Es mi primer fin del mundo y no sé cómo actuar. Trato de mantenerme activo durante el día para evitar la ansiedad. Despierto, tomo café, medito, hago ejercicio, leo, escribo, pago facturas por internet, veo Netflix, chateo con los amigos y hablo con la familia. Es todo. A eso dedico estos días de encierro. Por encima siento que soy la persona más productiva de la cuarentena pero si observamos de cerca y esto en realidad se trata de un apocalipsis, no hay nada extraordinario en lo que hago. Solo actúo como un millennial más en un puente festivo de reyes.
Hay días en los que amanezco triste. Triste de verdad. Despierto con la sensación de que todo va a salir mal y pienso en hacer algunas llamadas a los familiares que están lejos o escribir un par de correos electrónicos a exnovias y personas con las que hace rato quedamos muy mal. Sería bonito: saludar, pedir perdón y despedirse con el alma tranquila después de embarrarla con tanta gente. Pero la verdad es que me da pereza quedar como pesimista y también como dramático y más en una pandemia en la que muchos andan bailando reguetón, tomando trago, desnudándose frente al espejo y retándose. No los juzgo, son formas de evadir la realidad y a veces caigo en lo mismo cuando me aburro del sexting.
Para ser un fin del mundo veo que lo estamos agarrando muy relajados. No solo por lo de subir tantas estupideces a redes sociales sino porque también confundimos la productividad y la creatividad con estar ocupados. Una cosa es leer, hacer ejercicio, enviar las tareas de la universidad y cumplir con el teletrabajo y otra muy distinta hacer algo que realmente valga la pena antes de morir. No sé, si el médico dijera que me quedan 15 días de vida no los gastaría haciendo un challenge. Sí, es jodido porque no podemos salir a viajar y recorrer el mundo y tampoco coger con quienes amamos, pero hay cosas extraordinarias por hacer mientras estamos encerrados, como conocernos a nosotros mismos.
Todos deberíamos hacerlo: cuestionarnos y conocernos. Preguntarnos si realmente le cumplimos a nuestro niño interior, si amamos el trabajo al que volveremos cuando esto termine o si en serio deseamos y estamos enamorados de nuestra pareja. Es tiempo de ver hacia adentro. De analizar un poco si este es el lugar al que le apuntábamos cuando éramos jóvenes y soñábamos con tragarnos el mundo. Esto se está yendo muy rápido y vale la pena conocernos lo más pronto posible. La vida es una canción muy buena a la cual no le estamos prestando atención porque pensamos que en cualquier momento podemos repetirla y eso nunca sucederá.
Si logramos conocernos estoy seguro de que sanaríamos muchas cosas y entenderíamos muchas otras. Ocuparse está bien, pero si vamos a morir sería mejor tratar de comprender un poco más de qué se trató todo esto y qué fue lo hicimos con nosotros todos estos años.
Jorge Jiménez