parejas enamoradas con algo de superioridad y preocupación, porque es bueno saber que usted ya pasó por ahí y salió del barro, pero hay gente que va como un avión en picada apostándole todo al amor. Y luego va a doler.

Cada día somos más quienes defendemos la soltería. Queremos lograr una realización personal y profesional antes que emocional. Hay gente a la que todo le sale bien y quienes no pertenecemos a ese grupo debemos aprender a invertir nuestro tiempo en otras cosas. Conozco amigas de 30 años que están buenas y además son exitosas, trabajan en lo que aman y les pagan una millonada por eso. Pero están solas, no quieren hijos y jamás piensan casarse. Eso es sangre fría. No sé cómo hacen esas mujeres que solo se van de la casa al momento del matrimonio. A los 27 ya están en un altar y jurando amor para toda la vida sabiendo que la monogamia es cosa del siglo pasado.

Deberíamos quitarle esa carga romántica a San Valentín. Entender que es otra fecha más para gastar dinero y motelear. No hay razón para creer que se trata del último día que compartiremos con el amor de nuestra vida. Ya lo dijo Jason Molina en Coxcomb Red: “Every love is your best love, and every love is your last love”. Es mejor no desgastarse celebrando fechas especiales, al final todo puede acabar en nada.

@jimenezpress