Hasta hace poco más de un mes las encuestas mostraban un virtual empate entre el candidato del partido republicano John McCain y el candidato del partido demócrata Barack Obama. ¿Qué produjo el descenso de más de doce puntos porcentuales en contra de Mc Cain?

Para quienes no lo conocían, John McCain fue introducido al público en la convención del partido republicano como un héroe de guerra, el autentico ‘Maverick’ norteamericano. En su juventud soportó más de cuatro años de torturas como prisionero de guerra en Vietnam. Siendo un norteamericano comprometido con su nación, – su abuelo y padre lucharon por su país en la primera y segunda guerra mundial respectivamente -, John McCain era visto como un hombre de principios y valores férreos.

Convertido en un importante senador con innumerables años de experiencia, representaba para el cincuenta por ciento de la población de los Estados Unidos, el símbolo de la estabilidad en términos de economía, política exterior y seguridad nacional, un tema crucial para éste país.

Fue en la convención Republicana, sin embargo, donde cometió el primero de sus errores, al elegir a Sarah Palin como su formula a la vicepresidencia. La gobernadora de Alaska mostró su inexperiencia con rapidez y pasó de ser una figura popular a un lastre que lo perjudica. Para muchos, su designación fue una apuesta barata al voto femenino. Un acto desesperado por llamar la atención de aquellas mujeres del partido demócrata que votaron por Hillary Clinton y no apoyaban a Obama.

Así mismo, su nombramiento denotó falta de seriedad por cuenta del partido. Pareció un truco de magia que sacó una sorpresa del sombrero, en vez de un candidato serio que pudiera sucederlo en su hipotético deceso. La inmediatez con que asumió la designación en procura de un impacto inicial al final cobró su cuenta.

El segundo error fue subestimar a su adversario. Relajado en su condición de héroe nacional, de ‘Maverick’ intocable, desestimó la capacidad de Barack Obama como gran orador y hombre capaz de mover masas adentro y afuera de los Estados Unidos, no sólo por el color de su piel, sino porque se ha ido convirtiendo en un ícono de la gente. Su lema, «la gente ordinaria puede hacer cosas extraordinarias» genera identidad con el público en general. Barack Obama, es símbolo de cambio y renovación, algo que McCain se rehusó a ver hasta que el gran desbalance en las encuestas se lo mostró.

La crisis en Wall Street le dio un duro golpe, en vista de que llegó en un momento en el que la grave situación financiera es vista como resultado directo de la guerra en Irak y el déficit fiscal de un país que antes de la guerra tenía superávit. En la actualidad debe pedirle dinero prestado a China, un resultado de las políticas de gobierno de George W. Bush, el presidente con la peor reputación de la historia.

En éste sentido, su apoyo irrestricto a la guerra de Irak, con sus pros y contras, le generó antipatía y fue visto de forma impopular, algo que supo explotar Obama para atacarlo, repitiendo una y mil veces que elegir a McCain es darle continuidad a las políticas de su amigo Bush, es decir, prolongar cuatro años más de lo mismo que han vivido en los últimos ocho años.

Otros errores, aunque más pequeños como el de tergiversar información de su adversario, hicieron que su campaña se desprestigiara. Propagandas por televisión con desinformación, datos inexactos y verdades a medias fueron muy criticadas. Aquel ‘Maverick’ de principios y valores férreos del inicio de la campaña se vio desdibujado, por lo menos ante los ojos de un público medianamente inteligente.

La personalidad de cada uno de los candidatos también ha sido un factor determinante en desnivelar la balanza. Barack Obama cae bien, es espontáneo, histriónico, sonríe, luce fresco y es accesible. Esa impresión quedó refrendada en el segundo debate al quedarse durante más de media hora hablando con el público. John McCain por su parte ha dejado escapar su irascibilidad, no es sutil, le demuestra al público su molestia por inclinarse hacia Obama, presume que por ser un ‘Maverick’ la gente debe quererlo, luce cansado, excitable y deja la impresión de ser inaccesible.

Mucha gente vota por el candidato que le cae bien. John F. Kennedy en su momento transmitía simpatía. La gente lo quería porque se identificaba con el público y era un optimista. Barack Obama ha sabido ganarse a los jóvenes, es popular entre los catedráticos y académicos. La gente de espíritu libre e ideas liberales lo quiere. Su mensaje ha sabido llegar al norteamericano que está interesado en pagar la hipoteca de su casa, su carro, la universidad de sus hijos. Gente común y corriente que está preocupada por lo básico.

No hay que quitarle merito a la buena campaña que Barack Obama ha conducido desde febrero de 2007 cuando anunció su candidatura, aunque las desinteligencias de John McCain y sus asesores republicanos le han facilitado el camino. Todas juntas han terminado produciendo un distanciamiento inesperado en las encuestas, al punto en que McCain ya admitió que la situación está difícil.

La carrera presidencial aún está por decidirse y en cosas de política cualquier presagio puede ser equivocado. Las últimas encuestas muestran que McCain ha ido repuntando desde el tercer debate, dado que votantes republicanos indecisos han vuelto a su partido y la crisis de Wall Street parece tener salida. Los demócratas empiezan a preocuparse. Nada puede darse por sentado y las encuestas podrían cambiar como un balancín, pero habría que ver dónde estaría McCain si hubiera sido cuidadoso.