Me gustaría conocerte ahora, mientras todo va perversamente mal. Quiero sentir que dentro del fin del mundo pasa algo bueno, como cuando de niños alguien nos rompe el corazón pero después nos invitaba un helado un domingo por la tarde. Así funciona el universo, te deja ser feliz por un rato y después te pone la tragedia al lado. Se parece al amor.
Quiero, por ejemplo, visitarte en la puerta de tu casa y compartir los audífonos para que me muestres las canciones que te gustan mientras el mundo arde por el coronavirus. Yo te haría escuchar Coxcomb Red de Jason Molina, mi canción favorita. La escucho únicamente cuando siento que no puedo más, que son unas cuarenta o cincuenta veces al año -solo por dar una cifra-.
Si todo esto pasa, quisiera hacer un show de comedia en el que te sientes en primera fila para ver cómo te ríes de mis estupideces y demostrarte lo ridículo e inestable que soy. Por más narcisistas que la montemos en redes sociales la realidad es que no somos más que un conjunto de traumas y miedos de la niñez. Nos dijeron cómo buscar un empleo y correr detrás del billete pero nadie nos habló de la forma de expresar los sentimientos, de cómo perdonar a quienes nos jodieron la vida o de mantener la cabeza serena durante una pandemia. Quiero escribir un chiste sobre esto, de ese tipo de gente que en redes sociales siempre se mostró exitosa y daba consejos de superación personal pero que hoy está cagada debajo de una mesa, como yo.
En estos días he dormido poco. Gasto horas enteras pegado al celular hablando con amigos y familiares y trato de darle esperanzas a todos, pero en las noches me golpea el pánico y quisiera llorar. Nos educaron para enfocarnos solo en lo negativo, así que me llena de tristeza la idea de que justo cuando te voy a conocer se acaba el mundo. Parece una tragicomedia de esas que tanto ves en Netflix antes de masturbarte para no pensar más y caer foqueado, como debemos hacer muchos por esta época.
Estoy agotado de las malas noticias. Ya comencé a salirme de varios grupos de WhatsApp en los que solo compartían videos, audios y fotos de lo catastrófica que es la situación en otros países en los que el virus va ganando por goleada. Lo hago por mi salud mental, porque para fritarme puedo solo, tengo unos veinte años de experiencia en eso y varias embarradas encima que ya no se pueden arreglar, menos ahora sin poder salir.
A lo único que le apuesto ahora es a la meditación, así desbloqueo la mente para imaginar otro futuro, uno en el que no hay pandemia y volvemos todos a las calles bailando Sinnerman de Nina Simón. Será una especie de primavera y soltaremos los teléfonos para abrazarnos. Eso quiero, un final feliz en el que nos sentemos juntos a escuchar las canciones que te gustan, pero que alrededor todos estén bien.
En realidad quiero eso: conocerte en primavera.
Jorge Jiménez