El viento sopla enfriando las afueras del autódromo internacional de Charlotte. Miles de aficionados con prendas otoñales colman las calles en busca de alguna de las treinta entradas. El trailer de Montoya anda parqueado frente a la ocho, con el color azul y la publicidad de Tums que va a lucir en competencia. Un papá y su hijo miran la replica del carro número 42 del piloto colombiano. Es la primera vez que veo publicidad suya.
 
– Montoya ha quedado entre los cinco primeros en las cuatro carreras del ‘chase’ 2009. Es el único que lo ha logrado -, le digo a Annete. – Míralo ahí está dando declaraciones -, le indico mostrando una pantalla en la que una periodista de ESPN lo entrevista.
 
– Sería buenísimo que ganara -, responde con su acento mexicano. – Justificaría las 550 millas que recorrimos para venir a verlo.
 
Caminamos hasta el trailer de prensa, donde me entregan la escarapela de ‘pits’. Annete se pone una manilla que autoriza su entrada al ‘infield’, sube la cremallera de su chaqueta y apuramos el paso en la fría noche que cae sobre Carolina del Norte.
 
Le damos la vuelta al autódromo pasando por afuera de la tribuna ‘Diamond Tower Terrace’ y llegamos hasta la entrada veintiséis, donde cruzamos un túnel que pasa por debajo de la pista. Recorremos unas calles rodeadas de carros y trailers dentro del óvalo-trapezoidal, hasta una entrada en la que un hombre nos indica que la manilla de Annete le autoriza el paso hasta ahí.
 
– Sin un pase de ‘pits’ no la van a dejar entrar más adelante -, advierte ante el estruendo de un par de aviones de fuselaje ancho que pasan alineados a poca altura. El de adelante le suministra combustible al de atrás por medio de una manguera.
 
Seguimos adelante hasta la entrada a ‘pits’. El oficial encargado se distrae un instante para revisar la escarapela de otra persona y seguimos adelante.
 
– No lo celebres todavía -, le digo a Anette ante sus ojos abiertos y sonrisa. Caminamos hasta la línea de ‘pits’ y soltamos la carcajada.
 
– Increíble. No me la creo todavía.
 
– Quédate aquí. Hay mucho oficial de carrera por ahí -, le digo frente al centro de operaciones de Montoya. Algunos de sus mecánicos hablan entre si con las manos dentro de los bolsillos.
 
Camino la línea de ´pits’ hasta una salida en la que cientos de personas se agrupan a lado y lado. Kyle Bush, sale en su overol de bolitas de M&M’s, caminando en compañía de un ingeniero. Se dirigen hacia una tarima ubicada frente a la tribuna principal en la línea de meta. El autódromo lo abuchea cuando el presentador lo introduce. Camino por un semicírculo asfaltado que me lleva hasta los bólidos, parqueados uno al lado del otro sobre el carril interno de la curva cuatro. Lucen abarrotados entre las cientos de personas apiñadas en torno a ellos. Intento entrar, pero un oficial de la Nascar me impide el paso, aduciendo que debo tener otro tipo de carnet.
 
Camino por el asfalto de la pista de milla y media, frente a enormes tribunas atestadas de público. En un paneo general calculo que puede haber por lo menos ciento cincuenta mil adicionados. Llego hasta el punto donde la pista forma la recta superior del trapecio. Le tomo una foto a algunos de los integrantes de la banda de la universidad A&T de Carolina del Norte, que está a punto de interpretar el himno de los Estados Unidos. Los jóvenes afroamericanos lucen un uniforme azul con insignias blancas y amarillas en las muñecas. Una capa con el emblema de un tigre les baja a mitad de espalda. Hombreras con ribetes y sombreros de tapa plana con un moño amarillo, decoran su indumentaria. Algunos hombres lucen sombreros altos, guantes oscuros y bastones de aluminio.
 
Camino de vuelta por la pista hasta el final de la curva cuatro. Le tomo algunas fotos a Greg Biffle, posando con un aficionado al lado de su carro. Papá llama desde Colombia.
 
– Montoya parte de 18. ¿Tú crees que tenga problema en sobrepasar carros?
 
– La pista es de cuatro carriles. No creo que los tenga -, respondo.
 
– En Speed Channel están diciendo que es muy peraltada.
 
– Sí, sobre todo en las curvas dos y tres que son las más cerradas -, digo ante las primeras estrofas del himno nacional.
 
Los pilotos forman frente a sus carros y los mecánicos e ingenieros lo hacen en la línea de ‘pits’. Fuegos pirotécnicos estallan en el cielo en las últimas notas. De vuelta hacia los ‘pits’, escucho al comentarista decir que Montoya ha sido muy consistente en el ‘chase’.
 
Me abro paso entre la gente bajo leves gotas que caen del cielo. Dudo que alteren las condiciones de la pista. Brian France, Teresa Earnhardt, Richard Petty y Junior Johnson, representando la clase inaugural del salón de la fama de la Nascar, según el comentarista, dan la orden de encender los bólidos. El rugido de los motores invade al autódromo.
 
Hordas de personas llenan la ruta detrás de ´pits’, donde se respira un ambiente bullente. Vuelvo al de Montoya. Annete habla en español con una portorriqueña que luce una chaqueta de Chevrolet. Un micrófono pende sobre su boca. Se despiden.
 
– ¿Quién era?
 
– La encarga de Chevrolet en la Nascar -, dice soplando aire caliente entre sus manos. – Dijo que los primeros cinco carros del campeonato son Chevrolet. Y que no es que tenga favoritismos, pero si le gustaría que ganara uno en particular. Ya sabemos cual es -. Le tomo una foto contra el centro de operaciones del equipo Earnhardt Ganassi Racing y ella me toma una con uno de los mecánicos. Un hombre de gorra, audífonos y overol azul, quién sonríe. Dice ser el ‘jefe del carro’ en el equipo. Decenas de personas se aglomeran detrás de los ‘pits’ del colombiano.
 
Los bólidos pasan detrás del ‘pace car’ y el olor a combustible quemado impregna el ambiente. El rugido de sus motores se mezcla con el del resoplido de los camiones que secan la pista con sus turbinas.
 
– Vámonos a un lugar en donde podamos ver la pantalla -. Annete asiente con la cabeza y caminamos hasta un punto más despejado.
 
Los bólidos pasan en una sola fila tras el ‘pace car’, hasta que forman dos hileras y se enfilan por la curva cuatro. Aceleran ante la bandera verde. Cruzan la meta y comienzan la disputa por posiciones. El rugido ensordecedor aminora cuando se pierden de vista por la curva uno. La velocidad que alcanzan en la recta corta del trapecio es bastante mayor en relación a la del autódromo de Dover, donde estuve por última vez. Pasan como centellas, al punto en que es difícil seguirlos con la mirada.
 
Mark Martin pelea con Jimmy Johnson el primer lugar y logra imponerse en la punta. Lidera la carrera un par de vueltas, hasta que el carro número 77 de Sam Hornish hace un trompo en la curva dos y sacan la primera amarilla de la competencia.
 
– Mira, es acá -, le digo a Annete -, mostrándole la marca de Mobil que distingue los ‘pits’ de Hornish.
 
– Ellos andan diciendo que sus llantas apestan -, comenta señalando a tres hombres con escarapelas. Escuchan atentos sus audífonos. Grupos de cuatro neumáticos yacen apilados en torno a su centro de operaciones.
 
Hornish llega. Sus mecánicos corren a cambiarle las llantas y lo reabastecen de combustible. El tablero indica el número 42 de Montoya en el puesto 16.
 
– Ya se ganó dos puestos.
 
La carrera se reinicia en la vuelta 6 con Martin en la punta. Johnson lo supera en el siguiente giro. Ryan Newman va tercero, Kasey Kahne cuarto, Brad Keselowsky quinto. Montoya sube al puesto quince, al catorce, al trece, pasa carros con facilidad, doce, once, el tablero lo muestra en el décimo puesto. Se le ve estable en pista, a punto de sobrepasar al noveno, cuando Hornish hace un nuevo trompo. La segunda amarilla ondea. El piloto de Ohio vuelve a entrar a ‘pits’, por un nuevo cambio de neumáticos.
 
La carrera se relanza en la vuelta 13 con Johnson en la punta. Martin lo desafía pero el campeón actual se mantiene. Al cabo de unas vueltas le saca ventaja. Montoya sube al octavo lugar. Pierde rendimiento y Denny Hamlin lo supera. Tony Stewart se ha ido rezagando y anda en el puesto trece.
 
– ¿Tu escarapela? -, me pregunta un oficial de la Nascar. Se la muestro. – ¿La tuya? -, se la pide a Annete, quien la busca en su cartera. – Está bien, está bien -, indica moviendo su mano hacia abajo. Poco después llega otro que nos la vuelve a pedir. Le muestro la mía y se va. Uno de candado bien afeitado y cara de pocos amigos nos la vuelve a pedir. Se la muestro. Insiste en ver la otra. Annete la busca en todos los bolsillos de su cartera. Levanta los hombros y sigue buscando.
 
Montoya pasa a otro carro en la pantalla. Annete vuelve a buscarla en su cartera. – No la encuentra -, le digo al oficial.
 
– Voy a tener que escoltarla a la salida -, indica. Annete la busca de nuevo pero al final desiste. El oficial la deja frente al centro de prensa, custodiado por otros dos oficiales.
 
– Muy chistoso tu teatro -, le digo.
 
– Dio resultado las dos primeras veces -. Se sienta en una mesa en la que es visible parte de la curva tres. Vuelvo a ‘pits’. La temperatura ha bajado y los ingenieros de Montoya miden con un termómetro los grados Fahrenheit en los neumáticos.
 
La amarilla ondea. Levanto la cara a un cielo invadido por delgadas gotas. Los bólidos siguen al ‘pace car’, dan un giro y se enfilan hacia ‘pits’. Los bomberos levantan los tanques de combustible y los mecánicos esperan al colombiano con las llantas en sus manos. Cambian los neumáticos de un lado y luego del otro, al tiempo en que reabastecen al bólido de combustible. Montoya acelera dejando un estela de humo tras de si. El tablero lo muestra de doce. Los bólidos dan algunas vueltas siguiendo al ‘pace car’. Las turbinas secan la pista.
 
– Montoya siempre pierde puestos en ‘pits’ -, comenta papá.
 
– Creo que hubo corredores que cambiaron dos llantas para ganar posiciones. Tú sabes que Brian Pattie, su jefe de equipo, siempre la juega de forma conservadora. Esa estrategia ha mostrado resultados consistentes. Aquí ya escampó -, le digo. – Creo que pronto se va a relanzar la carrera.
 
– Eso mismo están diciendo en Speed.
 
 
Lea próximamente la crónica: Charlotte, desde los ‘pits’ – Parte II.
 
Vea fotos en: www.eduardobecharanavratilova.blogspot.com