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Desciendo en Patisson, última estacion de la línea naranja que cruza Filadelfia de norte a sur, subo las escaleras entre un gentío abarrotado en la puerta y salgo a la tarde primaveral. Yesid anda frente a Broad Street luciendo una gorra negra, gafas y chaleco. – Venía en el mismo metro -, dice estrechando mi mano.
 
Caminamos en dirección al Lincoln Financial Field, erigido con sus tribunas elevadas ante el cielo limpio. Hinchas de todas las edades, se dirigen hacia el estadio luciendo la camiseta azul con franja vertical amarilla en el pecho. El signo de la liga MLS con el guayo y el balón en el brazo bajo las tres rayas del uniforme Adidas. En el otro brazo la bandera de los Estados Unidos. – Bonito el uniforme ¿no? -, dice Yesid asintiendo con la cabeza.
 
– Da una leve sensación al de Boca Junior de Argentina, aunque en ese la banda es horizontal y el amarillo es más vivo -, respondo pasando mi mano a través del pecho.
 
Una carroza al estilo del viejo oeste yace frente a la tribuna norte con su color rojo lacado, la marca Budewiser sobre su costado de ruedas blancas con sus radios de madera, las traseras más grandes que las delanteras, un arrume piramidal de cajas clásicas de cerveza en su platón. El cochero de uniforme y gorra verde sujeta las riendas sentado al lado de un dálmata. Levanto la cámara y tomo una foto del par de filas que forman los ocho percherones castaños de guantes blancos que posan para la postal. – Que caballos tan grandes y fornidos -, le digo a Yesid. – Sus lomos son más altos que nosotros.
 
– Tómela de éste lado sin gente -, responde dibujando un callejón con las manos. Paso frente a los caballos y la tomo.
 
Hacemos fila en la taquilla y compramos un par de boletas de 28 Dólares. – Es caro ir a fútbol aquí -, digo inclinando la cabeza hacia un lado. – Esta es la más barata de todas y ya es cara.
 
– Sí, 130 Dólares por la más cara es mucha plata.
 
Norteamericanos en sudadera y jeans hacen la fila frente a varias puertas de entrada. Banderas de las diferentes insignias de la ciudad ondean contra el viento. Un papá carga en los hombros a su hija rubia de unos ocho años. Un hombre luce la camiseta de Alemania, otro la de Croacia. Hay muy pocos latinos ¿no? – dice Yesid dando un vistazo. – Pensé que iban a haber más, la verdad.
 
– Vea -, respondo indicando a un hombre diagonal a nosotros con la camiseta amarilla de la selección Colombia.
 
– Nunca falta el colombiano.
 
La fila se mueve lenta. Los hinchas colocan sus pertenencias en una banda transportadora que pasa bajo un scanner, atraviesan el marco electrónico y son inspeccionados por agentes del gobierno. – Están haciendo un chequeo como en los aeropuertos.
 
– Ahora nos hacen quitar los zapatos -, dice Yesid riéndose.
 
– Debe ser porque Joe Biden va a hacer el saque de honor.
 
Pasamos por el chequeo, un funcionario desliza un detector infrarrojo sobre las barras de las boletas y entramos al estadio. Unas jóvenes con camisetas del Union nos regalan toallas con el signo de la víbora erguida dentro de un escudo de guerra azul oscuro, la palabra Union en la parte superior en color amarillo, algunos otros visos azules y amarillos dentro de un redondel de franjas con la palabra Philadelphia y estrellas amarillas en la circunferencia. – En el 2003, cuando inauguraron éste estadio con un partido Manchester United Vs Barcelona, puse la boleta dentro del celular y cuando el funcionario pasó el censor no leyó la banda -, dice Yesid negando con la cabeza. – Me tocó devolverme aburrido a la casa.
 
Subimos las escaleras a un piso inicial, bordeamos por unas tiendas de comidas rápidas y salimos a la tribuna norte. La grama cortada a la perfección en líneas longitudinales, con los arcos de maya gruesa, una pantalla gigante de fondo en la tribuna sur y los tres sectores de tribunas bajas, medias y altas, en cada costado.
 
– Allá arriba debe dar vértigo -, dice mirando las gradas laterales que suben a lo alto.
 
Un grupo de jóvenes de camiseta azul clara y el nombre de la barra “Sons of Ben” en letras góticas beben cerveza a la espera del partido. Otros ondean las banderas azules, amarillas y blancas del naciente equipo de Filadelfia. – Diría que tiene bastante hinchada para ser un equipo nuevo -. Yesid asiente dando un vistazo a las tribunas a medio llenar. – Esto es como ir a la tribuna Norte del Campín de Bogotá, con la barra brava y todo, guardadas las proporciones, por supuesto.
 
– Sí, aquí no corres el riesgo de que te den una puñalada -, responde Yesid con una sonrisa.
 
– Que extraño ver un partido de ‘soccer’ acá -, dice un joven norteamericano atrás nuestro.
 
– Se ve raro el estadio con las porterías de ‘soccer’ -, responde su amigo. – Siento como si los Eagles fueran a saltar a la cancha.
 
– En los tres años que llevo en Filadelfia, nunca he venido a ver a un partido de los Eagles -, le digo a Yesid ante la voz del locutor que presenta a los jugadores del ‘Philadelphia Union’ en la pantalla. – El fútbol americano me parece interesante pero no es lo mío.
 
– Lo que es de uno es de uno.
 
– Es una lástima que preciso ahora que me voy de acá, llegue el fútbol. Mi vida hubiera sido más feliz de haber llegado antes -, digo levantando los hombros. – El último partido de fútbol profesional en el que estuve fue en el Maracanã de Río de Janeiro por el campeonato brasilero en 2007, entre Flamengo y Palmeiras.
 
– Roger Torres -, indica el comentarista por el micrófono. La imagen de un joven de tez morena, identificado con el número 20.
 
– Ese es el colombiano -, dice Yesid hacia la pantalla. – Viene en préstamo del América de Cali.
 
El estadio vitorea a cada jugador que presentan. – En el equipo hay varios latinoamericanos -, digo al leer los nombres del venezolano Alejandro Moreno, Michael Orozco y los brasileros Helbert Frederico Carreiro da Silva y Stefani Miglioranzi que el presentador va anunciando. El último en ser presentado es el entrenador Piotr Nowak. – Los entrenadores polacos tienen fama de ser muy buenos. Vamos a ver cómo para al equipo.
 
– Philadelphia Uniiiiiiiiiion. Philadelphia Uniiiiiiiiiion -, cantan las tribunas.
 
El comentarista introduce al D.C. United. La foto del plantel en la pantalla. – Josh Wicks -, dice presentando al arquero del equipo de Washington.
 
– ¡Sucks! -, gritan los hinchas.
 
– Mark Burch.
 
– ¡Sucks!
 
– Dejan Jakovic.
 
– ¡Sucks! -. Lo mismo para todos los demás jugadores del equipo.
 
Una escolta sale antecediendo a una banda de guerra que marcha en línea recta hasta el arco norte. Viran hacia el centro del campo interpretando una tonada marcial ante el repiqueteo de los tambores. Forman dentro del círculo del medio campo con sus uniformes de gala grises, bandas rojas, pantalones oscuros y gorros afelpados de color negros con plumaje rojo.
 
– Señoras y señores con ustedes el naciente equipo ‘Philadelphia Union’ -, indica el locutor. Salen de una esquina del costado sur, precedidos por unos jóvenes que cargan un pendón con el símbolo de la FIFA y los árbitros con sus camisetas amarillas. Los jugadores del ‘Philadelphia Union’ caminan en fila al lado de los de ‘D.C. United’.
 
– ¡Philadelphia! ¡Philadelphia! ¡Philadelphia! -, grita la tribuna agitando en círculo las toallas con el emblema del equipo.
 
Los árbitros forman entre un equipo y otro. – A continuación el himno nacional a cargo de la banda de Valley Forge -. La gente se despoja de sus gorras y entonan el himno nacional. Fuegos pirotécnicos revientan detrás de las tribunas en las últimas notas. Acaba el himno y los jugadores calientan en sus puestos.
 
– Con ustedes el vice-presidente de los Estados Unidos -. Alguna gente chifla y otra abuchea. La pantalla muestra a Joe Biden con un balón en la mano. – Démosle un aplauso a Walter Bahr, una leyenda futbolística de Filadelfia, quien puso el pase para el gol del renombrado triunfo de los Estados Unidos contra Inglaterra en el mundial de 1950. El hombre canoso muestra la camiseta del Union ante la cámara.
 
La nieta de Biden, una pequeña niña de unos siete años, hace el saque de honor ante el abucheo general de la tribuna. Los equipos posan para la foto, los altos atrás y los bajos adelante en cuclillas. Biden al lado de Torres luciendo una chaqueta de sudadera del Philadelphia Union, su nieta entre sus piernas frente a él. Los jugadores salen calentando hacia su lado del terreno.
 
– Hagamos un minuto de silencio para honrar a Lech Kaczynski, presidente polaco y su delegación de gobierno, muertos el día de hoy en un accidente aéreo en Rusia -. Los jugadores bajan sus cabezas hacia el piso, todos nosotros también lo hacemos.
 
– ¡Qué tragedia! -, digo pensando en la que se armaría en Colombia si eso llegara a suceder con Álvaro Uribe.
 
– ¡Muchas gracias y que empiece el espectáculo!
 
– No fue un minuto sino quince segundos.
 
– Ni eso -, responde Yesid subiendo una ceja. Una canción de rock retumba en los parlantes. – En los estadios de Colombia no se escucha música.
 
– Ni en ninguno de América Latina, a menos de que venga de las tribunas -, digo ante los equipos prestos a iniciar el partido. El árbitro sopla su silbato y el ‘Philadelphia Union’ pone a rodar la bola.
 
 
Espere pronto: ‘El nacimiento del ‘Philadelphia Union’ – Parte II’ – Por: Eduardo Bechara Navratilova
 
www.eduardobecharanavratilova.blogspot.com
 
escarabajomayor@gmail.com

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PERFIL
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Mi nombre es Eduardo Bechara Navratilova. Escribo como acto liberador que me ayuda a escapar del mundo, así termine volviendo a él. Me sirve para entender mis propios actos, aunque admito que acabo con más preguntas que respuestas. Tengo defectos despreciables, que dejaré al lector descubrir por si mismo. Detesto los trancones, las modelos y hacer fila en los bancos. Me gusta el fútbol y la rumba, me gusta la gente que persiste. Tengo los títulos de derecho (1999) y literatura (2005) en la Universidad de los Andes. La novia del torero, Editorial La Serpiente Emplumada (2002) y Unos duermen, otros no, Editorial Escarabajo (2006), son mis dos novelas publicadas. No tengo un peso en el banco, pero me he recorrido medio mundo en viajes. El ser humano y su comportamiento son mi tema de fondo.

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