Debido al fracaso del proyecto de Brasil en dos Ruedas, que pretendía recaudar fondos para los niños con cáncer, este blog pasará a llamarse Brasil al Desnudo y será un cuaderno de viaje, en donde el cronista narra los acontecimientos que se desarrollan durante su travesía.

 

Varias son las razones que llevaron al fracaso de Brasil en dos ruedas. La primera de todas, es que durante el exigente entrenamiento que realicé en Bogotá, antes de viajar al Brasil, una vieja lesión de una hernia lumbar L5 S1, se reactivó impidiéndome hacer la travesía en bicicleta. Supongo que la gran expectativa generada en ese sentido desvalorizó el esfuerzo posterior, en el que me propuse llevar a cabo la travesía como fuera, así tuviera que ser en bus y con la espalda lesionada.

 

A partir de ahí una serie de acontecimientos sellaron su muerte. Los patrocinadores jamás dieron un peso y la Fundación Opnicer, para quien iban los fondos, jamás se interesó en realidad por sacar adelante el empeño de intentar recaudar fondos para los niños con cáncer. Jorge Abisambra, su director, me escribió un escueto mensaje en el que indicaba que en la cuenta abierta para el recaudo (la cual conseguí que se abriera luego de siete meses de insistencia), no se había consignado un solo peso.

 

Las fallas principales del proyecto pueden establecerse en los siguientes puntos:

 

1. Falto coordinación, planeamiento y equipo de trabajo. Las dos primeras son resultado de la última. Con un equipo de trabajo adecuado, la coordinación y el planeamiento hubieran sido eficientes.

 

2. Nunca hubo un patrocinador real. De haberlo habido, éste se hubiera encargado de hacer la publicidad adecuada.

 

3. La decisión de llevar a cabo la travesía en bus, terminó causando una decepción en una parte del público. Pensé de forma equivocada, que podría controlar la hernia como lo había hecho unos años antes. Claro, no enfrentando una travesía de 8.000 kilómetros en bicicleta. Supongo que eso es resultado del determinismo que llevo dentro, el cual, en éste caso, jugó en contra del proyecto. Varias fueron las voces que me indicaron que me operara antes de iniciar el recorrido, pero la recuperación duraba 3 meses y el tiempo que tenía destinado para la travesía estaba corriendo.

 

4. Si la organización a quien va dirigido el empeño por recolectar los fondos muestra desinterés, ¿quién diablos puede estar interesado? Lamenté el hecho de no haber elegido a la Fundación Dharma, la otra organización de niños con cáncer que funciona en Bogotá, a quien contacté sobre la hora, una vez intuí la actitud de Opnicer.

 

A pasar de lo anterior, la experiencia deja resultados positivos. Si bien el proyecto no se desarrolló de acuerdo a lo planeado y tristemente la intención de ayudar a los niños con cáncer quedó reducida a eso, una simple intención, las crónicas han ido captando la atención de un público que ve rasgos característicos de la cultura Brasilera y su gente, al mismo tiempo en que se hace una idea del paisaje y la naturaleza mostrados a través de las descripciones de los textos y las fotos.

 

Cada fracaso invita a corregir los errores cometidos. Mejorar es un acto intelectual en el que una persona saca sus propias conclusiones en procura del éxito de proyectos futuros.

 

El final de Brasil en dos Ruedas le abre la puerta a Brasil al Desnudo, un cuaderno de viaje (algunos opinan que es lo que siempre ha sido) en el que se narra la travesía de un cronista por la costa brasilera, con todas las cargas y presiones psicológicas que implica el desarraigo y la soledad. Los invito a seguir las nuevas crónicas en www.eltiempo.com/participacion/escarabajomayor y en www.eduardobecharanavratilova.blogspot.com.

 

 

Eduardo Bechara Navratilova