Bucaramanga necesita un bar, pero uno de verdad. No un bar – restaurante, que son los abundan en la ciudad, sino una taberna para borrachos, en la que uno encuentre más trago barato que comida gourmet. Lo digo porque esto se está volviendo el palacio de la hamburguesa y necesitamos otros espacios, no todos tenemos las mismas adicciones ni consumimos lo mismo para escapar de la realidad. Así como unos son felices comiendo otros preferimos el trago, la cosa es que acá es caro y no sabe a bueno.
Aquí desde hace unos años han inaugurado decenas de restaurantes y cada tres meses hay uno nuevo. El emprendimiento en ese sector lleva rato creciendo y eso es bueno, pero pocos de esos lugares son especialistas en vender cerveza barata con música distinta, lejos de la onda tropical que tiene consumida a Colombia y que nos hace más daño que el uribismo. Por dar un solo ejemplo, alrededor de mi casa, en El Prado, hay unos 15 chuzos de comida entre restaurantes, pizzerías y fuentes de soda, pero ni un solo bar. Hay bebederos, claro, con televisores plasma y luces de neón, pero eso es otra cosa. No hay un bar decente para ir después del trabajo a tomar con los compañeros, los amigos o solos.
Bucaramanga puede tener restaurantes lindos, en los que venden todo tipo de cerveza, nacional e importada, pero son muy caros y todos tienen los mismos televisores en la pared y meseros sobreactuados con su amabilidad. Además estos lugares huelen a flores, como si fuesen locales del Centro Comercial Cacique, cuando en un bar de verdad debe reinar el olor del alcohol, la madera, el cigarrillo y los orines, todo en una sola aspirada de aire. Una taberna, ya lo dije. Un lado al que la gente vaya a beber y emborracharse más que a lucirse y tomar fotos de los platos para subirlas a redes sociales. Un bar con borrachos, punto. En el que se escuche más hablar a la gente que la música porque lo importante no es enfiestarse y bailar sino hablar paja, echar cuentos, contar historias, sanar amores, que es lo que uno hace con los amigos cuando toma.
Siendo románticos sería bueno un bar como el que describe Billy Joel en Piano Man, pero que en el fondo sonara Money de Pink Floyd y la gente fuese allí sola, por la única motivación de tomarse un trago y se sentara en la barra a hablar entre los dientes, como hacen en las películas. Eso sería mejor que otro restaurante de hamburguesas en Bucaramanga. Hay gente solitaria, que quiere emborracharse sin gastar mucho y hablar del amor de su vida con extraños. Allí encontraría uno más refugio que en cualquier encuentro de Emaús. Lo juro por Dios.