Mientras se ajustan las tecnologías para darnos una disponibilidad bajo parámetros de calidad seis sigma, debemos utilizar la red como está.
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Hoy utilizamos la Internet para todo, desde pagar las cuentas, conectarnos con la oficina, revisar correo, hablar por teléfono a precios muy económicos y hasta gratis y ahora lo de moda es "contactar a los amigos" en las redes sociales.
En el ámbito empresarial la Internet también ha permitido que toda empresa, indistinto de su tamaño, pueda generar unos ingresos importantes ampliando el alcance de sus ofertas de servicios, sin tener que aumentar el alcance de sus instalaciones físicas.
Hace unos meses algunos países de América Latina sufrieron cortes en el acceso a sitios internacionales. La semana pasada Skype, uno de los mayores proveedores de servicios de telefonía por Internet sufrió una interrupción en su servicio de casi tres días. Es claro que las ventajas de la red y su interconexión superan con creces las desventajas y las interrupciones de servicio, pero también presentan la necesidad de evaluar qué tanto podemos depender de la red.
Como es prácticamente imposible decidir no utilizar la red, la pregunta que debemos responder es mas bien cómo garantizamos disponibilidad total de la red y los servicios que sobre ella tenemos. No es tan descabellado pensar en que algún día, la disponibilidad de los servicios sobre Internet llegue a como tenemos hoy establecido los servicios de agua, energía, teléfono, televisión. La tecnología más reciente de estas que hemos nombrado es la telefonía celular, y el tiempo de estabilización de la red fue mucho más rápido hasta en órdenes de magnitud, que la estabilización de las tecnologías anteriores.
La tecnología existe para establecer redes y servicios de muy alta disponibilidad, pero la generación de redes redundantes y sistemas de respaldo entra claramente en conflicto con una estrategia de aumento de la penetración de las tecnologías en la población. Se podrían hacer las dos al tiempo, sin embargo habría que determinar si estaríamos dispuestos a pagar un mayor valor directamente relacionado con el nivel de calidad y disponibilidad que se desee tener. Por el contrario, el acceso a la Internet se considera como un elemento donde la calidad es la misma, préstela quien la preste, y el diferenciador termina siendo el costo. En este orden de ideas, se hace difícil tratar de diferenciar en precios un producto/servicio que está a punto de considerarse un commodity.
Por otro lado, buena parte de los productos que utilizamos pegados a la red, como la mensajería instantánea, servicios de correo, blogs, manejo de documentos como procesadores de palabra y hojas de cálculo, llamadas telefónicas, entre otos, o son gratuitos o son extremadamente baratos. Si en caso de ganar un pleito, nos reconocerían el valor pagado por el uso (nada, o casi nada), ¿como se puede ejercer el control de calidad sobre un producto del cual dependemos? ¿Quién ejerce controles de calidad sobre productos/servicios de poco costo y hasta gratuitos, que además se brindan por empresas transnacionales? Bastará con el señalamiento y las reseñas de los usuarios para calificar los servicios?
Son muchas preguntas sobre las cuales todavía no hay respuestas claras. Lo que si está claro es que debemos seguir conectados, que la propagación de la red para llegar cada vez a más personas y empresas sigue su curso a pasos agigantados, pero que no se ve en el corto plazo la alta disponibilidad (entiéndase como cumplimiento de calidad seis sigma, 99.9999% de disponibilidad) ni de las conexiones ni de los servicios sobre ella.
Esta situación, sin embargo, no demerita los esfuerzos de seguir propendiendo por el uso estratégico de la misma para explotar oportunidades de productividad y competitividad, que pueden manejarse con niveles de calidad un poco menores. Sucederá como las demás tecnologías, llegaremos al punto de alta disponibilidad, y quien llegue más temprano habrá podido obtener los mejores beneficios.
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