Bucaramanga jamás se había puesto tan pesada y cara como en los últimos meses y eso aburre a cualquiera. Lo de pesada no solo lo digo por el clima, la inseguridad y el tráfico sino también por la gente que cree que por ser emprendedora y construir sus sueños puede montar un negocio con un logo bonito y cobrar $30.000 por una hamburguesa. Por cosas así es que nos parece normal que los fines de semana Avianca pida medio sueldo mínimo por un trayecto hasta Bogotá, nos metimos en la cabeza que entre más duro nos cobren más importantes y felices seremos al pagar.

Pero acá nadie se alarma porque gastar está de moda. Gastar y mostrarlo en Instagram, obvio. Viajes, ropa, comida… Da lo mismo, la idea es demostrar que somos capaces y que el bolsillo nos da. Por eso cuando no podemos darnos la gran vida fingimos para que los demás piensen que sí y de ahí que tomar micheladas y bañarse en la piscina del conjunto dejara de ser algo normal y ahora lo sobredimensionemos como si estuviéramos bebiendo martinis en las playas de Huk Beach. Lo hacemos porque no podemos quedarnos atrás y hay estar en sintonía con el universo. El otro día una amiga le decía a su compañera de universidad que si analizaba bien las cosas su ex novio jamás la había querido porque mientras estuvieron juntos nunca la llevó a comer a Mystiko o Zekkei. Así estamos ahora: midiendo el amor con los chuzos de moda.

Eso es lo que al final siempre comienza a fastidiar: la gente. Más que el clima, el tráfico o lo caro que están los bares y restaurantes, nosotros somos el verdadero problema. Nosotros por creer que somos chill y vivimos en una ciudad gomela y nadie nos da la talla. Si lo aterrizamos, hablamos de un pueblo sin rascacielos, trenes ni teatros. Solo tenemos un canal regional y un par de bares pero no más. Pare de contar. Acá no hay que creerse famoso y mucho menos una personalidad pública. Todos sabemos que en Bucaramanga uno se encuentra con la ex novia del colegio y con el profesor de la universidad en la misma sala de cine, porque aunque no lo reconozcamos, tenemos más de Bogotá y Cali que de Barcelona o Melbourne.

El otro día estuve en un evento de empresarios. Era un encuentro importante, con una mesa principal, una niña con blower y tacones para el protocolo y también había una entrega de reconocimientos. Nada del otro mundo, no era la cumbre del G8 pero mucha gente actuaba como si estuviese en la cúspide de Wall Street y no en una ciudad terciaria de un país tercer mundista. Mi trabajo ese día era tomar fotos y fui de jean, tenis y camiseta. Ahora me visto así porque no me tomo esto en serio y hace rato dejé de creer que el universo funciona gracias al cargo que ocupamos y que somos indispensables para las empresas en las que trabajamos. No digo que sea mejor persona por ver así las cosas, pero tenemos que bajarle a todo esto de aparentar y tomarnos lo del estatus tan a pecho: La vida es muy bella como para desgastarnos tratando de ser gente importante. Menos en Bucaramanga.

 

Jorge Jiménez