Nota al lector: Esto no es ni una guía turística ni un manual de viajero.

 

 

No hay peores castigos que los que uno mismo se impone. Te odias y te recriminas por algo que hiciste o dejaste de hacer. Luego todo gira en torno a martirizarte como una especie de venganza contra uno mismo. ¡Suicídate imbécil!

 

Te das golpes contra la pared y gritas: ¡Si hubieras hecho eso estaríamos mejor! Tú y yo, la persona de carne y hueso y la sombra, el reflejo en el espejo, esa maldita imagen de ti mismo que es la que finalmente te termina juzgando como conciencia asesina.

 

Habría que decirle: No te has dado cuenta de que la vida es un cúmulo de decisiones buenas y malas; eso nos pasa a todos.

 

Estás adquiriendo tono de profeta y yo a ti no te creo nada. La verdad no me importa, ya me acostumbré a ser la víctima de una conciencia endemoniada. Cualquiera creería tus lamentos; hay público de sobra para un encantador de serpientes. No me importa si lo hacen o no; adentro de mi hay un lugar impenetrable, nadie puede llegar a él, ni siquiera tu con tus actitudes venenosas. Hablas muy convencido. Te aferras a tu dolor como si fuera un trofeo y a mi juicio eres bastante patético. Esa es tu opinión y seguro es la de muchos, pero dime si eso altera en algo el curso de mi vida; vuelvo a repetirte: adentro de mí hay un lugar invulnerable, una médula como el núcleo de la tierra, que determina lo que soy en lo más profundo de mí ser. Me gusta como soy y me gustan mis cagadas.

 

Las lagunas azules, rodeadas por largos juncos en las orillas, se van quedando atrás a medida en que la Cheroke recorre la carretera destapada. Voy viendo las montañas a lo lejos contra un cielo azul en el que algunas nubes pasajeras flotan con tranquilidad.

 

La pareja de argentinos permanece callada. Escuchamos una samba que el dueño de la camioneta pone en el CD hasta que llegamos al Triangulo de Araçatuba, donde la BR – 101 aparece con su flujo constante de camiones, buses y carros.

 

Nos deja en el costado sur norte, frente a una tienda que sirve de agencia, en la que nos avisan que el bus está retrazado cuarenta y cinco minutos.

 

– Bueno, por lo menos no lo perdimos – les digo antes de comprar un par de botellas de agua y entregarles una a ellos.

 

De una forma u otra siento un aire diferente. Los rayos del sol caen calentando el asfalto con su energía. Una explanada cubierta de pasto, árboles y vegetación se prolonga bordeando la carretera. Si bien la pelea de dragones persiste en mí, el seguir adelante refresca; o por lo menos plantea una búsqueda hacia algo distinto.

 

– El surfista amigo de ustedes, ¿vive aquí? – le pregunto a la pareja.

 

– Sí -, responde el argentino bebiendo de la botella de agua. Luce una camiseta azul con el cuello amarillo y jeans. Es de piel morena, ojos negros y facciones gruesas. Una gota de sudor se desliza por su cien hasta su pómulo. La limpia con la palma de su mano.

 

– ¿Qué hace?

 

– Cuida la casa de unos millonarios y surfea. Pasa ocho meses del año en Praia do Rosa y cuatro en la Argentina.

 

– ¿Y eso lo hace feliz?

 

– Che, no sé si lo haga feliz; es la vida que se planteó. Mira películas en el DVD durante el día y tiene la casa de los millonarios a su disposición. Salió corriendo de Buenos Aires porque ya no aguantaba la vida de la gran ciudad. Lleva un par de años viviendo así y dice que le encanta porque le pagan por tener vacaciones de ocho meses al año, poder surfear y vivir en una mansión. ¿Vos sos Colombiano?

 

– Sí, de Bogotá. ¿Ustedes son porteños?

 

– De las afueras de Buenos Aires; la ciudad es muy grande. Por eso salió huyendo nuestro amigo. El mundo se está llenado de gente, no hay suficiente laburo para tantas personas.

 

– La Argentina ya no es lo que era. Cada día hay más personas que subsisten de la economía informal y viven al día; eso nunca se veía. Vos vas a ver, y muchos de ellos tienen cinco y seis hijos – dice su novia, una delgada joven de estatura media, pelo liso, ojos oscuros, piel morena y finos labios rosados, que luce un top blanco de arandelas.

 

– Lamento decirlo, pero vi a Buenos Aires deteriorada. Incluso noté el cambio de cuatro años para acá y del año anterior a éste. El centro está abarrotado, es muy sucio y la verdad, a nadie parece importarle.

 

– Esa es la realidad. Qué querés que te diga – responde ella.

 

– Mirá, ya te lo dije, no hay trabajo. ¿Qué futuro creés que le espera a los cinco o seis chicos de cada piquetero? Si me permitís que te lo diga, todo esto es culpa de la explosión demográfica – dice él.

 

– Seguro que sí, yo también lo he pensando: creo que no hay cama para tanta gente. Es una tendencia universal. No sólo afecta a Buenos Aires; en Bogotá pasa lo mismo. Las grandes ciudades latinoamericanas tienen una periferia creciente de personas que llegan del campo buscando un mejor futuro. Porto Alegre, que supuestamente era una hermosa ciudad europea hace cincuenta años, hoy en día está invadida de personas que tratan de buscar la vida en las calles. Ni hablar de ciudad de México o muchas ciudades asiáticas. En Estados Unidos también pasa; ni siquiera París se salva.

 

– Che, mirá que no somos los únicos que pensamos en esto – le comenta sorprendida la joven a su novio.

 

– Puede no gustar lo que voy a decir, pero creo que es hora de comenzar a pensar en regular la natalidad. China puso el ejemplo.

 

– Che, eso no va a pasar por ahora. Estamos tan acostumbrados a vivir en un estado de libre albedrío, que parece imposible que algo así pueda llegar a darse. Pero cuando la tierra no de más, así como está pasando con el calentamiento global, el mundo dirigirá sus ojos al problema.

 

– Que triste, Che, todo tiene que llegar a un punto límite para que se haga algo al respecto, da asco – comenta la joven antes de caminar hacia la tienda a comprar más agua.

 

– ¿Cómo te llamas?

 

– Nicolás, che, encantado – me dice estrechándome la mano de un apretón.

 

– ¿Eres de Boca Juniors?

 

– A morir. Mi padre y yo somos socios del equipo; jamás nos perdemos partido.

 

– Estuve en River Vs Lanús en la primera fecha del campeonato.

 

– Un partido interesante, pero escuchá che, ningún equipo en la Argentina se puede comparar con Boca. Si algún día volvés a Buenos Aires me llamás y yo te llevo a un Boca Vs River en la Bombonera, es algo de otro mundo.

 

Nicolás me está anotando su correo electrónico en un papel, cuando vemos un bus orillarse en la carretera. El polvo se levanta al lado de sus ruedas, al tiempo en que un hombre con camisa de manga corta y corbata desajustada se baja con afán.

 

– Éste es nuestro bus dice la novia de Nicolás saliendo apurada de la tienda. Guardo en mi bolsillo el papel con la dirección del correo. Acercamos las mochilas y las embarcamos en la recámara inferior del bus, que el ayudante cierra de un golpe. Subimos al agradable ambiente climatizado en donde busco mi asiento numerado que da contra la ventana.

 

El bus acelera y el hermoso paisaje verde de montañas se dibuja frente a mis ojos. Estoy en movimiento una vez más, un vació en mi vientre se pronuncia; siento felicidad pero también miedo y tristeza. Irme de Praia do Rosa me aleja de Tatiana un paso más; todo esto implica un desprendimiento, pienso al tiempo en que una ola de sentimientos encontrados me golpea.

 

¡No quiero pensar más en ello! ¡Ya es suficiente castigo! Le grito a mis adentros.

 

Los kilómetros empiezan a pasar de largo entre parajes de naturaleza exuberantes, y sectores de pequeñas casas continuas de ladrillo y cemento a medio construir, como en un barrio de invasión. Una lluvia de pensamientos inunda mi cabeza. Pienso en que cada quien tiene su propia teoría para salvar al mundo, pienso en la historia del hombre y su incapacidad por resolver los problemas de la humanidad. Pienso en el dolor de cada quien, en su lucha. Pienso en mi propia historia familiar, es imposible no hacerlo, Brasil la cruza de arriba abajo como columna vertebral.

 

 

Esta historia queda en continuará…, porque el mundo es mejor verlo con los propios ojos que por el Discovery Channel. (Las publicaciones se harán los martes aunque su periodicidad no puede garantizarse dada la naturaleza del viaje. Espere los jueves reportajes gráficos). Para ver más fotos del viaje y todas las crónicas, diríjase a las páginas www.eduardobecharanavratilova.blogspot.com y www.eltiempo.com/participacion/escarabajomayor Agradecemos a los siguientes colaboradores: Embajada brasilera en Colombia, Ibraco (Instituto cultural de Brasil en Colombia), Casa editorial El Tiempo, eltiempo.com, Avianca, Hanna Estetics Bogotá, Jugos Blast, Gimnasio Sports Gym y la revista Go “Guía del ocio”.