Manhattan se abre hacia el éste con su infinidad de edificios. El ‘Empire State Building’, erguido como un obelisco rayando la manta de nubes que lo sobrevuelan. La Estatua de la Libertad de espaldas a la costa de Nueva Jersey, con su color verde contra el azul del mar, un ferry anaranjado frente a ella, bogando con calma. Diversas fabricas y puentes, la desviación al ‘Holland Tunel’ que lleva a Manhattan. La pasamos de largo. Carrileras del tren con las pértigas de electricidad, puentes de hierro que parecen de cien años.
– Hay tanta gente que tiene miedo de salir a recorre el mundo. Tantos otros que temen hacer lo que en realidad los apasiona -, le digo a Siro ante la indicación del ‘GPS’ que nos ordena tomar el carril derecho para desviarnos de la vía en dos millas. – Ese es un miedo característico, el de las personas que nunca se dedicaron a lo que querían. Ese hobby o esa pasión que en realidad los movía, pero dejaron a un lado por dedicarse a ganar dinero. Aunque no me malinterpretes -, añado hacia él, – es algo muy respetable. Sin dinero no haces nada, lo necesitas para mantener a tu familia. Si lo tienes, puedes viajar y te abre puertas, cómo negarlo. Lo que no hay que perder de vista es que puedes hacer dinero dedicándote a tu pasión. Te vas a demorar más, pero si lo encaminas bien, al final lo consigues.
– Nací en el campo, donde no había luz y le tuve miedo a la oscuridad -, dice abriendo los ojos. Lo vencí amando la noche; la disfruto. Le tenía miedo a los aviones. Aprendí a volar ultralivianos. Temí a mis jefes. Me volví gerente. Temí la pobreza. Me quebré y no me morí. (Lo que no lo mata a uno lo fortalece). Tuve miedo al qué dirán y a la crítica. Me volví árbitro. A la opinión. Me dedique a escribir. A la gente. Comencé a ser amigo (que es diferente a hacer amigos). Temí al éxito y me di cuenta que con carisma y liderazgo uno puede triunfar. Incluso tenía miedo de volver a enamorarme y eso esta en vía de solución, a mis 56 años -, añade asintiendo. – Lo importante es enfrentar y vencer los miedos a tiempo, por que la vida a veces no da revanchas; por fortuna el fútbol sí. Esa es la diferencia.
Tomamos una oreja y entramos a Harrison. Un semáforo nos frena ante unas tiendas y restaurantes con letreros en español. En uno de ellos ondea la bandera ecuatoriana, otro anuncia arepas venezolanas. Continuamos adelante ante el tráfico espeso que se mueve lento por entre las calles atestadas por carros y peatones.
– Si yo hubiera seguido siendo un abogado en Bogotá, negando la pasión que tengo por viajar y escribir, en éste momento estaría oliendo a cobija vieja -, digo ante la pantalla del ‘GPS’. – El miedo a lo desconocido es otro de los grandes temores. A no saber qué viene adelante. Es como si algunas personas necesitaran tener su vida predeterminada desde un principio. Se pierden de ese sentimiento novedoso en el que te abres a lo que se venga, sin saber qué es. Para las personas que lo saben disfrutar se vuelve adictivo. ¿Puedes creer lo aburrida que sería la vida si supiéramos todo lo que nos va a pasar?
– Eduardo, a uno en la vida le tiene que gustar lo que hace para tener éxito. Si uno tiene la oportunidad de convertir sus ‘hobbies’ en su profesión, nunca estará cansado -, dice enderezando la espalda sobre el asiento. – En Colombia vivía cómodo, tenía un puesto excelente, era gerente de una multinacional, pero en el fondo de mí ser, no era feliz. Trabajaba y pensaba para otros, no tenia tiempo para mi familia, especialmente para mis hijos. Comencé a ver las injusticias en mi país y sentí la hipocresía social. Fui victima de mi propio invento de racionalización de costos. La globalización de la economía mundial acabo con mi puesto. Tuve que reinventarme, me independice pero no estaba preparado y en dos años me quebré. Creí que tenía amigos, pero no, uno tiene amigos cuando tiene dinero y poder. Perdí mi autoestima y me vine para acá. Los ‘gringos’, ellos me apoyaron. Me volví árbitro, comencé a ser útil a la sociedad a través del deporte. Si me preguntas si soy feliz ahora, te puedo decir que sí, no tengo dinero pero tengo salud y tranquilidad y estoy comenzando a ver mis sueños convertidos en realidad, uno tiene que preparase, por que el éxito en la vida consiste en estar preparado para la oportunidad cuando ella llegue. Lo más importante es vencer los miedos y permanecer fiel a nuestros sueños para que se vuelvan realidad.
Transitamos varias cuadras bordeadas por edificaciones de tres y cuatro pisos con sus escaleras de incendios empotradas en las fachadas laterales. – El acceso al estadio es bastante congestionado -, digo abriendo el ‘sunroof’. La vía se ensancha y salimos a un descampado desde el que se ve el ‘Red Bull Arena’ con su estructura blanca y tejado curvo en las puntas, que le da apariencia de platillo volador.
– Tú conoces mi sueño. Publicar un libro en donde las personas a las que les gusta el fútbol puedan aprender de las reglas de juego en una forma sencilla, casi como niños jugando. Y comenzar a viajar por el mundo para ver fútbol de calidad mundial y escribir artículos encaminados a enseñar, esa es mi misión, por eso soy feliz ahora. Vivo el presente, no tengo deudas y soy conciente de lo que me espera, porque uno es el arquitecto de su propio destino. De mis miedos vencidos en mi vida personal y profesional, y de mis vivencias como arbitro acá en Estados Unidos, después de dirigir más de 2000 partidos, me queda una excelente experiencia. Aprendí equivocándome. Ahora he empezado a escribir un libro que se llama Juegüelo con los pies pero gánelo con la cabeza. Con las clases de escritura creativa que me estás dando, aspiro a terminarlo éste año y publicarlo aquí a principios del 2011.
– Bueno, si lo quieres con todo tu corazón y trabajas fuerte en ello seguro lo lograrás -, le digo parqueando. Pongo la barra de cambios en ‘Parking’ y cierro el ‘sunroof’. Siro baja su maleta con el ‘laptop’ y nos encaminamos hacia el ‘Red Bull Arena’.
– La gente en los Estados Unidos tiene miedo, pero es un miedo diferente, no es tanto el temor a un ataque nuclear, ni a un terremoto, ni a un huracán, eso tal vez antes. Con la crisis ahora tienen el miedo que todos nosotros siempre hemos tenido: el de perder el trabajo y no poder pagar las deudas.
Nos tomamos algunas fotos frente al estadio ante la música de un DJ que toca un remix de Mr. Bright Sides de The Killers por Jacques Lu Cont.
Un par de jóvenes con el logo de ‘Red Bull’ estampado en sus camisetas blancas, juegan a pasar un balón de fútbol sobre una maya de tenis. Me acerco a la cancha rodeaba por una red externa. – ¿Qué están jugando? -, pregunto en inglés.
– Fútbol-tenis -, responde una rubia de minifalda de jean con una bufanda roja de los ‘New York Red Bulls’, cuyas puntas bajan a la altura de sus caderas. Un par de huecos se pronuncian junto a su boca cuando sonríe.
– Mira, él se quiere tomar una foto con ustedes -. Siro, no entiende del todo pero sonríe.
– ¿Qué les dijiste?
– Que te quieres tomar una foto con ellas.
– Obvio que sí -. Entramos a la cancha.
– Contigo también -, le digo a una pelirroja de jeans que pasa el balón de una mano a la otra. Lo deja en el piso, toma una lata de Red Bull y viene a nuestro lado.
Tomamos algunas fotos en las que aparecemos con las jóvenes sonrientes tras sus gafas setenteras de lente grande. Un periodista llama a Siro desde afuera y las reto a un partido de fútbol-tenis.
– ¿Crees que nos puedes ganar? -, pregunta la pelirroja haciendo una veintiuna desde su lado.
– No sé, pero voy a intentarlo.
– Eso está por verse -. Pelotea el balón contra el asfalto, inclina su cabeza hacia delante con ojo de águila, la deja rebotar de nuevo y le da una patada con el empeine. Pasa la maya y aterriza en mi cancha. La dejo rebotar una vez y se las devuelvo hacia una esquina con un toque del pie interno. La bola cae al piso y rebota contra la base de plástico que circunda la cancha, la rubia intenta contestar pero le da una patada errática que se queda en la maya.
– Uno a cero -, digo con satisfacción. Les pido el balón agitando la mano hacia mí. Jugamos algunos puntos hasta que hago una veintiuna, elevo el balón con el empeine y lo clavo con la cabeza.
– Eso es -, dice Siro desde afuera. – Demuéstrales tus habilidades futbolísticas.
– Les estoy dando por el culo. Vamos siete a tres.
– ¿Qué le dijiste? -, me pregunta en inglés la pelirroja.
– ‘That I’m kicking your ass’.
El primer set termina quince a seis. – Danos la revancha -, pide la pelirroja. El segundo termina quince a siete.
– ¿Cuál es mi premio? -, les pregunto mostrándoles las palmas.
– No hay premio.
– ¿Cómo así? Quiero una lata de Red Bull -, digo apuntando hacia una que sobresale en su morral.
– Esa es nuestra, no es para entregarla al público.
– No me importa. ¡Pásala! -. Siro nos toma otro par de fotos en donde las abrazo y juntamos las cabezas. – Me van a dar sus teléfonos.
– ¿A cuál de las dos se lo estás diciendo?
– A las dos; ambas me gustan. Podríamos irnos los tres a viajar por Colombia -, la rubia sonríe.
– Pero si ni siquiera nos conocemos -, dice la pelirroja levantando una de sus cejas.
– Por eso mismo.
– Tú no pierdes el tiempo ¿no? -, dice Siro rumbo a la entrada de periodistas.
– ¿No fuiste tu el que dijo que hay que vivir el presente?
Espere pronto: «Triste derrota ante El Toro» – Parte III.
Lea en la parte I en: www.eltiempo.com/participacion/escarabajomayor
Vea fotos en: www.eduardobecharanavratilova.blogspot.com
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